Autor: Oscar Armando Rodríguez
Antropólogo
Resumen
El ensayo pretende presentar desde un enfoque antropológico, el conjunto de aspectos tanto históricos como simbólicos que han posesionado en el imaginario de la pasada generación urbana de San Salvador, una serie de mitos y significados en torno al estilo de vida de una de las familias más antiguas y de mayor presencia socioeconómica en El Salvador durante el siglo XX: La familia Guirola. La cotidianidad de esta familia, la arquitectura de sus mansiones y el origen de su fortuna como la desaparición de la misma, derivó en una serie de relatos íntimos que al trascender a grupos sociales amplios posibilitó la generación de mitos que a través de la tradición oral se fueron consolidando de generación en generación. Desde el enfoque de la antropología urbana, se busca seguir la pista a la construcción de los mitos urbanos desde una perspectiva aproximativa a un tema que se encuentra implícito en el imaginario colectivo de una parte de la sociedad y que en términos proyectivos puede derivar en nuevas investigaciones antropológicas sobre estos fenómenos culturales.
Palabras Claves: mito, significados, oligarquía, imaginario colectivo, linaje.
Cuando se pretende analizar los mitos desde el punto de vista antropológico, se tiende a relegar el mito en sí a un segundo plano del análisis y se vuelve más importante orientar la mirada a la forma en cómo estos se originan y se instalan de manera sólida en el imaginario social y el proceso mismo de traslado de una generación a otra. Y es que los mitos, en tanto ser una expresión cultural de una población determinada, surgen casi de manera imprevista, ambigua y de manera atemporal, pero con el pasar del tiempo se instalan de manera muy directa en el subconsciente colectivo de una generación o de varias continuas; por lo general en la siguiente generación después de la que lo crea.
Pero ¿qué es un mito?, sin necesidad de auxiliarnos de una definición de diccionario y tratando de utilizar el lenguaje más común de nuestro tiempo, asumiremos la postura de (MIRCEA, 2001) que plantea que “un mito significaría todo lo contrario a la realidad”. Esta afirmación en alguna medida puede ser discutible, partiendo que igualmente hay diversas culturas en las que la existencia de los mitos, tanto ancestrales como actuales son el fundamento de la vida misma, y que no se puede asumir de manera radical que estas culturas viven lejos o fuera de una realidad concreta adoptando de manera radical la postura de este historiador de las religiones.
Por su parte, otro de los grandes clásicos de la antropología (LEVIS-STRAUS, 1987), plantea que los mitos son una especie de relato fundador, donde el tiempo es el componente fundamental; pues en la medida el tiempo transcurre, el mito se instala y se enriquece en el imaginario colectivo que es precisamente cuando adhiere la condición mítica. Este mismo autor, establece que para que el mito sea tal, debe reunir una serie de características muy particulares que en el presente ensayo parafraseando es importante enumerar.
En primer lugar, el mito se origina a partir de un relato lógico y hasta coherente. En su origen no es un relato que surge de manera inventada. En realidad, para que de manera individual alguien lo exprese, es a partir de alguna situación o de un hecho objetivo, que en el procesamiento e interpretación mismo y en la medida es trasladado de una persona a otra adquiere una condición subjetiva o mítica. Puede ser a lo mejor un hecho que sucedió realmente o que puede llegar a suceder; más sin embargo, en la mayoría de los casos nadie parece haber sido testigo directo del suceso. De ahí que en algunas ocasiones, la figura del mito puede ser más un deseo colectivo, o también una esperanza, o en todo caso también una expresión de temor o una especie de presagio acompañados de presentimientos. Igualmente puede ser una explicación un tanto improvisada a posibles hechos que han ocurrido y que por su desconocimiento es difícil descifrar.
En segundo lugar, al mito no se le puede seguir el rastro en el tiempo pues es atemporal. Su origen es difuso y no es posible determinar cuándo y dónde se inició, pues se desdibuja en el tiempo a pesar que es precisamente en el tiempo que transcurre cuando adquiere vida. Es muy difícil por lo tanto, por lo menos en la mayoría de las veces, seguir la pista del origen de estas historias que circulan en la vox populi como una especie de leyendas.
