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Avance del Pacto Histórico expresa nuevo momento en Colombia

Bogotá/Prensa Latina

Por Odalys Troya Flores

Corresponsal en Colombia

El avance de la fórmula del Pacto Histórico, integrada por Gustavo Petro y Francia Márquez, a la segunda vuelta electoral en Colombia, vaticina días intensos en la campaña en pos de alcanzar la presidencia del país.

En entrevista con Prensa Latina, el académico y politólogo Jairo Estrada esbozó el significado de este triunfo el 29 de mayo, y los retos para la venidera segunda ronda comicial programada para el 19 de junio próximo.

Petro se alzó con una clara mayoría que, al no superar el 50 por ciento del total de votantes, no resultó suficiente para evitar la segunda vuelta, puntualizó.

Detrás y con significativa distancia le siguió Rodolfo Hernández, candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, “con un discurso populista borroso, aparentemente desideologizado, pero cercano por algunos de sus contenidos a postulados de la derecha, sin adscripción a ningún partido político”, detalló.

Para Estrada, la posición de Hernández, aunque parece sorpresiva, da continuidad a una tendencia que se venía observando en las semanas previas a los comicios.

En la tercera posición se situó Federico Gutiérrez, candidato del Equipo por Colombia, coalición de los espectros de la derecha conformada por las fuerzas del uribismo y los partidos y maquinarias políticas del establishment, quien tiene, además, el apoyo del gobierno de Iván Duque, agregó.

Y a la zaga quedó Sergio Fajardo, de la Coalición de la Esperanza, sin lograr cautivar el interés de los electores con el discurso tibio del llamado centro político, subrayó.

“Por primera vez no habrá en la contienda un candidato de los partidos del establishment, lo cual expresa una derrota histórica para esas fuerzas”, enfatizó Estrada, integrante de la agrupación política Voces de Paz y Reconciliación.

Todavía está por verse –dijo- cómo se decantarán las alianzas electorales en las semanas siguientes y cómo se expresarán las preferencias electorales de los candidatos derrotados en la primera vuelta presidencial.

“Los discursos políticos de los candidatos que quedan en la contienda, así como sus programas, seguramente se verán disminuidos con relación a sus propuestas originales, fruto de los acuerdos políticos que celebrarán”, añadió.

En su opinión, las posibilidades del candidato del progresismo se perfilan disminuidas, si se considera una previsible movilización “antiPetro” de la derecha colombiana, que «seguramente se pondrá del lado del candidato Hernández».

En tal sentido, los sectores derechistas buscarán conjurar lo que considera sería una amenaza contra su régimen de privilegios, sin que ello implique un traslado aritmético de la votación de Gutiérrez, explicó.

SIGNIFICADO SIN PRECEDENTES

Estrada considera que se avecina una contienda intensa en las siguientes semanas, en la que Petro tendrá que esforzarse por superar el “techo” cercano al 41 por ciento en esta primera vuelta.

“Más allá de estos aspectos de ‘ingeniería electoral’, los resultados de la primera vuelta constituyen expresión del nuevo momento político-cultural por el que está atravesando Colombia.

«Aunque evidentemente la compleja situación colombiana no es reductible a la contienda electoral, está claro que los actuales comicios presidenciales poseen un significado sin precedentes, señaló.

“Por primera vez en la historia republicana, después del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, se encuentra abierta la posibilidad de que un candidato ajeno a las clases dominantes y contrario al statu quo llegue a la presidencia”, recordó.

Puntualizó que, en el pasado, toda expresión de alternativa política progresista o de izquierda se encontró con una férrea resistencia sistémica, sustentada en el consenso de los partidos políticos del establishment y de quienes usufructuaron el poder para su propio beneficio.

“Tal disposición de las clases dominantes, expresiva del miedo al pueblo y a la reforma, como lo definieron los historiadores, no escatimó el uso de la violencia estructural, incluido el recurso de la activación de dispositivos del paramilitarismo contrainsurgente, a fin de preservar y reproducir su régimen de privilegios”, indicó a Prensa Latina.

Comentó que el espacio político sobre el cual se construye el proyecto progresista de Petro es el resultado de una confluencia de factores, dentro de los que se encuentran los acumulados históricos de resistencia y movilización social y popular continuas y persistentes pese a la violenta represión estatal.

