Alma Vilches
@AlmaCoLatino
Con alegría y júbilo, la feligresía católica se reunió este domingo en Catedral Metropolitana para participar de la solemne misa de acción de gracias por la beatificación de los cuatro mártires, donde el arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas, abogó por reconstruir una sociedad más justa, fraterna, solidaria y en paz, donde brille la verdad y equidad.
“Nuestro país necesita cristianos comprometidos que luchen por llevar el evangelio a todas partes, haciendo una iglesia en salida como lo ha recomendado el Papa, que la misión permanente sea nuestro compromiso de ahora en adelante, para ayudar a este país a cambiar la violencia por el amor, paz, fraternidad y solidaridad, cambiar la impunidad por la justicia, verdad y equidad”, afirmó el religioso.
Sostuvo que el carisma de los beatos invita a ser continuadores de la gestión de Cristo en la tierra, para llevar la nueva a los pobres, anunciar su liberación integral a los cautivos del pecado, llevando la curación a los ciegos y proclamando el año de gracia del Señor.
“Estamos reunidos en torno al altar para agradecer a Dios por el don de la beatificación del padre Rutilio Grande, los dos compañeros mártires Manuel Solórzano y el joven Nelson Rutilio, celebramos el nacimiento para el cielo que tuvo lugar el mismo momento de su muerte, el día 12 de marzo de 1977 en El Paisnal, donde mueren martirizados; también nos alegra y agradecemos la beatificación del padre Cosme Spessotto”, expresó durante la homilía el arzobispo de San Salvador.
Asimismo, señaló que este domingo después del Ángelus, el Papa Francisco dijo que en San Salvador fueron beatificados el sacerdote jesuita Rutilio Grande y dos compañeros laicos, y el sacerdote franciscano Cosme Spessoto, mártires de la fe. Ellos estuvieron al lado de los pobres testimoniando el evangelio, la verdad y la justicia hasta la efusión de la sangre, su heroico ejemplo suscite en todos el deseo de ser valientes trabajadores de fraternidad y de paz. “Con su beatificación hemos celebrado el triunfo definitivo de nuestros mártires que hoy en su prolongación agradecemos, nos alegramos ahora del reconocimiento que nuestros cuatro hermanos han recibido de parte de la iglesia como beatos y han sido confirmados como mártires por odio a la fe, son un signo de inspiración de fe y liberación. Hagamos de esta historia presente una historia de salvación, para que un día nos reunamos con nuestros mártires y el Señor Jesús en la eternidad”, manifestó.
Según el jerarca católico, la beatificación de los mártires recuerda que otro mundo es posible, pues la única condición para lograrlo es vivir el evangelio y cumplir la misión de Jesús; además, recordó que Monseñor Romero consciente de la situación represiva y opresora del momento histórico durante el conflicto armado, enseñó al pueblo a leer el signo de la muerte martirial de los sacerdotes desde la esperanza, animando a tomar de ese testimonio la fe para cambiar un país que desde sus orígenes en 1524 ha estado marcado por la violencia.
Externó que seguramente en la misa de acción de gracias Monseñor Romero repetiría las mismas palabras dichas el 1 de noviembre de 1977, a nueve meses del asesinato del padre Grande, “bienaventurados estos tres muertos, mientras eran ametrallado subieron al cielo, están allá victoriosos los matados por la justicia”.
Destacó que a don Manuel no lo detuvo su edad de 72 años, siempre acompañaba al padre Grande, era su fiel guardián, el día del martirio viajaba con él, al momento del ataque estuvo dispuesto a dar la vida por el padre Rutilio; la postura de los cuerpos indica que lo intentó proteger, su cuerpo estaba encima.
Mientras que, Nelson Rutilio, a pesar de su corta edad y su enfermedad de epilepsia, en el catecismo era el primero en responder, repicaba las campanas para avisar que el sacerdote ya había llegado, siempre estaba dispuesto a ayudar en lo necesario, murió acompañando al padre Rutilio, Tanto Manuel como Nelson dejan un gran testimonio a imitar, el cual es con fe en Dios enfrentar los peligros en el cumplimiento de la misión.
Fray Cosme Spessotto fue asesinado de rodillas adorando el Santísimo Sacramento, el 14 de junio de 1980 en la iglesia San Juan Bautista, de San Juan Nonualco, La Paz, donde fue párroco por 27 años. Durante el conflicto armado el sacerdote franciscano de origen italiano, en el contexto de violencia generalizada en el país ayudaba a los enfermos y pobres, así como también enterraba a las personas asesinadas en la vía pública, a costa de su propia seguridad personal.
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