La tercera condición importante es que los mitos inician como un relato individual, que en la medida pasa el tiempo se convierten en relatos colectivos de carácter más general. Las historias o los relatos aparecen y se repiten a través de la tradición oral pero también en los medios de comunicación, quienes se encargan de socializarlos. No se podría descartar además la posibilidad que estos relatos fuesen en algún momento elaborado de manera intencionada con algún objetivo en particular como por ejemplo, desacreditar a alguien para obtener algún tipo de beneficios. En otras ocasiones, puede surgir de algún relato que se deforma a partir del original o simplemente de una ficción deliberada que al transmitirse adquiere el valor de una historia real. En este sentido, lo más probable es que estos relatos se tejan en los círculos más íntimos y de ahí se trasladen deformados al conglomerado social.
Entonces, los mitos representan una expresión igual de antigua como la cultura misma y su estructura se mantiene en la mente de las personas así como los miedos, los deseos, las esperanzas y tienden a actualizarse en nuevos formatos que se adaptan de acuerdo al tiempo que a cada generación le toca vivir.
De esta manera y partiendo de las condiciones mencionadas, en El Salvador han surgido principalmente en las zonas tanto rurales como urbanas, diversos mitos que se fueron instalando en el subconsciente colectivo y que a través de la tradición oral se fueron transmitiendo de generación en generación hasta irse fortaleciendo y luego en algunos casos diluyendo.
Entre estos mitos se puede mencionar aquellos que se tejieron alrededor de las familias más pudientes o económicamente más poderosas en El Salvador. Estas familias en la medida tenían estilos de vida cerrados a la vista de la mayoría social, acrecentaban las posibilidades que se construyeran relatos mágicos a su alrededor a partir de la mera especulación social.
A manera de ejemplo podríamos mencionar los casos de las famosas 14 familias más ricas de nuestro país, quienes al ostentar estilos de vida sumamente lujosos y hasta excéntricos, en comparación a los niveles de vida del resto de la sociedad, generaron en la población principalmente en sus empleados más íntimos diversas opiniones en las que se reflejaba ciertos atributos siniestros y mágicos. Además, es de reconocer también que estas familias de manera omnipresente interiorizaron en sus núcleos familiares la idea de ser una clase social portadora de linaje aristocrático heredado por generaciones.
Estos empleados íntimos en realidad no eran los gerentes o administradores de sus empresas o mandadores y caporales de sus fincas y haciendas, sino más bien las empleadas domésticas, los jardineros de sus mansiones y las niñeras de sus hijos, quienes de manera inconsciente trasladaban hacia afuera, información intima del comportamiento privado de estas familias, difundiendo de manera folclórica relatos enigmáticos, como pactos diabólicos para aumentar la fortuna, incestos, emparejamientos entre hermanos a fin de mantener el linaje y otros elementos que en el marco del contexto socio cultural de la segunda mitad del siglo XIX, contribuyeron precisamente a generar una serie de mitos y temores hacia estos grupos familiares.
Obviamente, el poder económico y político de estas familias, el control que ejercían del Estado y de su aparatos coercitivos más la estrecha relación con la alta jerarquía de la iglesia católica, en el marco de un escenario social en que se destacaba una población mayoritariamente católica, con bajos niveles educativos y con un alto nivel de analfabetismo, además de un limitado acceso a los medios de comunicación fueron el caldo de cultivo para que las ideas y relatos mágicos alrededor de estas familias se instalaran en el ideario colectivo a manera de mitos. (ALVARENGA, 2006).
