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Aportes del cristianismo para los “sin poder” en el quehacer de la política…

German Rosa, s.j.

La política ha sido de tal importancia en la historia de la salvación que la esperanza histórica y trascendente fue entendida y expresada en la Sagrada Escritura con una metáfora de carácter político: el Reino de Dios. Tal es la esperanza última de todo el pueblo de Israel y a través del anuncio de Jesús, una esperanza de carácter universal.

Esta esperanza última fue constituida paulatinamente en el transcurso del tiempo y se fue configurando concomitantemente con políticas sociales que buscaban hacer posible el “Shalom”, la paz y el sumo bienestar, para el pueblo de Israel. La liberación de la esclavitud en Egipto y la promesa de la tierra prometida son dos ejes que van a ir diseñando la identidad y la constitución del pueblo de Israel, fundados en la alianza con Dios y el decálogo. Podemos decir análogamente que el decálogo fue la constitución política y la matriz generadora para formular su propia legislación, que incluía las políticas sociales de ese contexto. Se crearon tres instituciones que evitaban el empobrecimiento permanente en Israel: el año sabático, en el cual se cancelaban todas las deudas cada siete años (Dt15,1-6); la liberación de los “esclavos” o siervos endeudados (Dt 15,12-15) también cada siete años; y el año de jubileo, en el cual cada cincuenta años se devolvían las tierras a sus propietarios anteriores (Lv 25,8-17) y de esta manera no se permitía la alienación permanente de propiedades ancestrales (Cfr. Brackley, D. 2014. Ética social cristiana. San Salvador, El Salvador: UCA Editores, p. 62).

La Sagrada Escritura ofrece por ello un modelo de contrato social para la organización de la convivencia del pueblo de Israel, fundando su identidad en la ley de la Alianza.

1) ¿La sabiduría bíblica inspira la idea de un contrato social en el actual contexto político?

Nos parece sugerente el aporte del contrato social que hace la Sagrada Escritura para el contexto electoral y poselectoral. Si los líderes políticos actualmente hicieran “un pacto entre caballeros”, este podría orientar la gestión pública de los futuros gobernantes como proyecto normativo que velara por el bienestar general de la población. ¿Por qué es importante tener en cuenta un pacto o contrato entre las fuerzas políticas y los partidos? Porque la sociedad política no puede gobernar sin tomar en cuenta la sociedad civil. Si no la toma en cuenta, la sociedad política va debilitando su legitimidad. Y crisis de legitimidad hemos tenido suficientes en el país y en la región centroamericana. En definitiva, no se puede gobernar sin pensar en el bienestar de la población, ni tampoco en contra de la voluntad general.

Necesitamos un contrato social de incidencia nacional que busque, sobre todas las diferencias políticas e ideológicas, conservar el bien común y de la sociedad en general. Hay elementos que no podemos soslayar en este pacto de carácter nacional entre los líderes políticos para la gestión pública de cara al futuro; entre ellos podemos citar:

a) La prevención de la violencia y la inversión social priorizando la niñez y la juventud.

b) La depuración y la despolitización del sistema judicial en los procesos investigativos de los casos para aplicar la justicia con transparencia.

c) La generación de dinámicas socioeconómicas que reviertan la reproducción ampliada de la pobreza y de la exclusión social.

d) La necesidad de afrontar el problema real de la evasión fiscal, la corrupción y de una reforma fiscal progresiva.

e) El diseño de una política ecológica porque es un tema de seguridad ciudadana en una región altamente vulnerable a las catástrofes naturales.

f) La verdadera participación política de los “sin poder” para que puedan incidir en las decisiones y las políticas públicas de los gobernantes (Cfr. https://www.diariocolatino.com/aportes-del-cristianismo-para-los-sin-poder-en-el-quehacer-de-la-politica-parte-i/).

Se necesitan propuestas electorales claras, objetivas, realistas y que respondan a los clamores y esperanzas del pueblo, que es el verdadero soberano en el sistema democrático. Pero si existen propuestas, por muy buenas que sean, y hace falta el liderazgo de altura que se necesita para llevarlas a cabo, estas serán como “cantos de sirena”: encantan, seducen, pero no cambian las cosas porque todo sigue igual o peor. Este es un punto esencial para participar en los procesos electorales.

