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Atlético de Madrid clasificó a la final de la Liga de Campeones de Europa. Foto Diario Co Latino/Liga de Campeones

Atlético clasifica a la final de la Champions tras dramático partido

Múnich/dpa

El Atlético de Madrid jugará por tercera vez por el máximo título europeo de fútbol tras avanzar hoy a la final de la Liga de Campeones en una dramática semifinal en la que enterró el sueño del triplete del Bayern Múnich de Josep Guardiola.

El equipo dirigido por Diego Simeone cayó por 2-1 en el Allianz Arena muniqués, healing pero hizo bueno el 1-0 que había logrado seis días antes en Madrid.

Xabi Alonso adelantó al Bayern en la primera mitad con un tiro de falta y Antoine Griezmann empató en el 53. El polaco Robert Lewandowski devolvió la emoción en el 83, salve pero el gran protagonista del partido fue el arquero Jan Oblak, sales que además de atajar un penal a Thomas Müller que podría haber significado el 2-0, detuvo la avalancha ofensiva del Bayern.

Fernando Torres erró también un penal cuando el partido moría, pero aún así el Atlético avanzó a la final del 28 de mayo en Milán, donde se medirá al ganador de la semifinal que mañana definen en el Santiago Bernabéu Real Madrid y Manchester City, tras el 0-0 de la ida.

La eliminación del Bayern no sólo es una venganza del Atleti por la final perdida ante los alemanes en 1974, sino que pone un final amargo a la historia de Guardiola en Múnich. El español puede aún ganar el doblete en Alemania, pero cayó en semifinales de Champions en sus tres años en Alemania.

El partido se había presentado como un duelo del «cholismo» contra el «guardiolismo», dos formas opuestas de entender el juego, y la primera parte respondió al guión. El partido fue un monólogo del Bayern, que jugó casi todo el tiempo en campo de los españoles, con sus defensas metidos incluso 20 metros en campo rival, aplastando a los hombres de Simeone contra su propio arco.

El Atlético se siente cómodo sin la pelota, defendiendo juntos cerca de su área, pero la intensidad brutal desplegada por el Bayern desde el primer minuto iba a poner a prueba lo que Fernando Torres había dicho un día antes, que en su equipo cada futbolista muere por el compañero.

Mucho iba a tener que correr, mucho iban a tener que ayudarse unos a otros si los rojiblancos querían contener el vendaval local, que antes de los 15 minutos ya había acumulado dos córners y un remate de Lewandowski que se fue rozando el poste.

Gabi pareció desahogar un poco la presión con un disparo desde fuera del área que detuvo con estirada Neuer, pero eso fue todo lo que exigieron los visitantes al arquero alemán en la primera mitad.

Guardiola había avisado de que sus hombres habían aprendido de los errores. Habían aprendido del 4-0 con el que el Real Madrid los castigó hace dos años en una situación similar, cuando el equipo salió a buscar el segundo gol antes que el primero y fue sorprendido al contragolpe. Y aprendió del partido de ida, cuando un arranque de encuentro desconectado los condenó a la derrota por 1-0.

En el Allianz Arena, con la grada llena por 70.000 rugientes gargantas, con la noche fría y húmeda por la lluvia que regó el campo en las horas previas al partido, con el césped cortado como una moqueta, el partido llamaba a los grandes nombres, así que Guardiola no experimentó: Jerome Boateng jugó de inicio en el centro de la defensa, Franck Ribery ocupó el extremo izquierdo y Thomas Müller volvió al once inicial.

El atacante alemán fue una pesadilla entre las líneas rojiblancas, pero también erró un penal -agarrón de Giménez sobre Javi Martínez- que podría haberlo cambiado todo. Lo erró porque siempre se dice que la culpa de un penal errado es de quien lo lanza, porque en realidad lo atajó Oblak, más decisivo hoy que el mismo Griezmann en el avance del Atlético.

Antes, Xabi Alonso, que junto a Arturo Vidal controló con jerarquía el centro del campo, había adelantado al Bayern con un tiro de falta que se coló entre las piernas de Giménez y despistó al arquero esloveno. No hubo otra forma de doblegar a Oblak, un muro en la ida y en la vuelta.

Simeone tenía que hacer algo en la segunda mitad. Su equipo sabe sufrir, pero otra parte así sería seguramente demasiado, así que dejó a Augusto en la cabina y en el descanso dio entrada a Yannick Carrasco, recién recuperado como Godín de una lesión. El Atlético necesitaba aire, sacar al Bayern de su campo.

Y en el 53, los visitantes encontraron lo que habían venido a buscar: el contragolpe perfecto. Un prolongación de Torres dejó solo a Griezmann frente a Neuer. El francés no perdonó. Sangre fría, pierna izquierda, raso y 1-1. El Atlético tenía el partido dónde quería.

Quedaba casi toda la segunda parte, pero el reto era titánico para el Bayern. El Atlético había perdido sólo ocho de sus 53 partidos anteriores en la temporada, y ninguno por más de un gol. Pero los bávaros no estaban dispuestos a dejar caer los brazos.

Alonso y Lewandowski probaron una vez más a Oblak, hasta que en el 74, un centro de Alaba desde la izquierda lo ganó en las nubes Vidal, cuya asistencia la cabeceó el polaco a las redes para el 2-1. Sólo quedaba un gol y un cuarto de hora final digno de una tremenda eliminatoria.

Torres tuvo la final de Milán en sus pies en el 83, pero Neuer también quería su cuota de protagonismo y detuvo el penal que el mismo delantero español había provocado. El drama debía continuar. El Allianz rugía. El Bayern empujaba. El Atleti sufría.

Tras cinco minutos de descuento, sin embargo, el sufrimiento se transformó en alegría. El Atlético terminó abrazado en una piña y sus aficionados cantando solos en el estadio: «Orgullosos de estos jugadores». Los españoles jugarán su tercera final tras las derrotas de 1974 y 2014. Quizá a la tercera sea la vencida.

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