La familia Guirola, mitos y significados en torno a un estilo de vida
La familia Guirola perteneció a ese limitado y selecto grupo de familias que fueron conocidas como las 14 familias de la oligarquía salvadoreña. Estas familias, algunas de las cuales aún continúan teniendo el mismo o mayor poder en nuestro país, iniciaron la acumulación de sus fortunas en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la apropiación, con respaldo y estímulo estatal, de grandes extensiones de tierra que luego dedicaron a la producción y exportación de café. La economía salvadoreña, monocultivista desde su origen, tuvo por casi dos siglos como actividad principal el cultivo y exportación de este producto.
El creciente poder económico de esta familia, como también el poder político que ostentaba, les permitió mantener una serie de lujos y un estilo de vida muy particular que para las costumbres de la época, resultaron ser muy excéntricos y extraños. Entre estos lujos se encuentran las mansiones y casas de descanso que edificaron en varios lugares del país; construcciones en las que se refleja de manera muy marcada la influencia de excéntricos gustos arquitectónicos ricos en detalles de tipo europeo que de manera indirecta alimentaron el origen de diversos mitos y leyendas urbanas en torno a esta familia. Por esta razón, es de reconocer que a pesar de que hayan pasado décadas, estas mansiones se siguen distinguiendo de otras al contar con el sello Guirola.
Y es que el origen de la fortuna Guirola, como la forma rápida en que ésta fue creciendo a partir del “olfato” comercial de los patriarcas de la familia, generó una serie de especulaciones de posibles “pactos diabólicos” de esta familia, que de acuerdo a la “vox populi” de la época, le permitieron precisamente amasar una fortuna cada día más inmensa y lógicamente ganarse ante los círculos sociales el mote de familia siniestra. Para la población más cercana a esta familia, “el pacto diabólico” sostenido, exigía a los Guirola a cambio de la fortuna, realizar una serie de prácticas rituales y edificar en sus propiedades, mansiones en el interior de las cuales debían realizar ritos satánicos.
A estos elementos se agrega además, que la fortuna Guirola fue dispersándose y desapareciendo de forma acelerada en la segunda mitad del siglo XX, el apellido fue perdiendo poder e influencia política y económica y durante esas décadas, se sucedieron las muertes trágicas de varios miembros de la familia.
En la actualidad, estas mansiones, principalmente las tres que se encuentran ubicadas en Santa Tecla corren suertes diversas. La primera en el centro de la ciudad, una segunda en Las Colinas, en las afueras de la misma ciudad y la tercera donada por la familia a principios del siglo XX para albergar el hogar de niños Adalberto Guirola en el mismo municipio. La mansión ubicada en el centro de la ciudad, esquina opuesta del parque San Martin, hoy se ha convertido en un lugar tomado por vendedores ambulantes y destinada al alquiler de puestos de ventas varias mientras sus paredes, cornisas y ventanales que una vez deslumbraron con su belleza hoy lucen a punto de sucumbir.
La segunda mansión, ubicada en Las Colinas, también en Santa Tecla, fue abandonada después del terremoto del 2001, luego de haber sido testigo silencioso del deslave del cerro que mató a más mil personas en cuestión de minutos en la Colonia Las Colinas. Las toneladas de tierra, que en forma de deslave destruyó casas y vidas, pasó como un torrente a pocos metros de la mansión Guirola sin provocarle daño alguno. Quizá este hecho puntual puede ser uno de los últimos sucesos que de una u otra forma seguirá contribuyendo a alimentar en el ideario social, el mito del pacto satánico de la familia Guirola, partiendo que ante este tipo de hechos inexplicables (el que la mansión quedara intacta luego del terremoto) se busque expresar una opinión o quizá una conclusión en alguna medida más influenciado por la especulación y por el recuerdo excesivo que aún pesa sobre los hechos que en su origen motivaron el surgimiento de los mitos.