2) El cristianismo: un gran relato a favor de la vida comunitaria y social

Frecuentemente escuchamos que existe una crisis de los “grandes relatos”. Sin embargo, cada vez más escuchamos grandes relatos: véanse los discursos políticos populistas y xenofóbicos, los discursos sobre los éxitos contundentes del mercado y el progreso, los fundamentalismos e integrismos religiosos y políticos, entre otros. El cristianismo ofrece el “gran relato” de la historia de la salvación contrapuesta a los grandes relatos “de la historia del progreso, de los populismos, de las discriminaciones étnicas, de los fundamentalismos que atentan contra la vida, etc., y de todos aquellos relatos que van dejando muchas víctimas en el camino. El cristianismo ofrece los elementos de un gran relato que puede confrontar aquellos grandes relatos que han subyugado la dignidad humana y que destruyen la convivencia solidaria y fraterna.

En el contexto histórico actual hay que conservar los grandes aciertos del pasado y no estamos condenados a reproducir las dinámicas que generan las experiencias negativas que tanto han afecto a la población: violencia, pobreza y exclusión social, corrupción, etc. Retomamos dos aportes fundamentales de Ignacio Ellacuría: la historia como actualización de posibilidades; y la historia como capacitación de posibilidades. Desde su filosofía de la historia podemos constatar que esta no es un proceso humano repetitivo, y sobre todo de las grandes tragedias y los dramas del pasado. No estamos condenados ni estamos determinados a reproducir la pobreza, la exclusión, la marginalidad, el desempleo, las situaciones de vulnerabilidad ecológica y la corrupción; todos ellos, ¡males sociales ampliamente extendidos!

La historia hay que entenderla no como historia de la condenación al fracaso de amplios sectores sociales. La historia se recrea, tiene avances y proyección futura. Incluso desde la fe cristiana se habla de la historia de la salvación y no de la condenación. Ignacio Ellacuría lo expresa claramente: “La historia tiene un carácter procesual y es esencial a este carácter el momento de sucesión, pero también un momento de desaparición. Lo que desaparece es precisamente la realidad de lo que ha pasado, lo que fue ya no es, por eso es algo pasado y sin pasado no hay historia. Pero, entonces, ¿qué es lo que permanece? El pasado no puede desaparecer por completo; de lo contrario, cada presente resultaría una creación desde la nada histórica; pero el pasado tampoco puede permanecer sin más, porque de lo contrario no habría pasado, sino que todo sería igualmente presente y no habría avance histórico ni proyección futura” (Ellacuría, I. 2007. Filosofía de la realidad histórica. San Salvador, El Salvador: UCA Editores, p. 520).

3) Recrear la historia con proyectos políticos propositivos que resuelvan los problemas del país

El ser humano es siempre capaz de realizar proyectos políticos novedosos, alternativos y propositivos y, al mismo tiempo, poner en marcha un sistema de posibilidades. Con la elección política se concreta una posibilidad política real que no solamente compromete un futuro, sino que se imposibilita otros futuros. De ahí la importancia del discernimiento de la opción política y de la decisión política que se tomará.

Hay que darle sentido a la política y a la realidad del país optando por las políticas acertadas para resolver los grandes y graves problemas. Es importante plantear cuáles son las opciones posibles históricamente para realizar una política con sentido y para generar posibilidades reales de dinamismos que transmitan lo que vale la pena para el país, para Centroamérica, para América Latina. El quehacer político tendría que ser por excelencia la praxis creadora que construye posibilidades de bienestar y justicia social.

No se puede concebir el pasado como resultado de una evolución naturalista, ni el futuro como una proyección idealista ingenua. El pasado es la consecuencia de las opciones tomadas. Conocerlo explica mucho de lo ocurrido. Las cosas han sucedido por alguna razón. Esta razón de los hechos y de los sucesos nos ayuda a comprender lo que se puede explicar del pasado.

La pregunta fundamental que vale la pena hacernos hoy es: ¿cuáles son las posibilidades en el presente, de las que disponemos para cambiar las realidades políticas, económicas, sociales, que respondan eficazmente a los clamores y esperanzas de la población? Solo si nos apropiamos socialmente de estas posibilidades podremos cambiar la inercia del pasado que reproduce los males para el país. Es el camino para enfrentar los retos de la realidad de cara al futuro. Una política de este tipo creará una tradición y trasmitirá posibilidades que apunten a revertir la pobreza, la exclusión, el deterioro medioambiental y la corrupción.

Es así que se crea un dinamismo que genera una nueva etapa histórica. Hay que definir políticamente el elenco de las posibilidades reales de las cuales se disponen. Los dinamismos históricos se apoyan en dinamismos sociales. Desde esta perspectiva, nada escapa a la historia. Abarca desde los ecosistemas, e incluye cultura e ideología, además de las relaciones económicas, las personas, las generaciones y los grupos sociales.

El quehacer político es hacer historia, y esta implica crear un proceso y un dinamismo de posibilidades para situarnos de cara al futuro con audacia y creatividad política. Continuaremos reflexionando sobre los aportes del cristianismo para la sociedad democrática.

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