Luis Armando González
Lo malo no es construir ficciones, help sino que quien las construye las confunda con la realidad. En el límite, medical eso puede bordear lo patológico, pharm lo cual puede acarrear graves consecuencias prácticas, pues quien se cree obsesivamente su propia ficción termina por exigir que los demás la crean, y se indigna si ello no sucede. Tal fue lo que le sucedió a la cúpula de ARENA, a su fórmula electoral y a sus aliados en la recién pasada coyuntura electoral.
Tan aferrados estaban a sus ficciones que no había “golpe de realidad” que los hiciera caer en la cuenta de lo errado de su posición. El último “golpe de realidad” se los dio la Sala de lo Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia, y sólo así –como si se tratara de una bofetada que se da a una persona histérica para que vuelva en sí— ARENA y sus aliados aceptaron lo que todo el mundo daba por una realidad inobjetable: la victoria electoral del FMLN y el reconocimiento de Salvador Sánchez Cerén y Oscar Ortiz como presidente y vicepresidente de la República, respectivamente.
Pedir a ARENA y a sus aliados un “mea culpa” es pedirles demasiado. Y es que algunos de sus aliados mediáticos aun siguen, fuera de tiempo, en campaña: algunos de estos medios, que dicen hablar con la verdad, niegan la existencia de una gran verdad política: que Sánchez Cerén y Ortiz gobernarán El Salvador a partir del 1 de junio de 2014.
Sin embargo, que no tengan la decencia de pedir una disculpa pública por sus peligrosos desatinos no les exime de la obligación de poner los pies en la tierra y a no esperar del nuevo gobierno –ni pedirle ni exigirle— más de lo que les corresponde esperar.
ARENA y sus aliados pusieron en peligro la paz pública, amenazaron la institucionalidad del país, mintieron y sembraron miedo en la población. Y lo hicieron de forma sistemática hasta hace unos días. O sea, se trató de algo más que de exabruptos propios de los sinsabores de una derrota electoral.
pronto, como si nada de eso hubiera sucedido, se muestran dispuestos al diálogo y a la colaboración. Este giro, por más que sea tardío y forzado por las circunstancias, no debe ser desestimado, pues los problemas del país urgen del concurso de todas las voluntades sociales, políticas y económicas.
Pero –y este pero es importante— ARENA y sus aliados no le hacen un favor a nadie al deponer su actitud violenta e ilegal. En realidad, el favor se lo hacen a sí mismos, ya que, de persistir en su postura de rechazo a las instituciones y al resultado electoral, su descrédito iba a ser absoluto.
ARENA y sus aliados no deben seguir creyendo sus ficciones, como esta última de pensar que al “deponer las armas” nos hacen un favor a todos los demócratas de este país. Son ellos los que se dan un aliento, son ellos los que ganan la oportunidad de recuperar algo de lo perdido en credibilidad política y ética, misma que les será necesaria para encarar la necesaria reforma interna, institucional e ideológica.
Entonces, carecen de sentido expresiones –salidas de la boca de algunos de sus representantes— como “demandamos al actual gobierno”, “exigimos a las nuevas autoridades” o equivalentes, que dejan ver el presunto derecho que tienen a ser reconocidos y tomados en cuenta, cuando ellos mismos renegaron de ese derecho al ponerse fuera de la institucionalidad.
Hay cosas que ARENA y sus aliados no están en condiciones de exigir al nuevo gobierno. Pero para saber qué es lo realistamente pueden esperar necesitan dejar de seguir viviendo sus ficciones como realidad. Deben dejar de pensar que los votos obtenidos les confiere el derecho al cogobierno. “El país está dividido”, dijo Jorge Daboub, pero parece no darse cuenta que lo está, estructuralmente, entre ricos y pobres, y no entre votantes del FMLN y votantes de ARENA, pues la mayoría de estos últimos tienen más afinidades, por sus condiciones de vida, con la mayoría de los primeros, que con la dirigencia de ARENA y los grandes empresarios de El Salvador.
Así pues, no se entiende la opinión de algunos analistas que pretender dar a ARENA, respecto del gobierno, un peso que no le corresponde. En La Prensa Gráfica, del 27 de marzo, se transcribe la siguiente opinión de un reconocido politólogo: “ARENA tiene una función importante: la de control del gobierno”.
Nada más equivocado que eso. Los mecanismos de control, de peso y contrapeso al gobierno (al Ejecutivo), no le corresponden a un partido en particular, sin importar cuál sea su fuerza, sino a la Asamblea Legislativa y a la Corte Suprema de Justicia, que a su vez tienen el contrapeso y control del gobierno. Jamás se pensó –porque es incorrecto—que el FMLN, cuando estaba en la oposición tenía la función de controlar a los gobiernos de ARENA.
Que con su cuota de poder legislativo lo hiciera desde la Asamblea Legislativa, es otro asunto. Y lo mismo ARENA: ejercer algún control sobre el gobierno, tiene que hacerlo desde la Asamblea Legislativa, si llega a tener una cuota de poder suficiente para ello.
Lo anterior es análisis político básico. La incapacidad de hacerlo quizás no es intelectual (o a lo mejor sí), sino debido a una visión ideologizada que quiere dar a ARENA un protagonismo inusitado, por encima de la estructura institucional del país. Así que no: ARENA no tiene –porque no le corresponde como partido— la función de controlar el gobierno. Es una tontería –una tontería peligrosa para la institucionalidad del país— sostener lo contrario.
San Salvador, 28 de febrero de 2014