La semilla de los Guirola
El origen de la familia Guirola en El Salvador es un dato que continúa siendo muy difuso, pues ningún autor expresa de manera concreta en qué momento es que esta familia llega a nuestro país. Sin embargo, existen datos dispersos que plantean que el primer Guirola de origen español, de nombre Rafael María Guirola, llegó a Zacatecoluca, en el Departamento de La Paz en la primera mitad del siglo XIX y se quedó a vivir de manera permanente en ese municipio. Desde su llegada se dedicó al comercio diverso y al poco tiempo contrajo matrimonio con la señora Gertrudis de la Cotera y González, quien era de padres españoles pero nacida en Zacatecoluca. Con la Señora De la Cotera procrearon su primer hijo a quien nombraron Ángel Guirola de la Cotera, a quien en la adolescencia envían a estudiar a Guatemala.
Durante los años que el patriarca de la familia Guirola permanece en Zacatecoluca se dedica a diversos negocios, primero en la producción de añil, luego café y posteriormente invirtiendo en la naciente banca. Durante muchos años se dedica de manera simultánea a los tres tipos de negocios y entre las acciones que más se destacan, en el año 1885, es la fundación por parte de esta familia del Banco Particular de El Salvador, que posteriormente adopta el nombre de Banco Salvadoreño.
Las posesiones de la familia Guirola en Zacatecoluca fueron inmensas, y estaban constituidas principalmente por fincas y haciendas. La población de Zacatecoluca llegó a considerar que los Guirola eran los dueños de todo o casi todo lo que existía en ese pueblo. Es más, a partir de la deformación en la pronunciación del apellido por parte de la población de ese municipio, quienes al referirse al apellido lo deformaban pronunciando “virola” a diferencia de Guirola, es que a las personas oriundas de Zacatecoluca se les denomina con el gentilicio de viroleños.
Ángel Guirola de la Cotera se casa en New York, en 1859, con Cordelia Duke Alexander y tienen varios hijos: Rafael, Adalberto (quien muere en 1906) Ángel, Eduardo, Julia, Lulú y Matilde, todos con los apellidos Guirola Duke. Esta generación de los Guirola, se traslada a Santa Tecla, donde se apropian de diversas fincas cafetaleras. Las propiedades de los Guirola en este municipio, al igual que en Zacatecoluca son tan extensas que la vox populi de la época comentaba que los Guirola eran los dueños de toda Santa Tecla (ACOSTA, 2014).
Para el caso, entre 1887 a 1898, todos los alcaldes que se suceden en Santa Tecla provienen de la Familia Guirola, quienes también tuvieron diputados, alcaldes en otros municipios y hasta un presidente durante algunos meses del año 1884. En Santa Tecla, la familia entregó a la municipalidad, en carácter de donación, un terreno destinado para el cementerio General de Santa Tecla y junto a este cementerio, la familia Guirola decidió dejar un área para su propio cementerio particular y privado donde enterrar a sus propios muertos. Este cementerio particular existen tumbas de la familia Guirola desde finales de 1800, cuenta con mausoleos de estilo gótico, greco y romano y sobresalen detalles e imágenes divinas esculpidas en mármol traído de Europa (PAGANO, 2013).
Ángel Guirola Duke, participa en 1919 como candidato a la presidencia y en enero de 1932, en el marco de la insurrección indígena, se pone a la cabeza de la contrarrevolución para reprimir a los sectores populares que se habían alzado en armas, principalmente en la zona occidental del país. La postura política conservadora de Ángel Guirola, lo llevó a defender de manera violenta los intereses de los sectores más reaccionarios de la oligarquía cafetalera agroexportadora.
Su hermano, Eduardo Guirola Duke, instalado en Santa Tecla y dueños de casi todas las fincas que rodean la ciudad, donó la Finca El Cafetalón a la municipalidad y en esta ciudad contrajo matrimonio con la costarricense Marta Valverde Carranza. Esta pareja tiene como hijos a Eduardo y Enma Guirola Valverde.
Eduardo se casa con la estadounidense Amelia Shields (Mimí), con quien construye en 1906, la mansión Guirola ubicada en Las Colinas y tienen tres hijos; Cynthia, Eduardo y Tomás Guirola Shields.
