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Entre azadones, oraciones y flores, salvadoreños recuerdan a sus difuntos

Augusto Menjívar pinta cruces en el cementerio municipal de San Antonio Abad, San Salvador, este 2 de noviembre. Foto Diario Co Latino/Patricia Meza.

Gloria Orellana
Patricia Meza
@DiarioCoLatino

El cielo despejado y azul. La brisa se deslizó lentamente en los camposantos del país, así como los miles de salvadoreños se desplazaron de sus hogares a los cementerios desde tempranas horas, para limpiar las tumbas de sus seres queridos, colocar flores, pintar las cruces y lápidas o simplemente rezar una oración para recordarlos.

No faltó la pintura, las brochas y pinceles, los azadones, las palas y piochas, para arreglar el pedazo de tierra donde yacen los restos de aquellas personas que compartieron la vida familiar y que se adelantaron por causas naturales, accidentes, enfermedades u otro infortunio.

El 2 de noviembre es asueto nacional y se conmemora a nivel mundial. En los cementerios el tiempo pasa apresuradamente en el ir y venir de las familias que van a los cementerios públicos o privados a retocar los nombres de los fallecidos, colocar coronas de ciprés y flores de papel o naturales, o simplemente sentirse cerca de quien en vida fue su madre, padre, abuelo, abuela, hijo, hija, hermano, hermana u otro familiar o amigo.

En El Salvador no existe un decreto, pero es una tradición adoptada por la Iglesia católica y otras iglesias, ya que el 2 de noviembre del 998 se creó un día especial para los difuntos, por el monje benedictino San Odilón, en Francia. En el siglo XVI la idea fue adoptada por Roma, difundiéndose por el mundo entero. El Salvador no fue la excepción y con la llegada de los españoles se sumó a la conmemoración. La visita de la familia salvadoreña a los cementerios se basa en enflorar, limpiar la tumbas, llevar música, disfrutar de los platillos típicos que venden en los alrededores de los camposantos o simplemente participar de una misa o un culto.

Con el tiempo se han agregado algunas prácticas, principalmente en los cementerios privados, donde las cruces han sido sustituidas por placas y se puede disfrutar de conciertos de música sacra.

Emilio Melara, párroco de la iglesia de San Antonio Abad, oficia misa de los fieles difuntos en el cementerio de esta localidad. Foto Diario Co Latino/Patricia Meza.
Un habitante de San Antonio Abad, en San Salvador, limpia la tumba de un familiar en el cementerio municipal, durante el Día de los Difuntos. Foto Diario Co Latino/Patricia Meza.
Comerciantes venden flores artificiales en la entrada del cementerio de Mejicanos, conmemorando el Día de los Santos Difuntos. Foto Diario Co Latino/Patricia Meza.

Los difuntos y la promesa de la resurrección

“Este es un momento familiar que recuerda a los que ya no están con nosotros, y que el Dios dador de vida que nos promete la resurrección sigue con nosotros acompañándonos”, afirmó Emilio Melara, párroco de la iglesia San Antonio Abad, durante la misa que se realizó por primera vez en el cementerio del lugar, para recordar a los fieles difuntos.

Las familias tienen la oportunidad de recordar a sus familiares y de reflexionar sobre valores, que son la herencia más importante que dejaron los que se fueron, afirmó el sacerdote.

Este camposanto fue fundado en 1903, en la actualidad alberga un aproximado de un mil ciento 15 tumbas y es administrado por la Sociedad de San Antonio Abad, informó Julio Méndez.

Ubicado sobre la calle El Algodón, en el cantón San Antonio Abad, al norte de San Salvador, el camposanto alberga también los restos de decenas de hombres y mujeres que murieron durante la guerra.

Recuerdos de fidelidad y compromiso

Ana Aguilar de 64 años de edad, junto a sus hijos cumple fielmente cada año con la visita a la tumba de su esposo José Aguilar. Después de iniciar con el corte de la maleza y el aseo de la cruz, colocan infinidad de flores y cadenas de papel multicolores.

Este cementerio municipal de Mejicanos lució abarrotado por los visitantes y debido a la densidad poblacional y la extensión del terreno ya no queda mucho espacio para otras tumbas. El alcalde Simón Paz y su concejo municipal implementaron un dispositivo de seguridad, aseo y ventas para manejar de manera ordenada el volumen de población que ingresó.

Cerca de Ana, Efraín Luna de 44 años de edad llegó a visitar y contarle cosas a su madre, “yo siempre vengo, y le cuento todo a mamá Lily… le digo qué he hecho con mi vida, cómo me va con la familia… podrán decir que estoy loco por hablar con ella, pero esto nos sirve para reflexionar, esta visita para esto la hago”.

En este cementerio, como en otros, el arreglo de las tumbas, cruces y nichos están a la orden del día. Un ejército de mujeres, hombres y niños se encuentran a la entrada del cementerio a la espera de trabajo del día, cobrando desde un dólar por una limpieza sencilla de tumba, hasta 20 dólares, por quitar la maleza, limpiar y pintar la tumba o mausoleos.

Rodolfo Beltrán, de 67 años, trabaja desde algunos años atrás en la ornamentación de las tumbas o nichos en el cementerio, muchos de sus usuarios lo buscan por la calidad que imprime a su labor.

“A mí, a la casa me llega a buscar la gente, en esta tumba que estoy atendiendo no solo es una mano de pintura… ayer vine para lavarla y quitarle lo verde de la humedad, ahora le estoy dando la segunda mano de pintura y tengo que detallar muy bien, los otros adornos que tiene, para que cuando vengan más tarde la familia la vea bonita y solo enfloren”, manifestó.

Es de destacar que en esta fecha también hay ofertas de funerarias como la que dirige Carlos Córdova de la Sagrada Familia, quien ofrece sus planes de servicio para funerales y también empleo a los visitantes.

“Nosotros venimos a concientizar a la familia salvadoreña ante un tema tabú que no queremos tocar pero es muy simple… si hay algo seguro en esta vida es la muerte”, dijo para justificar sus servicios. Y agrega que todos necesitan esto, ya sean ricos o pobres, puesto que la muerte suele llegar y encontrar a las personas desprevenidas y sin dinero. Córdova afirma que la funeraria ayuda a la gente angustiada por el dolor de haber perdido a su familiar y no tienen como pagar su funeral ofreciéndoles un plan preventivo y otro de emergencia. Al filo de las 4 de la tarde, el cielo aún luce despejado, en los cementerios los difuntos se quedan esperando, como todos los años, dormidos en su silencio sepulcral, la llegada de un nuevo 2 de noviembre, para que sus parientes los visiten, les lleven flores y siempre los recuerden.

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