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ARENA debe reconciliarse con la verdad sobre Mons. Romero

Carlos X. Colorado

Durante la acostumbrada adoración arenera a la tumba del fundador del partido Roberto d’Aubuisson, el candidato de ARENA a la presidencia Carlos Calleja descartó la conclusión del Informe de la Comisión de la Verdad de la ONU de que d’Aubuisson fue el autor intelectual del asesinato del Beato Óscar A. Romero. De “especulación total” lo tildó el político, según el video de sus declaraciones.

Las declaraciones de Calleja, junto al macabro rito anual del partido de elogiar a un hombre que el resto del mundo considera un criminal de guerra y el responsable del asesinato de un santo, sitúan a ARENA en una grave precariedad con el pueblo y con la historia. Ya deberían remediarlo.

En primer lugar, es totalmente irresponsable sostener que el vínculo entre Roberto d’Aubuisson y el asesinato de Mons. Romero sea cualquier tipo de “especulación”. Conjetura o especulación resulta cuando ante la falta de pruebas, se tienen que inferir los hechos o los detalles de un asunto.

En el caso Romero, hay testigos y hay comprobantes que han llevado no solo a la Comisión de la Verdad de la ONU, que investigó el caso de manera independiente, a esa conclusión, sino también varias otros entes que lo han investigado, incluyendo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la de la Organización de los Estados Americanos (OEA); el Juzgado 4o de lo Penal de El Salvador y la Corte Federal de Fresno en EEUU. Esta última fue presidida por un juez nombrado por el Presidente Reagan.

También confirman el resultado varias investigaciones periodísticas.

De hecho, ninguna investigación ha llegado a otra conclusión sobre la autoría del crimen y el Vaticano ha tomado la suma de estos informes como insumo para su propio estudio. La iglesia concluyó que Romero es un mártir porque d’Aubuisson lo mandó a matar por repudio a su amor radical a los pobres y por su denuncia cristiana de injusticias.

En resumen, de ninguna manera se puede decir que es “especulación” vincular a d’Aubuisson con el magnicidio de Mons. Romero. De hecho, negar que existen fundamentos concretos para atribuirle la responsabilidad es peor que una especulación; es querer negar algo que la razón nos indica ser cierto.

Calleja insistió que sus declaraciones fueron hechas en pro de “la unidad”. En otras ocasiones, el mismo político se ha acercado a Ciudad Barrios, pueblo natal de Romero, para reconocer el legado del profeta y mártir. Sin embargo, no puede existir una reconciliación entre ARENA y la figura de Romero que se base en la mentira y la tergiversación mañosa de la historia.

De hecho, la insistencia ARENERA en crear un culto en torno a d’Aubuisson es causa de escándalo y división en la sociedad salvadoreña.

Cada vez que se halaga d’Aubuisson se da una gran bofetada a las víctimas de los abusos de la guerra, de cual ese personaje ha sido el máximo símbolo, como autor intelectual del asesinato del amado santo y organizador de los escuadrones de la muerte.

ARENA se encuentra en un gran cruce en su trayectoria. Acusaciones del recibo ilícito de dinero desviado por dos de sus presidentes, y su bajo posicionamiento en las encuestas pintan una crisis de credibilidad ante la ciudadanía. Aprovechando que Romero será santo, deberían arrodillarse ante su tumba como signo de humildad y reconocer la verdad sobre d’Aubuisson para reconciliarse con Dios y con la historia.

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