Página de inicio » Opiniones » Atlético Marte y Santa Tecla protagonizaron un primer tiempo muy duro en el que predominó el juego aéreo. Foto Diario Co Latino/ Juan Carlos Villafranco.

Atlético Marte y Santa Tecla protagonizaron un primer tiempo muy duro en el que predominó el juego aéreo. Foto Diario Co Latino/ Juan Carlos Villafranco.

Orlando de Sola W.

Toda palabra que sale por la boca y entra por el oído es poderosa, sale pues lleva la esencia del ser. Toda palabra que entra por la vista y sale de las manos, es decir, del tacto, también es poderosa porque lleva parte de nuestro saber. Lo mismo sucede con los aromas y sabores que complementan nuestros sentidos de la vista, el oído y el tacto, que son los más importantes para percibir y comprender nuestra realidad, la cual solemos convertir en verdad.

La palabra es poder porque contiene persuasión, seducción e intimidación a la vez, es decir, temor y amor. La palabra es arma y herramienta, como casi todo lo que inventamos, o descubrimos, desde hace miles de años, en cualquier lugar de la tierra conquistada, arrasada, descubierta y civilizada.

Es igual en Mesopotamia que en Mesoamérica, con jeroglíficos o con muñecos, con letras o con sílabas, la palabra es poder que disuade y persuade, engaña y aclara. No se puede prescindir de ella a estas alturas y bajuras de la humanidad, porque sin palabras volvemos a las pedradas y patadas de Cromagnon y Neandertal, pasando por El Salvador, que es una pequeña muestra de lo poco y de lo mucho que hemos aprendido.

Procuramos ordenarnos para que el poder de la palabra llegue a los rincones donde habitan fantasmas y duendes, con su envidia y su odio; su avaricia y su arrogancia. No siempre lo logramos, pero el poder de la palabra es superior al de la pólvora, siempre y cuando la razón y la voluntad, expresadas en elocuentes discursos y provechosos diálogos, no cedan a las tartamudas ametralladoras de la incomprensión.

La bondad es la gran niveladora de la maldad y se expresa en ideas y acciones. Estas se disputan nuestros sentimientos y demás expresiones del ser, que es más importante que el hacer y el tener. El que no se domestica a si mismo no es humano. Y para evitar que prevalezca lo inhumano debemos afinar nuestra puntería verbal, emitiendo palabras certeras para que los ojos y oídos de nuestros amigos y enemigos dejen de sufrir. Hay que reinventar la pólvora para que con palabras de verdad profunda, de verdad que vence porque convence, entendamos que es mejor no agredir para vivir, sino vivir para servir: para ser útiles. Cuando comprendamos que es mejor crear que destruir, unir que dividir, incluir que excluir, habremos superado la barrera del entendimiento, que es superior a la pólvora cuando la palabra es impulsada por buenos sentimientos y pensamientos.

No podemos seguir con maldad y con malicia en la mano, la mente y el corazón. Los límites del mal son las fronteras del bien, que se encuentran en el respeto, la admiración y cuido del otro, especialmente nuestra familia, o clan inmediato. La vida, la libertad y la propiedad del prójimo, comenzando por su dignidad, es importante. Pero la dignidad depende del amor, que es la virtud por excelencia y de la que dependen las otras virtudes, como la confianza, el optimismo, la precaución, la ecuanimidad, la valentía y la tolerancia. Usemos, pues, el poder de la palabra para el bien y para defendernos del mal.

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