Herbert Vargas*
Se conoce como “mesianismo” a la tendencia para interpretar la realidad a partir de una figura, “héroe”, “mesías”, a quien correspondería instaurar un nuevo estado de cosas generalmente basado en discursos plagados de utopías o idealismos.
El “mesianismo” resulta conveniente para diversos propósitos que van desde los ámbitos religiosos hasta los políticos. Este fenómeno no es nuevo. Surge de la necesidad de la humanidad por antropomorfizar las ideas, sentimientos y creencias de individuos y grupos. El fenómeno cobra raigambre en el individualismo que propone la posmodernidad. La colectividad no está suficientemente ponderada.
En nuestra realidad tropical reciente, aparece el personaje central de la estrategia de comunicación política del movimiento “nuevas ideas”, que descansa en el arquetipo que lo presenta como “outsider” de la política local. Nayib Armando Bukele Ortez. Saltó a la política nacional de la mano de sus empresas de publicidad, Obermet, y demás relacionadas a los medios de información.
El personaje político no es la persona humana. El personaje político se crea con propósitos específicos. Y se mide en la percepción de los públicos objetivos previamente definidos. Para el caso, el personaje político celeste posee las siguientes características: locuaz, joven, outsider, empresario, dinámico. Las apariciones públicas del personaje se planifican conforme a las audiencias. Su indumentaria se adecua a cada situación, pero todo con el propósito de desafiar al protocolo del estado de cosas sin realmente hacerlo: Casual: chaqueta de cuerina personalizada, jeans, y camiseta de fondo. Formal: saco sin corbata. Calcetines y pañuelo de solapa de acuerdo a la ocasión. Redes sociales: Gorra hacia atrás. Jeans Camiseta y tenis. Con un backing o encuadre de connotaciones juveniles (típico de adolescentes estadounidenses) para encajar con su público meta: jóvenes que cumplirán 18 años en 2019. El 54% de la población salvadoreña es menor de 30 años, según la EHPM 2017.
La narrativa en el discurso
El discurso no es solo texto. Es el conjunto de elementos metafóricos manifestado en diversas formas de comunicación política que acompañan textual, hipertextual, contextual o subtextualmente las alocuciones de la figura. Al aparecer como “outsider” (ajeno a la política) la figura debe retar al estado de cosas y presentarse mínimo ante la adversidad.
En 2013, siendo alcalde del pequeño municipio de Nuevo Cuscatlán, la figura se enfrentó públicamente con el entonces presidente de ANDA, Marco Fortín. Posteriormente, siendo alcalde de la capital, enfrentó a la secretaria de Cultura por supuestos retrasos en la construcción de su proyecto en el centro histórico. Enfrentó al Ministerio de Medio Ambiente por demorar otro de sus proyectos. Recurrentes ataques públicos al gobierno y al partido FMLN. Insultó al Presidente de la República, entre otros ejemplos.
La metáfora del “tigre y el venado” en el discurso mesiánico
Si se prefiere, puede usarse la metáfora religiosa “David contra Goliat”. El personaje debe mostrarse retador al estado de cosas o al establishment (Tigre o Goliat). Su estrategia política contiene tácticas y dentro de estas se seleccionan los temas de la agenda setting, se analizan, y se selecciona la forma, actividad, discurso u opinión, que mejor inserte a la figura política en cada tema. Aun cuando los resultados o las condiciones no sean posibles, la idea es ganar-ganar o sacar máximo provecho de cada reacción de los actores involucrados.
La figura de Bukele se esfuerza en proyectar su imagen de “defensor de los pobres” a través de su muy bien orquestada campaña publicitaria fabricada en sus empresas. Hoy por hoy, sus apariciones públicas seducen al espectador ingenuo, tal como la leyenda de “Robin Hood”, el “Llanero solitario” o cualquier justiciero que seduce al público salvadoreño ávido de historias, héroes y personajes.
El retador al estado de cosas (Venado o David) debe enfrentar toda circunstancia adversa apareciendo en principio pequeño, débil, estoico. Mientras más grande, imposible o inverosímil la adversidad política, mejor. Si la supera, su logro será magnificado en el ideario de sus audiencias y amplificado por su aparato de propaganda. Si falla, igual será el “héroe” que enfrentó al estado de cosas. En ambas situaciones la figura gana- ganando a la adversidad formidable; y gana-perdiendo apareciendo como intrépido.
¿Por qué el discurso mesiánico resulta efectivo en las audiencias?
Latinoamérica es un subcontinente eminentemente religioso, la cristiandad occidental resultado cultural del colonialismo, cunde independientemente de la filiación religiosa (catolicismo romano o protestantismo). La narrativa religiosa “cristiana” pondera el sacrificio por los demás de su personaje central: Jesús. En su máxima misión divina, el “cordero” se ofrece para salvar al mundo de los pecados. Es sometido a crueles vejámenes por el estado de cosas vigente: el imperio romano.
Se dice que en el Congreso de Nicea, los principales líderes de la Iglesia católica se reunieron para pactar las características del personaje de “Jesús” como divinidad, ocultando y destruyendo todo texto que situara a la figura con debilidad o proximidad a la conducta que buscaban modificar a través de la religión.
De aquella reunión emerge el discurso –político- (compuesto por bibliografía, iconografía y todas las manifestaciones culturales alrededor) de “Jesús divino” y no cercano a las cosas de esta tierra. El propósito fundamental era convertirlo en el mito imposible de alcanzar y garantizar con ello la figura divina, central en todas las narraciones.
De haberse expuesto las características humanas del personaje “Jesús”, el peso de la figura divina sería menor y por tanto, hubiera resultado en menos credibilidad. Jesús se presenta como el máximo retador al imperio romano. Es en otras palabras el “venado contra el tigre”. Es la readecuación de la versión del antiguo testamento del enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo; lo débil contra lo poderoso: entre David y Goliath.
Ante el suplicio del “héroe”, del sacrificio del cordero, las audiencias universales simpatizan con el magno acto de dar la vida por los demás. Conectan a través de la culpa con el personaje central de la cristiandad. Siendo partícipes de su fe o no, de sus motivaciones o no, las audiencias conectan con aquella figura que se sacrifica por los demás sin aparente recompensa por ello.
Siendo las audiencias salvadoreñas caracterizadas en su mayoría como “cristianas” o creyentes, el discurso mesiánico cobra sentido. La simpatía por la debilidad, la pequeñez, la novedad, enfrentando a lo poderoso, a lo vetusto, a lo inexpugnable, cobra sentido. Y el manejo a través de estrategias de comunicación política alrededor de una figura, también. Gane o pierda en ese enfrentamiento al estado de cosas, el personaje político obtendría rédito, simpatía.
No obstante a lo anterior, ninguna figura política es infalible. Lo importante es comprender lo que está detrás de estos nuevos “mesías”.
(*) Herbert Vargas es consultor, analista y comunicólogo.
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