Este breve recorrido genealógico por varias generaciones de los Guirola, muestra el crecimiento de los miembros de la familia y la dispersión del apellido en todo el país a la par del crecimiento mismo de la fortuna. También, algunos datos muestran que esta familia a pesar de su fortuna no estuvo en ningún momento exenta de tragedias; hay registros de diversos eventos trágicos que terminaron con la vida de varios integrantes de la familia Guirola. Esto igualmente contribuyó a alimentar la leyenda urbana del pacto diabólico originado por el patriarca de la familia para hacerse de fortuna.
En los 60´s, Enma Guirola y su esposo vivían en un lujoso apartamento en París, y mueren en un trágico accidente mientras paseaban en un vehículo por los bosques de la campiña francesa. De acuerdo a la noticia de la época, los esposos Guirola conducían a junto a un camión cargado de troncos y estos se soltaron en plena marcha impactando en el vehículo de los esposos quienes murieron en el impacto. El hermano de Emma, Eduardo viaja a Paris al sepelio de su hermana y muere igualmente en otro accidente de tránsito el mismo día de su llegada a aquella ciudad europea. (GONZALEZ, 2015)
Trágico también es el accidente que sufrieron los tres hijos de Ricardo Guirola, – dos niños y una niña- en la década de los 50´s, cuando se conducían hacia su residencia de descanso en el lago de Ilopango. Al momento del percance, la calle se encontraba resbaladiza debido a las fuertes lluvias y el conductor del vehículo perdió el control y se estrelló contra un poste de energía eléctrica. Los tres niños Guirola no murieron en el impacto, pero murieron luego a raíz de una fuerte descarga eléctrica de un cable de alta tensión que había caído sobre el vehículo a raíz del accidente y que el motorista trató de separar sin soltarse de la puerta del vehículo haciendo un efecto de puente de la electricidad que viajó por todo el carro estando los niños dentro. Los tres infantes murieron en el instante. En el Liceo Salvadoreño, en San Salvador, colegio donde estudiaban los tres niños, se construyó en memoria de los tres el Jardín Guirola (GONZALEZ, 2015).
La arquitectura excéntrica y el sello Guirola
De las tres mansiones de los Guirola en Santa Tecla, en la actualidad solamente una de ellas es la que muestra el esplendor de la familia. La casa Hogar Adalberto Guirola fue construida entre 1900 y 1905. Está ubicada sobre la 7a. Avenida Sur y forma parte del inventario de inmuebles con valor patrimonial de la Secretaria de Cultura de la Presidencia. Actualmente, el edificio alberga a 106 niños huérfanos, en su mayoría varones cuyas edades oscilan entre los cero meses a tres años.
La propiedad fue donada por Ángel Guirola de La Cotera, luego de mandar a instalar, a manera de homenaje, una estatua en la entrada principal del edificio que simboliza la caída en combate de su hijo, el coronel Adalberto Guirola, quien murió librando la guerra de El Salvador con Guatemala en 1906. Esta guerra como ya es conocido fue liderada en su momento por el entonces Presidente de la República General Tomás Regalado.
Desde afuera de esta mansión Guirola, entre las rejas de hierro que la rodean es posible ver los detalles arquitectónicos que la mansión continúa exhibiendo de manera intacta, un amplio jardín, los retocados de las cornisas y los pilares que sostienen su frontón principal.
La segunda mansión Guirola en Santa Tecla, se encuentra ubicada esquina opuesta al Parque San Martin y que por la mayoría de los tecleños fue conocida como La casa Guirola o de “Las Águilas o de los zopes”, debido a los dos enormes pájaros de mármol que en algún momento estuvieron en la parte alta de la mansión. Es una obra arquitectónica diseñada al estilo francés, que data de finales del Siglo XIX; sin embargo, actualmente en lo interno como en lo externo presenta serios daños en su fachada que se han venido acumulando desde los años 80´s. A pesar de tener mucho valor histórico este edificio no ha sido posible reconstruirlo; por el contrario, poco a poco el lugar ha sido invadido por vendedores ambulantes. Con la presencia de estos se ha perdido la visibilidad que antes se tenía de los hermosos portales ubicados en el entorno de la propiedad.
