Columna quincenal
Cuarta entrega
Sábado 23 de Mayo de 2015
Federico A. Paredes Umaña
Doctor en Arqueología
Director del Proyecto Arqueológico Cabezas de Jaguar
¿Para qué queremos conocer el pasado? en la columna anterior compartimos tres preguntas básicas que nos hacemos los arqueólogos: cuándo, for sale here cómo y dónde, doctor las cuales remiten a la lógica cartesiana que busca conocer el pasado ubicando los hallazgos en tiempo y espacio, y permitiendo de este modo las comparaciones de evidencia alrededor del mundo. La construcción de una verdad mediante el método científico usa dataciones relativas y absolutas, como la estratigrafía y el carbono 14, respectivamente. El método científico en la arqueología construye conocimiento mediante diferentes análisis (por ejemplo, sobre las materias primas usadas en la elaboración de artefactos de uso diario en las sociedades precolombinas), y de estos datos se desprenden interpretaciones sobre la vida de los habitantes de una determinada región. Mediante el uso de los mismos datos es posible reconstruir la economía política de diferentes asentamientos, su acceso a materias primas, sus relaciones de corta y larga distancia, lo que nos abre una ventana a la participación de diferentes grupos humanos en el mundo de las ideas.
¿Cómo recuperar ideas a partir de piedras y fragmentos de cerámica?
El mundo de las ideas está inserto en todo lo que producimos como sociedad, por eso los restos materiales del pasado nos hablan sobre las ideas de sus creadores, a veces incluso de manera literal. Por ejemplo, el caso de la escritura jeroglífica, uno de los inventos independientes más destacados del mundo mesoamericano, de la cual tenemos ejemplo en el occidente de El Salvador durante el período Preclásico tardío ( 250 a.C.- 250 d.C).
Pero nuestras ideas de hoy sobre el pasado reflejan la importancia que le otorgamos, y esto se manifiesta en la forma en que tratamos sus vestigios. Veamos algunos ejemplos: Primero, el poco conocido y poco valorado monumento n.º1 de El Trapiche, Chalchuapa, que a pesar de contener uno de los pocos textos jeroglíficos que dan testimonio de la escritura en la antigua Mesoamérica, es prácticamente desconocido para el salvadoreño promedio; dicho monumento se exhibe en el museo de sitio de Casa Blanca, Chalchuapa, y merece un lugar destacado en la historia de las ideas de este territorio. Segundo, la desaparición por hurto del monumento n.º47 de la tradición Cabeza de Jaguar, contemporánea con el monumento n.º1 de Chalchuapa, de paradero desconocido. El monumento n.º47 forma parte de los restos materiales que son testimonio de las ideas de los antiguos pobladores de este territorio. Actualmente, conocemos 56 monumentos de esta tradición y no sería extraño que antes de finalizar 2015 tengamos datos que aumenten el inventario. Sin embargo, actualmente existen más monumentos de estas características en manos privadas y/o en condiciones poco apropiadas de conservación que en la colección nacional. Esta realidad refleja cómo percibimos y valoramos el pasado en la sociedad salvadoreña. Es por eso que a los arqueólogos ya no nos basta con preguntar cuándo, cómo y dónde, a pesar de que estas preguntas satisfacen la erudición y la acumulación de datos de carácter comparativo alrededor del mundo. La pregunta que se vuelve natural, ya no solo para arqueólogos sino para nuestra sociedad, es ¿Para qué queremos conocer el pasado?
Construir la memoria gráfica
La creación artística inspirada en el pasado constituye un paso en la construcción de la memoria gráfica. Este es un método diferente del que usa el científico. El pasado existe y la memoria se construye. La memoria evoca, sueña y, finalmente, edifica un imaginario. La construcción de la memoria gráfica es un reto que el artista plástico Renacho Melgar ha sugerido como una de las rutas para nuestra generación de posguerra. Las imágenes que acompañan este texto fueron preparadas por los artistas Sebastian Sarti y Geovany Alvarado para la exposición 50 nietos del jaguar, que se llevó acabo en diciembre de 2013, en el Centro Cultural de España. La muestra reunió a 30 artistas cuyos trabajos evocan la búsqueda estética que parte del conocimiento del pasado prehispánico, ese que existe sin importar lo que hagamos con él. En ese ejercicio de creación, los monumentos prehispánicos tallados en piedra fueron, en primer lugar, investigados para luego ser reinterpretados y revalorados a manos de una generación que habita en el mismo lugar donde fueron hechos hace unos 23 siglos: el territorio que ahora conocemos como El Salvador.