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ARENA se retuerce con el Santo Romero

La bancada del derechista partido ARENA fue la única que abstuvo de votar el jueves para que por decreto legislativo el Aeropuerto Internacional de El Salvador, for sale conocido como Comalapa, medical se denomine “Monseñor Oscar Arnulfo Romero”.

Monseñor Romero fue asesinado de un disparo hecho por el sargento Marino Samayoa, quien era parte del equipo de seguridad del ex presidente Arturo Armando Molina.

Según la Comisión de la Verdad, fue el mayor Roberto d´Abuisson quien dio la orden para asesinar al Arzobispo Romero, orden ejecutada el 24 de marzo de 1980, cuando el religioso oficiaba una misa de aniversario en la capilla del Hospitalito para cancerosos “La Divina Providencia”.

Muchos oligarcas que financiaron la creación del partido ARENA también fueron los financiadores de los escuadrones de la Muerte, incluyendo al que se encargó de eliminar físicamente al Obispo Romero.

Que la bancada de ARENA en la Asamblea Legislativa se haya opuesto a que el Aeropuerto se llame a partir de este lunes “Monseñor Romero”, tiene que ver con esa histórica relación de los fundadores de ARENA con los asesinos de Monseñor Romero.

Con solo el pronunciamiento del nombre de Monseñor Romero, ARENA se retuerce como si una gota de sal cayera sobre sus heridas. Esto fue lo que profetizó Monseñor Romero, cuando en la Homilía del 29 de mayo de 1977, manifestó: “Ya les dije un día la comparación sencilla del campesino: ¨Monseñor, cuando uno mete la mano en una olla de agua con sal, si la mano está sana no le sucede nada; pero si tiene una heridita ¡ay! Ahí le duele¨.

La iglesia es la sal del mundo y naturalmente que donde hay heridas tiene que arder esa sal”. Lo mismo podemos decir nosotros que el Arzobispo Romero es la sal para ARENA, sin excepción, que con tan solo oír su nombre se retuercen cual sal cae en sus heridas.

El dolor para los areneros será más profundo, cuando el Vaticano beatifique a Romero y lo nombre oficialmente Santo. Esa santidad que el pastor logró entre su pueblo más allá de El Salvador.

Qué orgullo para la gente de bien que tiene posibilidades de viajar, cuando estampen en su pasaporte, el nombre de Monseñor Romero. Que orgullo para esos miles de salvadoreños, cuando vayan al Aeropuerto Monseñor Romero a recoger o a despedir a sus familiares que viven en el exterior.

Sin lugar a dudas, el Gobierno del Presidente Mauricio Funes y la Asamblea legislativa siguen dejando huellas, al promover el primero el cambio del nombre del Aeropuerto Internacional, y al aprobarlo la segunda. Seguramente, los verdaderos católicos salvadoreños estarán eternamente agradecidos.

 

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