De acuerdo a (LARA, 2015) al referirse a la mansión dice que esta “flotaba en el espacio. Poseía una fachada grecorromana de amplios ventanales y balcones en hierro forjado, que ostentaba el monograma del linaje”; en el interior de la mansión se denotaban esculturas en mármol y bronce, columnas y libreras de fina madera empotradas en las paredes del estudio, y una completa mueblería traída desde el extranjero.
En uno de los artículos citados (GONZALEZ, 2015) comenta que la “Casa de las Águilas”, como popularmente era llamada fue construida a principios del siglo XX y en este mismo artículo se cita al arquitecto Joaquín López, quien argumenta que “la casa es una fusión de estilos entre el Greco y el romano. En su construcción se utilizó materiales como lámina troquelada importada de Bélgica, balcones forjados, detalles en mármol. Algo que resalta son las hojas de café, representadas por pequeños relieves en el exterior”. La residencia situada frente al Parque San Martín ocupa media manzana de construcción, sus pisos con ladrillos antiguos hoy lucen desgastados. El encielado estaba hecho de madera tallada y decorada de manera artesanal. Además, contaba con lámparas de cristal de roca cortada, importada de Austria.
Esta mansión la mandó a construir Rafael Guirola Duke para vivir con su esposa Concha Meléndez y sus hijas Violeta y Concha. Otro elemento sospechoso, propenso a la especulación es que cuando la residencia iba a ser finalizada, la señora Concha Meléndez de Guirola murió en Los Ángeles California y la celebración por la inauguración de la casa, lejos de ser una fiesta, se convirtió en un en velorio, abonando aún más los hechos misteriosos en torno a la familia.
Sobre esta mansión la vox populi comenta que en su interior había una habitación que se encontraba tapizada de todo tipo de monedas y billetes de varios países; habitaciones en las cuales -se dice- se practicaban sacrificios humanos y supuestas fiestas sexuales que esta familia llevaba a cabo, practicando toda clase de perversiones hasta con caballos. De toda esta depravación, cuenta la tradición oral, que el Sr. Guirola procreó un hijo de formación monstruosa, que para que no fuese visto por la población vivió muchos años encadenado al cuidado de una nana y en las noches se escuchaban sus gritos desde los lugares más cercanos a la mansión.
El imaginario y los mitos urbanos sobre los Guirola
Cuando se pasa por el lugar donde sucedió el derrumbe de Las Colinas, no se puede evitar mirar lo que quedó del cerro causante de la desgracia. El paisaje luce desolador en el espacio donde antes estuvieron muchas casas y familias que quedaron soterradas por el terremoto.
En el futuro seguramente más de algún arqueólogo podrá realizar excavaciones en ese lugar y podrá descifrar la cotidianidad de las familias al momento de la catástrofe. Mas sin embargo, por el momento el espacio no pasa de ser un pequeño jardín, una champa de comida y una venta de lajas de piedra. Unos metros arriba en la ladera del cerro y entre la fronda se esconde la mansión que la familia Guirola mando a construir a principios del siglo XX. Una casa que no se puede apreciar a simple vista desde la calle pues se encuentra tapada por la vegetación de la ladera de La Cordillera del Bálsamo.
Don Manuel es el vigilante que durante años ha cuidado de manera solitaria la mansión de las colinas que una vez perteneció a la familia. Es moreno y de ojos negros, delgado y en sus manos se nota que se ha dedicado en su larga vida a trabajos duros. Me comenta que se dedica al oficio de cuidador de esta casa desde los tiempos en que la señora vivía en ella. Lo conocí cuando llegué hasta el portón de la calle rústica que sube hasta la mansión. Llegue hasta ahí por la curiosidad de conocer la mansión por dentro, pero con mucha incredulidad de poder entrar. Muy gentilmente y a cambio de “algo” después de algunas palabras intercambiadas me dijo que podía entrar y que me guiaría. Caminé muy cerca de su cuerpo delgado por la calle polvosa, más por protegerme de los dos enormes perros que lo acompañaban. Después de pasar por un callejón lleno de palmeras, la mansión se me presenta en toda su dimensión. Es enorme y blanca, y tiene cuatro gruesas columnas que me hacen recordar alguna foto de la casa blanca.
