Álvaro Darío Lara
Escritor
Entre café y café, restablecedor, después de las pasadas fiestas de fin de año, don Marlon Chicas, el tecleño memorioso, vuelve a la carga, ahora evocándonos a todos esos queridos bebedores consuetudinarios, nuestros “bolitos”, que han alegrado la vida de todos los pueblos y ciudades, desde que el mundo, es mundo. He aquí, entonces, un feliz recuento, cuyo punto de partida es el antiguo y populoso barrio “El Calvario” de Santa Tecla.
Escuchemos a don Marlon: “Bolitos hay para todos los gustos y edades, por ejemplo: Bailarín, donde escucha música danza irresistiblemente; Sonriente, se ríe sin causa justificada; Bochinchero que busca pleito donde sea; Llorón, que derrama lágrimas a moco tendido; Callado, que después de un par de tragos no habla; Amigo, que encuentra en uno, a su alma gemela, aunque nunca nos hayan presentado; Poeta, que gusta de declamar larguísimos versos; Religioso, que se sabe los versículos claves de la Biblia; Patriota, que todos los días del año reza la oración a la bandera, y canta el himno nacional; Karateca, que se siente hermano de Bruce Lee; Bilingüe, que dice hablar inglés u otros idiomas (incluso latín y sanscrito); Catedrático, que argumenta haber trabajado en universidades; Agente de tránsito, que siempre da vía a los peatones o conductores; Soliloquio, que siempre está hablando solo; Bolseador, que al menor descuido hace de las suyas con lo ajeno; Pedigüeño, que siempre pide para “dizque comer”; Dudoso, que después de un par de tragos se le moja la canoa; Cunetero, que se queda “fondeado” en cualquier lugar, ya sea en invierno o en verano; Latín Lover, que siempre anda enamorando a las féminas; Químico, experto en nuevas fórmulas etílicas; Mandadero, que es enviado a comprar el guarito; Razonero, que lleva y trae recados a cambio de propinas; Bultero, que carga cosas por unas monedas; Músico, que emite sonidos de trompeta u otros instrumentos; Técnico, que presume de conocer de fútbol nacional e internacional; Gritón, que emite improperios en la vía pública; Cantante, aunque desafinado, pero canta; Pastor, que comanda una manada de chuchos; y finalmente, Zumbero, que bebe hasta morir”.
Don Marlon, recuerda, con los ojos humedecidos, a sus queridos coterráneos, los incomparables bolitos tecleños que fueron la alegría de chicos y grandes, en esos años que no volverán: El Chino, la Pulga, Lágrima, Socadito, Pelón, Cabra, Chino Pintor (consumado artista de los murales de la parroquia de “El Calvario”), entre otros; y a algunas damas que también honraban al Dios Baco. Asimismo estancos que fueron la mar y sus conchas, como la de don Chabelo, Chico Chile, El Almendro, Aquí me quedo, y todas los que pasaron a mejor vida; y por supuesto, a las cantinas y salones vigentes: La tía Vilma, El Caballo, el Oriental, y el más famoso, por sus esculturales bellezas, La Pepa.
Por nuestra parte, gratitud infinita a don Marlon, que, cual Funes el Memorioso, en el célebre cuento de Borges, continuará este año, recordándonos hermosas y divertidas historias.
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