Carlos Girón S.
Arlington, Dallas, Texas. La ciencia moderna, empujada por los incansables científicos investigadores –como los ha habido desde la aparición del hombre sobre la Tierra- en todo los campos del saber en nuestro siglo, avanza a paso acelerado haciendo novedosos descubrimientos que traducen a avanzados sistemas tecnológicos que, sin duda alguna, contribuyen al mejoramiento de las condiciones de vida en general, de hombres y mujeres, y de los animalitos, como son, por ejemplo, dos de los mayores logros: uno, preservar la salud, y dos, mayor longevidad para las personas. Pero, con todo y eso, a lo mejor se exagera un poco al presumir de que puede crear una “inteligencia” artificial.
En realidad, el hombre puede presumir de algo de esto mostrando asombrosas máquinas como son los robots, cada vez más avanzados, que pueden desempeñar cantidad de funciones, incluso en las fábricas ensambladoras de automóviles, de aviones y hasta tanques de guerra, donde facilitan y hacen menos pesadas las labores de los trabajadores. Se les están diseñando también para ayudar en las salas de cirugía, además de servir el café en hogares. Le siguen los drones que ya conocemos. Esto no es nada nuevo.
La NASA ha lanzado cantidad de sondas no tripuladas para explorar el Sol y algunos planetas de su sistema. En el campo de la computación y de telefonía celular hay innovaciones increíbles como este de ver las imágenes de las personas con quienes se habla, y por el SKYPE en las computadoras. Nos ofrecen también los científicos que pronto podemos movilizarnos en automóviles voladores. Tampoco es nuevo: ya tenemos helicópteros.
Otras de las expectativas de la ciencia se centran en la administración de medicamentos aplicados con precisión a los tejidos u órganos donde está localizado el problema (método conocido como nanopartículas, que servirá para llevar más precisamente fármacos donde se necesiten).
Se señala que esto tiene una importancia enorme, por ejemplo, en la lucha contra el cáncer, al combatir selectivamente las células malignas. ¿No será lo mismo que la radioterapia? Se prevé también que incluso la cirugía estará en pocos años mucho más robotizada, será menos invasiva y tendrá un potencial de precisión mucho más elevado.
También están los avances en las técnicas (como uno denominado método CRISP, que consiste en un sistema genético de defensa contra virus) que permite modificar de forma “fácil” y “barata” el ADN y supondrían un gran avance para la terapia génica y el tratamiento de enfermedades como el cáncer o la fibrosis quística, todo ello de acuerdo con informes de revistas científicas.
Son de admirarse todos estos logros y conquistas de la ciencia y sus trabajadores, pero –con todo respeto— de allí a que se pueda despertar una inteligencia “artificial”, dista muchísimo de que pueda ser real para un climax del orgullo del hombre. Notemos que todas esas máquinas puestas en uso para servicio de la humanidad se deben únicamente a la inteligencia propia del hombre, quien es el que ha diseñado e inventado los dispositivos y mecanismos aplicados e introducidos en esas máquinas admirables para que se muevan y parezcan tener vida. Allí no hay vuelta de hoja. Pero pensar de otra manera –que el hombre lo puede absolutamente todo- seria una irreverencia, una ofensa y hasta blasfemia contra Dios, el único que es la Inteligencia Suprema, de la cual le pasó una parte a su criatura terrenal. (Y seguramente a los muchos otros seres que puedan existir en otros planetas o sistemas galácticos).
Otro punto a tenerse muy en cuenta es que la inteligencia es un atributo de la consciencia humana, y está una parte consustancial del alma; el alma, a su vez, una extensión del Alma del Dios vivo. Los robots y todas las demás máquinas “inteligentes” con funciones admirables, son todo eso, pero no tienen alma; por lo tanto no tienen inteligencia propia.
La ciencia y los científicos podrán avanzar mucho en formas asombrosas y hasta prodigiosas –como se dice que fueron los que habitaron los continentes de Lemuria y la Atlántida, hace miles de años-, pero en cierto momento quizá se topen con un muro infranqueable, puesto allí por la Divinidad, para impedir que el hombre quiera volverse un dios y suplantar al Único, Verdadero y Eterno Dios, a quien todos debemos agradecerle sempiternamente por el regalo de traernos a la existencia y otorgarnos muchos de Sus atributos, ya que nos formó a Su Imagen y Semejanza…