Un taller mecánico, varios vehículos viejos en abandono y una fábrica, más dos residencias, es lo único que se encuentra en las proximidades de la casa solitaria. Subir caminando es la única manera de llegar a la mansión pues el camino no está pavimentado; además, hay dos enormes perros que le interrumpen el paso a cualquier curioso.
Una desvencijada cerca de alambre de púas y palos es el primer límite que existe entre el camino y la mansión. Luego un portón de madera con el rótulo “perro bravo” advierte a las personas que se acercan que esa es una propiedad privada y que no hay acceso a ella.
Desde el terremoto de enero de 2001, esta casa de los Guirola quedó deshabitada. Curiosamente la mansión no sufrió mayor daño, pues el torrente de tierra y árboles pasó como lava a pocos metros de las paredes y del jardín exterior. Por uno de los ventanales, desde dentro de la casa, puede verse la huella del torrente de tierra seca que pasó dejando la muerte a su paso, y pareciera como que en el deslave el río de lodo desvió su camino para no tocar la casa. Y por eso a la mansión no le pasó nada; y no le pasó nada, porque está embrujada me dice don Manuel, como justificando aún más las leyendas y mitos que circulan alrededor de la familia Guirola, quienes fueron sus patronos.
Eduardo Guirola Valverde, nieto de Ángel Guirola, y Amelia “Mimí” Shields de Guirola eran los dueños de “La Casona” ubicada en la finca Amantla, de la Colonia Las Colinas, en Santa Tecla. La mansión se construyó en el año 1906 y en ella vivían Eduardo, Amelia y sus tres hijos Eduardo, Tómas y Cynthia. Al principio, la casa albergaba alrededor de 34 personas si se cuentan a las empleadas domésticas, vigilantes y jardineros que en su mayoría eran de origen campesino y originarios en su mayoría de los alrededores.
El narrador de historias de fantasmas
Don Manuel me cuenta que en la casa también estaba el hijo raro de la pareja. “Del hijo deforme dicen que la señora no dejaba que nadie lo viera (…) en el cuarto lo mantenía encerrado”, comenta, al preguntarle sobre la historia que en la familia Guirola había un hombre monstruo, que había sido hijo de Eduardo y Mimí.
Desde hace 11 años, es Don Manuel el único que se mantiene en la casa. “Ya casi nadie viene; solo curiosos se acercan” comenta. Esto tras el terremoto que ocasionó que Amelia Guirola abandonará la casa. Unos días antes del terremoto, sin imaginar lo que sucedería, la mansión de los Guirola fue vendida a una familia de apellido Cafatti, que según Don Manuel son de origen “turco”. Los nuevos dueños compraron la casa con la intención de restaurarla y luego habitarla, pero el Señor Caffati misteriosamente perdió dinero en el extranjero y esto lo llevó a perder la casa y quedar en quiebra.
Al entrar a la mansión se puede respirar el olor característico a madera, polvo y humedad. En medio de una luz mortecina, mientras subimos unas escaleras tipo caracol con las baldosas gastadas, Don Manuel comenta como la señora Guirola bajaba hasta el sótano de la casa por una puerta secreta a realizar sacrificios humanos. “La sangre la ocupaba para hacer los ritos y en esa parte guardaba unos búhos que ocupaba en cada sacrificio para que tuvieran validez y hacía la oración que la ayudaba a tener pistillo”, dice Don Manuel al empezar el tour por la casa.
