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Aquel 30 de julio que nos enseña

Nueva fotografia_BITACORA_TRESMILMauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil

Existen gestas históricas que están presentes a lo largo de nuestra historia. Gestas que nos muestran nuestra naturaleza inclaudicable y la capacidad de una persona para defender sus derechos o para hacerlos cumplir aún ante la voracidad de los represores.
Podemos enumerar una larga lista de héroes, cialis ed heroínas y mártires que pagaron con su vida la temeridad de hacer lo correcto, stuff después de hablar o de actuar. El listado es largo y lleno de hidalguía, tal como lo demuestra el muro de los mártires en el Parque Cuscatlán.
Entre esos nombes esta el del inmortal Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el profeta mártir que exigió el cese a la represión y fue asesinado por un francotirador mientras oficiaba misa, como una terrible tragedia griega en pleno siglo XX en El Salvador, así como el resto de historias que conocemos de esos años. Rutilio Grande es otro caso, quien decidió vivir su vida al lado de los oprimidos para saldar las deudas de una sociedad y un gobierno que se limitaba a suspenderles sus derechos y murió ahí, en El Paisnal junto a su puebo que lo sigue recordando como un héroe y un mártir, así como un ejemplo de humildad y compromiso.  Y siempre regresa a mi el recuerdo de ese valiente Francisco Chávez Galeano que a pesar de verse cercado decidió enfrentarse solo  a la Guardia Nacional en 1944, lo que valió un poema de Pedro Geofroy Rivas (Muy bien Pacho Chávez).
Sin embargo, esa histórica marcha del 30 de julio de 1975 retumba en mi mente con fuerza, miles de jóvenes estudiantes y maestros se toman la 25 avenida y marchan pidiendo justicia y cese a la represión, con tanta valentía en un tiempo en que todas las voces son calladas con balas y torturas. En esos años se tomaron la calle y continuaron su andar clamando hasta que los tanques y los fusiles les detuvieron el paso y comenzaron la carnicería, creyendo que con matar se acababa la lucha. Muchos se arrojaron por el paso a desnivel de la Juan Pablo II, otros se refugiaron en los talleres cercanos, la juventud corría. Los cuerpos represivos no sólo llegaron a barrer en la zona, horas más tarde pasaron los camiones cisternas para borrar la evidencia que reflejaban los mares de sangre y cadáveres. Pero, la historia es imposible burlarla y todo llega a saberse.
A pesar de que los años siguen su cauce, ese fatídico día sigue presente cada 30 de julio. La pretensión de callar los reclamos sólo obtuvo una marcha inmortal que se repite cada año y que continua siendo una oportunidad para reclamar los derechos y recordar la historia, rememorar a esos mártires y a esos héroes que perdieron la vida entre las balas y el odio, así como robustecer el espíritu de sus sobrevivientes que aún continúan luchando por un mejor El Salvador, como en esa marcha del 30 de julio histórico.

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