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Aramco, el mastodonte petrolero responsable de la prosperidad saudita

Riad / AFP

La gigante petrolera estatal Aramco ha generado una riqueza colosal a Arabia Saudita desde el descubrimiento del primer yacimiento en el país en 1938, llamado «pozo de la prosperidad».

El sábado, un ataque con drones contra sus instalaciones generó la suspensión de la mitad de su producción, es decir del 6% del suministro mundial, lo cual hace temer una pérdida de confianza de los inversores en un momento en que la empresa energética más grande y rentable del mundo se prepara para cotizar en bolsa.

Aramco nace de un acuerdo de concesión firmado en 1933 por el gobierno saudita con la compañía estadounidense Standard Oil Company of California. La prospección comienza en 1935 y tres años después, el petróleo comienza a brotar.

En 1949, la producción de petróleo alcanza un nivel récord de 500.000 barriles por día (mbd) y sigue aumentando tras el descubrimiento de otros grandes campos petroleros como Ghawar, el mayor del mundo, con unas reservas probadas de 60.000 millones de barriles.

En 1973, en pleno ‘boom’ de los precios del crudo vinculado al embargo petrolero árabe contra Estados Unidos por su apoyo a Israel, el gobierno saudita adquiere el 25% de Aramco, con lo cual el porcentaje del Estado aumenta a 60% y se convierte en accionista mayoritario.

En 1980 la empresa es nacionalizada y ocho años después rebautizada Saudi Arabian Oil Company o Saudi Aramco.

Desde los años 1990, Aramco ha invertido centenares de miles de millones de dólares en proyectos de expasión y su capacidad de producción actual es de 12 millones de barriles diarios.

Hoy, Aramco posee unos 260.000 millones de barriles de reservas probadas de crudo, lo cual convierte a Arabia Saudita en el segundo país del mundo con mayores reservas, por detrás de Venezuela.

La compañía también tiene filiales y refinerías en otros países y redes de oleoductos nacionales e internacionales.

El pasado abril el grupo publicó sus cuentas por primera vez y anunció un beneficio neto de 111.100 millones de dólares (99.500 millones de euros) en 2018, una cifra un 46% superior a la del año anterior, y unos ingresos anuales de 356.000 millones de dólares (319.000 millones de euros).

La transparencia en sus cuentas es un requisito previo a la salida a Bolsa, una etapa que se concibe como la piedra angular de un plan de reformas llamado «Visión 2030»,  liderado por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán para diversificar una economía muy dependiente del petróleo.

Riad confía en obtener unos 100.000 millones de dólares (89.000 millones de euros) en esta operación, al vender el 5% de su capital. Su entrada en bolsa se ha retrasado en varias ocasiones debido a las condiciones poco favorables de los mercados.

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