“La casa embrujada” como le llaman otras personas tiene muchas puertas de entrada y de salida, varios dormitorios y salas de estar y en la parte de arriba hay varios baños con azulejos desteñidos. Efectivamente, Don Manuel respalda el mito que la familia tenía pacto con el diablo al mostrar una parte de la casa donde era la biblioteca; por toda la pared luce una serie de estantes de madera empotrados que aún mantienen su color natural. Ahí a un lado se encuentra una chimenea que al acercarse puede verse como una espacie de grada que daba hasta el pozo adonde se lanzaban los cadáveres de las muchachas que sacrificaban. Al final me guía hasta la habitación principal donde permanecía “ella”; es la segunda planta y tiene una terraza que da a la ciudad. Me señala una vieja mecedora de mimbre donde dice que “la señora se sentaba a hablar a saber con quién”.
El cuidandero comenta que durante los primeros 4 o 5 meses de empezar a cuidar el solo la mansión le sucedían cosas extrañas. “Hacen cosas para ver si uno aguanta o se va” es la explicación que propone Don Manuel para las manifestaciones que le sucedieron en los primeros meses de su estancia. Dice que le movían la cama y le agarraban los pies, las manos y la cabeza pero que cuando veía que no había nada rezaba y dejaba de suceder.
Al salir de la casa caminamos entre los árboles por un sendero que tiene algunos claros desde los cuales se ve toda Santa Tecla. Dice que nos enseñará un túnel por donde los señores se trasladaban hasta las otras casas que tenían en la ciudad. Desde el sendero, nos señala en una parte baja una especie de cueva pequeña cerrada por una reja de hierro; en la entrada se ve todo oscuro y cubierto de monte. Nos dice que tienen muchos años de no abrirla.
El 22 de septiembre de 2002, “Mimi” Guirola murió a los 81 años en Santa Tecla. La última señora Guirola murió sin dinero y sin recordar que hacía muchos años, en tiempos de abundancia, había guardado un lote de joyas muy valiosas en un banco de Pennsylvania, que al pasar los años sin recibir ningún reclamo consideró las joyas no reclamadas como de su propiedad y procedió a subastarlas.
Cynthia Guirola, la hija menor, murió en 2008 por sobredosis de alcohol y drogas, y Eduardo desapareció luego de ser secuestrado en los años ochenta del siglo pasado. Varios años después de la muerte de Mimí, su segundo hijo, Tomás Guirola Shields, encontró entre los viejos muebles de la mansión, un testamento que su madre había firmado en 1975, en cuyo contenido su madre Mimi heredaba todo lo de ella únicamente a sus dos hermanos que a esa altura ya habían fallecido.
Referencias:
1)ACOSTA, A. (2014). LOS ORIGENES DE LA BURGUESIA DEEL SALVADOR, EL CONTROL DEL CAFÉ Y EL ESTADO 1848-1890. SAN SALVADOR: UNIVERSIDAD FRANCISCO GAVIDIA.
2)ALVARENGA, P. (2006). CULTURA Y ETICA DE LA VIOLENCIA. EL SALVADOR 1880-1932. SAN SALVADOR: DIRECCION DE PUBLICACIONES E IMPRESOS.
3) GONZALEZ, M. (7 de ABRIL de 2015). EL DATO (Visto el 12 de abril 2016 a las 20:00 horas) . Obtenido de http://eldato.com.sv/2015/04/07/el-sello-guirola/
4)LARA, A. D. (17 de NOVIEMBRE de 2015). LA CASA DE LAS AGUILAS . DIARIO CO LATINO (SUPLEMENTO TRES MIL), pág. 17.
5) MIRCEA, E. (2001). MITOS, SUEÑOS Y MISTERIO. BARCELONA: KAIROS.
6) PAGANO, G. (8 de MAYO de 2013). http://leyendas.about.com/ (visto el 11 de abril del 2016 a las 20:30). Obtenido de http://leyendas.about.com/od/leyendasporpais/a/La-Leyenda-De-La-Siniestra-Familia-Guirola.htm
7) -STRAUSS, C. L. (1987). MITO Y SIGNIFICADO. MADRID: ALIANZA EDITORIAL.
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