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Atender El Alto, Ceder El Paso

Francisco Javier Bautista

En la vida cotidiana, case que incluye todos nuestros ámbitos humanos: lo social, tadalafil laboral, político, profesional y familiar, un aprendizaje indispensable para la convivencia, el desarrollo, la paz y el bienestar personal y colectivo, es asumir, en nuestras prácticas y actitudes, dos enunciados relacionados a la circulación en las calles.

Enfaticemos el uso original de ambos términos vinculados. Gran cantidad de accidentes de tránsito (daños personales y materiales), son causados porque el conductor (o peatón) no respeta el ALTO, no se detiene en la intercepción aunque esté obligado, no lo hace por descuido, impericia, distracción, irresponsabilidad o comportamiento autoritario, porque se cree dueño de la vía, piensa que está a su servicio, se siente “encima del resto de mortales” cuando conduce un vehículo. Hay accidentes que ocurren por no ceder el paso a los peatones, ni a otros vehículos, porque vamos de prisa, porque no importa la necesidad ajena, por sentirnos superiores no permitimos que otros circulen, por falta cortesía. No atender el ALTO y no CEDER el PASO genera riesgos e inseguridades en las vías, atenta contra la integridad física de las personas, aumenta el estrés, reproduce el irrespeto, evidencia una actitud que no abona al orden y a la paz social.

Traslademos el concepto a otros aspectos. Los padres que ven que los hijos crecen y no son capaces de cederles el paso para que hagan lo que tiene que hacer en sus vidas, los padres que no son capaces de respetar el alto en los límites de una relación filial que cambia; también es válido para los hijos.  El maestro que no cede paso al discípulo que podría superarlo si le permitiera pasar; el gerente, el director, el líder, el funcionario del sector público y privado, de instituciones sociales, militares, policiales, religiosas, deportivas, culturales, gremiales y políticas que facilita y cede el paso a otros, al relevo generacional, que se percata que su tiempo ha llegado, hace un alto, no se percibe imprescindible.

El profesional en cualquier campo que se detiene y facilita pasar a otros, aporta su experiencia,  permite que otros avancen sin obstaculizar a nuevos protagonistas. El deportista que hace un alto y cede paso a otros cuando llega el momento del retiro.  El empresario que hace alto y cede paso a la siguiente generación.  Al ceder el paso se evitan colisiones y conflictos, se facilitan los procesos de cambio y desarrollo, necesarios e inevitables, cuando hacemos alto asumimos nuestra transitoriedad y reconocemos, nuestra esencia social y complementaria. Lo mismo es aplicable a individuos, organizaciones, empresas y naciones… Escuchar, dar la palabra y la razón a otros, es ceder el paso. Parar de discutir o hablar, dejar de ordenar, es hacer un alto. Benedicto XVI, hizo un alto y cedió el paso al sucesor el papa Francisco, actitud honorable y poco común desde la cumbre del poder.

También los nuevos, los que vienen, tienen que respetar el alto, esperar su turno para pasar, cuando llegue el tiempo y las circunstancias, para evitar choques y atropellos.  Respetar el alto es obligación compartida. Requiere madurez y responsabilidad, dimensionar con modestia nuestra contribución en el tramo de camino que toca andar, que como sabemos con certeza, es pasajero; el fin, el alto que nos detiene para siempre, es inevitable.

Parece que la solución de los males personales y sociales, locales y globales, que aquejan hoy, que  han perturbado antes y pueden trastornarnos después, lo que afecta la confianza, radica en interpretar y aplicar con amplitud estos conceptos: atender el ALTO y CEDER el PASO, ¿será una utopía?

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