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Aquel 28 de febrero no debe repetirse jamás

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Recientemente la Asamblea Legislativa declaró el 9 de febrero Día del Golpe de Estado Fallido, y los recuerdos de intensa vivencia de funcionarios, empleados, periodistas, que ilustraron aquél golpe que inició el tenaz intento del presidente de instaurar una nueva dictadura.

Ese recuerdo permite ver en perspectiva y debe llevarnos a tomar la mejor decisión el próximo 28 de febrero, a la hora de votar, ojalá definiendo una legislatura equilibrada, en vez de regresarnos a aquel otro 28 de febrero de 1977, en el que los militares y la oligarquía impusieron la continuidad de la vieja dictadura contra la voluntad del pueblo.

¿Qué pasó el 28 de febrero de 1977? Pasó que el uso político de la fuerza armada perpetró el fraude en las elecciones presidenciales, en las que la ciudadanía había expresado con su voto la voluntad de dejar de vivir bajo la dictadura, eligiendo una formula, una coalición y una propuesta política distinta al PCN de entonces.

El Consejo Central de Elecciones (CCE) de aquella época, toleró el asalto de urnas por parte de militares, la captura de organismos electorales completos y practicó así el relleno de actas a su gusto, y desconoció la voluntad del pueblo en favor de la UNIÓN NACIONAL OPOSITORA (UNO).

El pueblo se lanzó a las calles por muchos días, los recursos ante el CCE fueron ignorados. El centro de la demanda para respetar la voluntad popular fue la Plaza Libertad, varias cuadras a sus alrededores eran ocupadas día y noche por miles de salvadoreños que venían de todas partes; los trabajadores pararon labores, los campesinos cercaron los caminos, y los trabajadores del sector eléctrico anunciaban unirse al paro.

A las 12 de la noche del 28 de febrero, el padre Alfonso Navarro ofició misa en la Plaza, minutos después el centro capitalino fue ocupado por la fuerza bruta de las armas del ejercito y los distintos mal llamados cuerpos de seguridad, tanques y armas de todo tipo llegaron a aplastar la protesta popular.

Con altavoces anunciaban que debía desocuparse la plaza en cinco minutos; los coroneles Munguía y Claramount se dirigieron al pueblo, la Iglesia el Rosario abrió sus puertas, y miles de salvadoreños en medio de los fusiles y machetes salieron hacia el oriente de la ciudad, mientras los que llenaron la iglesia fueron atacados rompiendo vitrales para lanzar gases lacrimógenos.

La Cruz Roja y la dirección de la UNO lograron negociar la salida de la gente, al amanecer quedaba solamente un pequeño grupo de dirigentes de la UNO. Y la fuerza bruta se lanzó entonces a reprimir los grupos pequeños que sabiendo lo que pasaba llegaban a apoyar.

Aquello fue el inicio de un aprendizaje: No se puede cambiar la dictadura por la vía electoral, y miles de personas se incorporaron a las organizaciones político militares que habían comprendido antes que ese momento llegaría.

Al pueblo no lo detuvo la ley de garantía y seguridad del orden público, que impedía reuniones con más de seis personas, como el río irrumpe y crea los causes, así el pueblo se incorporó y encontró el camino, lucho contra la dictadura.

Dieciséis años después se firmó la Paz, que ha permitido recuperar el valor de la voluntad del pueblo en las urnas en 18 procesos electorales (sin contar segundas vueltas o repeticiones locales), en los que se comprendió que el Ejército no se meta en política, ni los partidos pueden usar armas para llegar a organismos de poder gubernamental.

En las manos de la ciudadanía está evitar que se legalice la dictadura. Si el 28 de febrero salimos a votar masivamente, con libertad, por la opción política y candidatos que nos parezcan en la pluralidad existente.

Si esta oportunidad se pierde, si el Ejército y la Policía se meten para inclinar la balanza y conseguir los deseos del presidente Bukele; estaríamos bifurcando el camino que con tanto sacrificio construimos entre todos los salvadoreños.

El Ejercito y la Policía deben apartarse del partidismo político en estas elecciones. Mucho costó a las generaciones anteriores construir un camino en paz para que se dispute el apoyo popular con elecciones libres.

Las distorsiones groseras de sacrificar a los municipios con impago del FODES y violando la Constitución no pagando la deuda política a los partidos, y usando los casi diez mil millones de dólares en ingreso del gobierno en el año 2020, son groseras distorsiones en la competencia electoral.

Eviten agregar a ello, el uso de las armas estatales contra los opositores, o estaremos ante el inicio de un ciclo histórico similar a aquel 28 de febrero de 1977. En todo caso, otra vez el pueblo encontrará el camino para no vivir en dictadura.

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