Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios
Para la época navideña hay canciones de todo tipo, de alegría, de despecho, de tristeza; para la clase trabajadora salvadoreña, el titulo musical en este diciembre que más se acomoda es “Amarga Navidad”.
La realidad es que en nuestro país, en lugar de una tarjeta con buenos deseos, miles de empleados están recibiendo notas de despido, o despidos comunicados oralmente y con amenazas.
Son miles de trabajadoras y trabajadores los despedidos de distintas instituciones, del ministerio de salud, de educación, de agricultura, de la PGR, de la PDDH y más.
Sus servicios como maestras, como enfermeras, como médicos, como abogados defensores, como peritos agrónomos y, en fin, todos los servicios que han brindado a la población, dejarán de existir a partir de 2025. Recuperar lo perdido puede llevar mucho tiempo, es la parte que a veces en el manejo de la opinión pasa desapercibido y que con crueldad ha sido deliberadamente omitido por el gobierno.
Las palabras del mensaje presidencial, con motivo de la Navidad, caerán como sal en la herida en cada uno de los hogares de las personas que han perdido su trabajo; ese mensaje afirma que nuestro país es ejemplo de esperanza en el mundo de paz, confianza y optimismo y que desea la familia presidencial, que florezca el amor y la alegría.
¿Acaso puede haber alegría en un hogar que no tendrá para pagar los recibos de servicio, el alquiler o la cuota de casa y la comida de todos los días? Pues la magnitud de los despidos es como un alud que aplasta a muchos al mismo tiempo y sin duda eso impactará la economía familiar y del país; por más que sostengan que estamos mejor que antes, los hechos indican lo contrario.
Pero los despidos están asociados a otros hechos y decisiones gubernamentales, como el anunciado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), mediante el cual el gobierno se auto obliga a reducir los gastos y aumentar los ingresos para hacer posible el pago de las deudas, acrecentadas en los últimos cinco años y cinco meses que lleva gobernando el grupo Bukele.
Ese acuerdo traerá otros efectos más generales que dañan a la mayor parte de la población, a la que buscarán las formas de sacar más dinero mediante impuestos, multas, tarifas por servicios, entre otros. De eso sufriremos la mayoría de la población para mantener intacta y acrecentadas las ganancias de las empresas apoyadas por el gobierno.
El colmo del alud de decisiones a materializar en este mes de diciembre, es la decisión de derogar la ley que prohíbe la minería metálica y crear una ley que facilite la exploración y la explotación minera. Los efectos de esa decisión han sido advertidos por los ambientalistas desde hace años, cuando en el período del gobierno de Saca fueron autorizadas algunas empresas para emprender esa nociva actividad en nuestro país, y frente a lo cual los pobladores de la zona norte del país se enfrentaron con la denuncia.
La propaganda que se hace ahora sobre la minería, presentándola como la salvación del país, que dejaría de ser pobre el que esté cerca de una mina porque le comprarán caro el terreno y podrá irse a otro lugar a vivir mejor, es otro engaño, más nocivo que lo que significó la propaganda para hacer aceptada por la población la privatización de las pensiones.
Frente a esta avalancha de decisiones, impopulares por su esencia, queda el recurso de la resistencia, la denuncia, la protesta y, sobre todo, el despertar de la conciencia de que a tanto mal hecho a nuestra sociedad, a su imperfecta institucionalidad, a su economía, a la libertad de miles, solo puede haber un camino, y es el de unir voluntad, organización y fuerza para frenar, revertir y edificar un futuro para la vida con dignidad y justicia.
Por ahora la dispersión afecta ese camino, pero el poder del pueblo está allí en la construcción de su opinión colectiva, que no debe ser alrededor de mentiras o errores garrafales o crímenes al medio ambiente.
En manos del pueblo y de quienes más luz tengan para mirar la realidad como es y no como se presenta en la propaganda oficial, hay una gran responsabilidad.
Con esperanza confiemos en la capacidad de comprender este momento dramático que vive nuestro país y, como dice el verso de los cristianos, “cuando el pueblo crea en el pueblo ya podemos cantar libertad”.
Que esta avalancha de decisiones dañinas para la vida presente y futura de nuestro pueblo nos permitan despertar.