Además, se añaden los efectos políticos y culturales del Acuerdo de paz suscrito con las FARC-EP en 2016, que además de contribuir a la mayor politización de amplios sectores de la sociedad colombiana, habilitaron nuevas condiciones para las luchas.

También se suma el Paro Nacional del 28 de abril de 2021 y la rebelión social de los meses subsiguientes, con alcances antisistémicos y de interpelación profunda del orden social vigente, así como expresivos de un nuevo “estado de ánimo”, de hartazgo social frente a la indolencia y la ignominia de quienes gobernaron a sus anchas con la lógica de un régimen hacendatario.

Incorporó a esta suma de factores “el pérfido e infame gobierno de Iván Duque con el que al parecer se cierran los tiempos del proyecto político de la ultraderecha militarista colombiana, y con ello del “uribismo”.

Agregó los impactos económicos y sociales del proceso neoliberal de las últimas décadas, con la destrucción del aparato productivo, la precarización de la vida y la existencia de una de las sociedades más desiguales del mundo.

Igualmente añadió la coyuntura de la macroeconomía, con presiones inflacionarias en ascenso, un déficit fiscal de 7,1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), un déficit en la balanza comercial del cinco por ciento y un nivel de deuda pública equivalente al 69 por ciento del PIB.

Y asimismo una tasa de desocupación bordeando el 14 por ciento, a lo cual se agrega la pobreza de 21 millones y la pobreza extrema de 7,4 millones de personas.

Explicó a Prensa Latina que, como consecuencia de todo ello, existe una situación de tendencia a la crisis generalizada, del régimen político y sociocultural y del régimen de acumulación imperante en el país.

CONTRA LA POLITIQUERÍA Y LA CORRUPCIÓN

Sobre esas mismas circunstancias y el descontento generalizado que provocaron, debe decirse que el candidato Hernández construyó su propuesta política con un programa centrado en la lucha contra la politiquería y la corrupción, sin contenidos significativos frente a otros grandes problemas que agobian al país, comentó.

En suma, un espacio político en el que los vectores de salida mostraron que el país rechazó de tajo la continuidad del “más de lo mismo” representada por el derechista Federico Gutiérrez y su estela, y en el que se constituyeron dos opciones que expresan la necesidad de un cambio de rumbo, subrayó el profesor universitario, director de la revista Izquierda.

La opción de Hernández, pese a no conocerse en profundidad su proyecto, puede derivar con mayor fuerza hacia una salida aparentemente “antipolítica” y “antiestablecimiento”, en realidad “desde dentro” y haciendo gala de expresiones retrógradas.

En ese sentido, acotó, una opción que logre canalizar parte importante del descontento hacia una renovada estabilización del régimen de dominación de clase, con una retórica simplista y efectista al mismo tiempo.

El talante del candidato no excluye que estemos frente a un eventual gobierno de un Donald Trump “a la colombiana”, en el que la derecha y uribismo esperarán sobrellevar su invierno, alertó.

Por otra parte, aunque son conocidas las propuestas programáticas del progresismo, aún falta la decantación que ellas tendrán en las semanas siguientes fruto de posibles nuevos acuerdos políticos, manifestó.

Dados los compromisos del candidato, unos conocidos, otros no suficientemente explícitos o apenas insinuados, considerando los condicionantes estructurales que tendrá que enfrentar, así como los límites de su propia visión progresista social-liberal, aún es prematuro aproximar una valoración de los trazos concretos que tendrá su eventual gobierno.

Se puede anticipar que, de ganar en segunda vuelta tendrá más moderación de la esperada, teniendo en cuenta las inmensas expectativas de cambio que hay en el país, opinó.

Dado el “estado de demolición” en el que se encuentra la sociedad colombiana, las dos opciones tienen posibilidades de llegar a la presidencia de la República.

Lo que viene serán semanas de muy agudo debate en el que la movilización de la opinión, más que las maquinarias partidistas, jugará un papel central, advirtió.

“Aun conociendo los límites del progresismo, los revolucionarios esperamos que el país pueda encauzarse por una senda de democratización real, tal y como lo esperamos en su momento con el Acuerdo de Paz”, expresó.

Considerando el lugar de Colombia en la región, los efectos geopolíticos que producirá la elección presidencial merecen toda la atención.

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