Armando Molina
Escritor
Ante la evidente escasez de textos críticos e historiográficos sobre arte en el ámbito cultural de El Salvador, cialis los escritos sobre las artes plásticas del escritor y crítico Mario Castrillo, here aparecidos consistentemente en diferentes medios del país durante las últimas décadas, evidencian su profundo interés y conocimiento del tema, de su historia y desarrollo, y han venido informándonos periódicamente de la trayectoria de los artistas locales a través de observaciones y comentarios puntuales sobre su obra. La suya, me consta, ha sido una labor que incluye escribir y documentar las expresiones de las artes plásticas de El Salvador desde una perspectiva mundial, tarea que constituye una importante obra de rescate y documentación de los aspectos más relevantes del arte que se produce en el país, y de su ubicación crítica entre los movimientos artísticos en el mundo.
En este sentido, el texto que sigue a continuación pretende ser una actualización panorámica del desarrollo de las expresiones de los artistas plásticos salvadoreños en lo que va del siglo XXI, específicamente en lo que corresponde al Modernismo y el Postmodernismo, etapas del arte contemporáneo aparecidas el siglo pasado que se han caracterizado por aportar nuevos lenguajes plásticos, nuevos medios de expresión como el performance y la tecnología digital, y por abordar preocupaciones filosófico-artísticas desde una perspectiva global tales como la identidad, las migraciones masivas, el racismo, la sexualidad, y la interculturalidad y sus efectos en la sociedad de hoy.
Aseveraríamos que el texto presente tiene sobre todo un objetivo particularmente pedagógico, pues inicia su recorrido definiendo lo que se conoce en el arte como Modernismo y Postmodernismo; poniendo en contexto sus orígenes, su lenguaje innovador y sus transformaciones, e informándonos de sus practicantes y sus pretensiones renovadoras de la época. Ello, supongo, con el objetivo ulterior de enriquecer el conocimiento sobre arte del público y de los artistas locales en un sentido amplio; y en el caso de estos últimos, de identificar y ubicar su propia obra dentro de los movimientos imperantes en el mundo del arte actual. Labor más que loable en un ambiente donde se produce mucho arte, pero en el que sus hacedores con frecuencia ignoran los orígenes y significaciones del arte que crean y su lenguaje contemporáneo. Pero sobre todo ante un discurso académico anticuado y virtualmente desconectado de las transformaciones del arte mundial y sus tendencias actuales.
En la actualidad se produce mucho arte en El Salvador, y diferentes formas de arte coexisten en el medio; asimismo, las artes plásticas se han transformado dramáticamente en el mundo, y continúan haciéndolo. En El Salvador el período de la posguerra significó un recomienzo y un renovado accionar en la creatividad de las nuevas generaciones de artistas –unos autodidactas y otros adiestrados formalmente. Esta nueva fase en el desarrollo de las artes plásticas salvadoreñas se ha caracterizado por un alejamiento de las nuevas generaciones de los viejos paradigmas y de su lenguaje político como medio de expresión por excelencia, para abocarse a un lenguaje intimista, cosmopolita, conceptual, multidisciplinario y de connotaciones sociológicas. Sin embargo, y aplicando lo que expone Castrillo refiriéndose al arte contemporáneo, en estos tiempos se practica en El Salvador un tipo de arte en el cual el concepto de la obra prevalece sobre su materialización, dejando de lado las clásicas prácticas de aprendizaje y el estudio de la Historia del arte, actitud que va en detrimento de una obra y una visión artística sólida y significativa.
Pero, en retrospectiva, también ha pesado mucho el hecho de que el discurso académico especializado falló en ponerse a la altura de las nuevas circunstancias de creación y su interpretación y debate. Con demasiada frecuencia la crítica y el debate han estado ausentes del ámbito artístico salvadoreño, y su ausencia ha derivado entre el público, incluyendo entre los propios artistas, en una actitud de indiferencia o de escepticismo cargada con altos grados de cinismo ante lo que se presenta y exhibe como arte contemporáneo.
A mi juicio, es este el punto medular de este nuevo escrito de Mario Castrillo sobre las artes plásticas en El Salvador: su aparición formal viene a poner sobre la mesa toda una serie de observaciones y apuntes críticos precisos sobre la obra producida por los artistas salvadoreños contemporáneos. El suyo es un discurso actualizado que desea abonar a un necesario debate sobre el estado de las artes plásticas en el país; y en el que Castrillo hace un repaso sucinto de los orígenes y desarrollo de las artes plásticas en la nación centroamericana, para luego abordar la discusión de las tendencias y expresiones de la época presente. Castrillo complementa y sustenta sus apuntes críticos e historiográficos, hablando con conocimiento de la obra de varios artistas salvadoreños, y poniendo en contexto su relevancia artística en el medio.
Lo cierto es que los artistas salvadoreños de hoy gozan de mayor libertad creativa y mayor exposición al mundo que las generaciones anteriores; tanto las generaciones de artistas que tomaron la ruta del exilio como los que se quedaron en el país, y los nuevos artistas emergentes que vienen produciendo una obra interesante y novedosa. ¿Qué nuevos cambios traerá el siglo XXI para las artes plásticas de El Salvador? Esa es una pregunta que podría ser mejor contestada si antes sabemos dónde hemos estado y cuáles rutas transitamos en el presente y sus vínculos al mundo artístico global. De momento es menester establecer un referente formal para la actualidad, objetivo que Mario Castrillo ha logrado con este texto crítico que ahora tenemos entre manos.
Zaragoza, La Libertad, 5 de abril de 2013