Atlético de Madrid y Chelsea empataron sin goles en el primer asalto de las semifinales de la Liga de Campeones, cheap un resultado que fue absolutamente fiel a lo que ocurrió sobre el campo.
El conjunto inglés renunció por completo a atacar y el Atlético tampoco arriesgó en exceso para desequilibrar un marcador que dejó completamente abierta la eliminatoria para el encuentro de vuelta, que se jugará en Londres.
El choque pareció la visita al dentista. Fue el “partido del miedo”, algo que se pudo comprobar ya desde las alineaciones. José Mourinho propuso para el Chelsea un equipo ultradefensivo con Fernando Torres como único punta y dos líneas defensivas muy próximas a su propia área. Renunció al balón y no quiso que nada sucediese: ni en área propia ni en ajena.
Diego Simeone no le fue a la zaga con el Atlético, pues dejó a Diego Costa como único delantero para incorporar a Diego Ribas a la medular. Su problema durante largos minutos fue que los laterales no llegaron a la línea de fondo y que Diego apenas tocó el balón en las zonas de peligro.
El Chelsea entregó el balón al Atlético de Madrid, una circunstancia con la que el equipo rojiblanco no pareció demasiado cómodo.
Quizá el plan de Mourinho fuera quitar la pelota y salir rápido, pero cualquier intento ofensivo quedó abortado por dos razones: se limitó a despejar lejos cada balón que le llegó en su área y siempre robó muy lejos del arco atlético. En este escenario, se celebró cada falta o saque de esquina como si fuera un penal.
Lo más noticioso de la primera parte fue la lesión del arquero visitante, Peter Cech, quien a los 17 minutos fue sustituido por una mala caída y difícilmente podrá jugar el duelo de vuelta por una aparente luxación. Pero el Atlético de Madrid apenas probó al suplente, el australiano Mark Schwarzer, de 41 años.
Llegó el intermedio sin una sola ocasión clara de peligro para ningún equipo. El servicio estadístico de la UEFA pocas veces tuvo tan poco trabajo.
Casi nada cambió con el inicio de la segunda parte. Si acaso, lo que sucedió es que el paso de los minutos metió algo de urgencia en los corazones rojiblancos y sus jugadores adelantaron las líneas para presionar más arriba. Además, controlaron mejor los despejes del Chelsea, que siguió dando pasos atrás.
Tampoco fue demasiado ambicioso Simeone, que sólo cambió pieza por pieza cuando quitó a Diego y metió a Arda Turan. El Chelsea, nada interesado en pasar de campo, le cedió terreno porque su única obsesión fue acumular futbolistas en su propia área. Este duelo de ida le estorbó, según se vio.
Y dio la impresión de que al Atlético de Madrid tampoco le importaba demasiado el empate. Una de sus mayores preocupaciones, no recibir goles, la cumplió sin esfuerzo. La otra parte del plan, marcar algún gol, quedó inconclusa.
Eso ocurrió principalmente por dos cosas: sus futbolistas no tiraron paredes para romper el muro inglés y, sobre todo, ninguno se atrevió a desafiar a sus rivales en el uno contra uno. A Simeone tampoco se le pasó por la cabeza añadir a David Villa a la delantera hasta que Raúl García le pidió el cambio a cuatro minutos del final.
Así se marchó un partido cuyo resultado no pareció disgustar en demasía a ninguno de los dos equipos, y menos a un Chelsea que renunció por completo a todo lo que sonara a búsqueda del área rival. Ahora la pregunta que queda es: ¿arriesgará alguno en el encuentro de vuelta?