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B.B. KING Y LUCILLE: LA INMORTALIDAD DEL BLUES

Oscar A. Fernández O.

Musicalmente hablando, sale es como si al mundo le quitaran, check casi definitivamente, una parte de su memoria. Se va uno de los últimos grandes padres fundadores del blues, un hombre que creó un nuevo lenguaje con la guitarra eléctrica, pieza esencial en la arquitectura de la música popular del siglo XX. Se va algo más que un simple músico. Porque B. B. King, fallecido a los 89 años, representaba un modo de vida y de creación musical en el mundo del blues y de la música en general. Nos deja uno de los grandes, un genio forjado en la pobreza y la cultura de la negritud discriminada brutalmente en Estados Unidos.

B.B. King desfalleció el pasado octubre durante un concierto y tuvo que cancelar el resto de la gira también por deshidratación y agotamiento provocado por la diabetes que le fue diagnosticada hace más de dos décadas. Desde entonces, su estado de salud no hizo más que empeorar.

Nacido en el seno de una familia pobre, en una diminuta cabaña de un pueblo de Misisipí, su primera experiencia musical llegó a los 12 años cuando formó parte de un grupo vocal de gospel y el predicador le enseñó sus primeros acordes con una guitarra. Entonces, recogía algodón en una granja de la ciudad de Lexington. Luego, lo hizo en Indianola durante los primeros años cuarenta, dice la edición de ayer viernes de varios rotativos en el mundo.

Entre el eco de los grandes escenarios y los fuegos fatuos de la fama televisada hay marcas de los años del fuego que no se olvidan. B.B. King siempre recordaba las penurias de los primeros tiempos del blues, o al menos del blues de su vida. Una trayectoria azarosa que este apóstol incansable del blues desplegó durante siete décadas de actividad musical protagonizando más de quince mil actuaciones.

El anecdotario dice que compró su primera guitarra por apenas quince dólares, aunque hay quien apunta más alto y alimenta el mito con un regalo del bluesman Booker “Bukka” White. Ya tenía la guitarra y aquí empieza el viaje épico de un muchacho negro del sur profundo hacia la cima del reconocimiento internacional del blues, su instrumento y, sobre todo, su capacidad para tañer la guitarra con una técnica depurada pero asequible a oídos del profano blanco.

Three o’clock blues se convirtió en su primer éxito reseñable. Con los años esta pieza sería un momento genuino de sus conciertos multitudinarios, en compañía de otros clásicos de la música negra como Every day I have the blues, Black angel blues o The thrill is gone o de las más populares To know you is to love you y I like to live the love.

Durante el invierno de 1949, King tocó en un salón de baile en Twist, Arkansas. Para calentar el salón, un barril medio lleno con queroseno fue encendido, una práctica bastante común en la época. Durante su actuación, dos hombres comenzaron a pelear, golpeando el barril quemándose y enviando combustible ardiente hacia el suelo. Esto provocó una evacuación. Una vez afuera, King se dio cuenta de que había dejado su guitarra dentro del edificio en llamas. Este entró al incendio para rescatar a su guitarra, una Gibson acústica. Dos personas murieron en el incendio. Al día siguiente, King descubrió que los dos hombres estaban peleando por una mujer llamada Lucille. King nombró a su primera guitarra Lucille, al igual que a todas las que tuvo desde aquella casi fatal experiencia, como recuerdo de no volver a hacer algo tan estúpido como correr hacia un edificio en llamas (B.B. King: Lucille Speaks, 1985)  King tocó guitarras de diferentes marcas a comienzos de su carrera. Tocó una Fender Telecaster en la mayoría de sus grabaciones con RPM Records (Burrows, Terry. “El Libro Completo de la Guitarra”, 1999) Sin embargo, B.B. es conocido por tocar variantes de la Gibson ES-355.

Con los años, acumuló 30 nominaciones al Grammy y 15 de esos premios los ganó, incluyendo dos en 2000: uno junto a Eric Clapton por Mejor Álbum de Blues Tradicional por Riding with the King, y otro con Dr. John a la Mejor Colaboración Pop con Vocales por Is you is, or is you ain’t (my baby). Su último premio fue en febrero de 2009 por Mejor Álbum de Blues Tradicional por One kind favor (2008). Bautizado Blues Boy King, y para la posteridad quedó ya su nombre artístico: B.B. King…nuca se separó de su amada “Lucille”. Con él se ha cerrado un capítulo de la historia de la música. El último gran blues man…ahora navega en la eternidad con su querida Lucille, esparciendo su genio en la historia, porque un muchacho como él nunca dará el último concierto. ¡Que descanse en paz B.B. King…y que siga tocando…!

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