Mauricio Vallejo Márquez
Cuando era pequeño, un tío me decía que por cumplir años en diciembre solo tenía derecho a un obsequio. Así que quizá por esa razón dejé de ver con alegría la Navidad. Y eso que se forran los negocios y las casas con esos adornos para alegrar el último mes del año.
Pero mientras crecí la Navidad era un momento mágico en el que disfrutaba de reventar cohetes y encender luces. Un día, incluso me reventó un mortero en la mano. Aún siento la sensación de no poder mover los dedos y sentir que me temblaba irremediablemente. Fueron cosas de segundo en que el ambiente me pareció que era una piscina. No recordaba si podía o no respirar, pero la sensación aquella me dejó la lección de aprender a ser prudente sin haber perdido una extremidad.
El resto era un desfile de cenas navideñas, de bebidas, manzanas y uvas. Sin olvidar los dulces, que me provocaron algunas caries. Pero que sin dudas los disfruté. El asunto es que los dulces cedieron al olvido y comenzaron las bebidas alcohólicas, sin olvidar que los cigarros desde que estaba muy pequeño estaban presentes. Me los daban como auxiliar para encender los cohetes.
Lo que más me encantaba de la noche buena era que uno podía andar a pie feliz por todos lados saludando gente. Las calles se volvían más seguras y era raro ver que alguien anduviera con intenciones de asaltar, aunque siempre había casos. Lo que sí eran infaltables eran los borrachos. Así como dice el pintor Augusto Crespín: “este es un país de borrachos”. Y la cultura no nos puede mentir, aunque ahora veo menos cantinas en mis alrededores, la costumbre está bien metida en algunos. Pero la vida los ha llevado a ello y sus decisiones.
En la Colonia Satélite y en la calle Montecristo de Montebello se hacían visitas obligas en estas fechas. En estos dos lugares se hacían unas decoraciones maravillosas que eran motivo de reportajes, notas periodísticas y comentarios. A la gente le encantaba. No sé si se continúa la costumbre. Ahora con los ritmos de trabajo que uno tiene en ocasiones uno no se acuerda de lo hermoso de vivir, de pasar horas viendo el cielo arrojado en la hierba sintiendo el viento recorrer nuestros rostros. En fin, pero la navidad sigue viva.
Yo tengo algunos años en que dejé de lado la fiesta de navidad y me interesé por Janucá, la fiesta de las luces d ela religión judía, que nos habla del triunfo del pueblo judío contra los griegos. Diciembre da pie para ello y para más. Sobre todo sabiendo que los profetas y salvadores de múltiples religiones nacieron el 25 de diciembre, no sólo Jesús de Nazaret de las religiones cristianas.
Creo que el mensaje más hermoso de estas fechas no es recibir o comprar, sino compartir y amar. Si esto lo tuviéramos el resto del año seríamos una mejor sociedad, una que avanzaría por el camino correcto.
Mtro. Mauricio Vallejo Márquez
Licenciado en Ciencias Jurídicas
Maestro en Docencia Universitaria
Escritor y editor
Coordinador Suplemento Cultural 3000