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Apuesta económica

Luis Arnoldo Colato

Nuestro país padece de limitadas condiciones de desarrollo económico merced a condicionantes tales como nuestra historia, el territorio, la educación, ausencia de recursos naturales, etcétera.

Geográficas, por no encontrarnos en el radio de las rutas comerciales marítimas, a lo que debemos sumar las de carácter económico estructural, favorecedoras de apenas el 1 % constituido por las élites [BID/FMI/BM], denegando al resto la movilidad social, que para colmo, además secuestran a la institucionalidad estatal para así incrementar sus riquezas, no como producto del trabajo, sino mediante el ejercicio de crudas trampas de las que siempre resultan airosos.

Por ejemplo, a los limites territoriales que tenemos debemos añadir el que las ventajas que supone el origen volcánico de nuestra tierra y su consecuente fertilidad, lo que favorece por principio la diversidad productiva agrícola, desde la superestructura se ha opuesto el proyecto de enriquecimiento para las élites, las cuales han volcado al estado a favorecerles imponiendo el monocultivo.

En algún momento fue el añil, luego el café, algodón, y ahora, la caña de azúcar.

Cabe subrayar en este punto que la imposición de los diferentes monocultivos a nuestros pueblos originarios no se ha sucedido sin resistencia de su parte, en eventos como la disolución de las tierras ejidales a finales del siglo XIX, o los alzamientos consecuentes que cuarenta años después se sucedieron a lo largo y ancho del territorio nacional, principalmente en occidente sí, por también en otras áreas como San Marcos, Santo Tomás y Santiago Texacuangos, aunque sea menos referido [Historia de El Salvador, tomo 2].

Tales episodios fueron saldados cruentamente por los regímenes militares respaldados tanto por la oligarquía terrateniente y financiera, como por EE. UU., quién incluso puso a disposición del gobierno de facto, aquel 1932, el poder de fuego concentrado con el que podría “apoyarlo” desde las dos embarcaciones de guerra que frente a las costas estacionó aquel país para cubrir aquel evento y en el ánimo de defender a la democracia.

¿Cuál democracia?

La misma que defendió la policía y la armada de ese país en las calles de todos los EE. UU. luego del crack del ’29. En nuestro caso empero, la apuesta por los diferentes monocultivos citados no acabó bien nunca, pues al añil fue opacado por la creación de tintes artificiales; al algodón, los textiles basados en hidrocarburos, al café la introducción del modelo neoliberal a través de bienes y servicios; y en breve y a la caña, por la producción y sustitución de azúcares y alcoholes basados en la lúcuma y el xilitol, por el consumo menor de agua y menores efectos adversos a la salud que implican estos.

Como sea, si exploramos objetivamente nuestra historia, como las condicionantes territoriales, geográficas, culturales y poblacionales, sin dificultad nos daremos cuenta que apostar a un único giro nuestra economía siempre a sido equivocado, no solo por las pérdidas materiales que ello implico, sino y en particular porque a profundizado las diferencias de clase con su respectivo coste en vidas consecuente.

Entonces la cuestión es aprender de la historia.

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