Gloria Silvia Orellana
@DiarioCoLatino
El informe del Grupo del Banco Mundial (BM) es claro, al afirmar que la propagación de las variantes de la COVID-19, la inflación, la deuda y la desigualdad, intensificarán la incertidumbre, y que el crecimiento mundial experimentará una desaceleración hasta el año 2023, lo que conlleva el riesgo de un “aterrizaje brusco” en las economías en desarrollo.
Sobre el panorama, el BM señaló que pese al fuerte repunte de la economía mundial registrada el año 2021, en los primeros días del nuevo año se ha entrado en una “pronunciada desaceleración” abonada por la incertidumbre de las nuevas variantes del COVID-19 (Ómicron), el aumento de la inflación (incremento generalizado en precios de bienes y servicios), la deuda (pública activos financieros) y la desigualdad de ingresos (mercados laborales y capitales).
“La rápida propagación de la variante Ómicron” indica que probablemente la pandemia continuará, y afectará la actividad económica en el corto plazo.
Asimismo, la marcada desaceleración de las principales economías como Estados Unidos y China, pesará sobre la demanda externa en las economías emergentes y en desarrollo, señalan.
“Es un momento en el que los gobiernos de muchos países en desarrollo carecen de espacio macroeconómico para apoyar la actividad si fuera necesario. Los nuevos brotes de COVID-19, la persistencia de las presiones inflacionarias y de los cuellos de botella en las cadenas de suministro, así como la elevada vulnerabilidad financiera en numerosas partes del mundo, podrían aumentar el riesgo de un aterrizaje brusco”, advirtió el Banco Mundial.
David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial, reitero que para lograr que un mayor número de países se encamine hacia un crecimiento favorable, se requerirá “de la acción internacional concertada y un conjunto integral de respuestas de políticas en el nivel nacional”, agregó.
“La economía mundial se enfrenta simultáneamente a la COVID-19, la inflación y la incertidumbre respecto de las políticas, el gasto público y las políticas monetarias que se adentran a un territorio desconocido. El aumento de la desigualdad y los problemas de seguridad son particularmente perjudiciales para los países en desarrollo”, señaló Malpass.
Sobre las tasas de crecimiento, menciona una posible “divergencia” que experimentarán las economías avanzadas, emergentes y en desarrollo. De las primeras se espera que el crecimiento disminuyó del 5% al 2021 y un 3.8% para el presente año y se espera un 2.3% en 2023, lo que el Banco Mundial calificó de un “ritmo que, si bien más lento, será suficiente para restablecer las tendencias previas a la pandemia en producción e inversión”, y podrán recuperarse en su producción.
Mientras, las economías emergentes y en desarrollo, se espera una caída 6.3% del 2021; un 4.6% en 2022 y para el año 2023 un 4.4%, y sobre su nivelación de producción estas economías se mantendrán en un 4% por debajo de la tendencia anterior a la pandemia.
“Para muchas economías vulnerables, el revés será aún mayor, la producción de las economías frágiles afectadas por conflictos se ubicará un 7.5% por debajo de la tendencia previa a la pandemia, y la de los pequeños Estados insulares será un 8.5% más baja”, agrega el informe.
El informe de Perspectivas Económicas Mundiales plantea tres secciones de análisis sobre los obstáculos que podrían impedir una recuperación económica permanente de la economías en desarrollo, como la “deuda” y las medidas que se venían tomando para el “alivio de la deuda”, pero luego de las cifras que ha dejado la deuda mundial por la pandemia, es la más alta en medio siglo, por lo que prevén que las próximas medidas de alivio de deuda que se tomen tendrán más dificultades de lograr éxitos.
“Las decisiones que tomen los responsables de la formulación de políticas en los próximos años decidirán el curso de la próxima década. La prioridad inmediata debe ser garantizar que las vacunas se distribuyan más amplia y equitativamente, de modo que la pandemia pueda controlarse. Pero para abordar los retrocesos en el desarrollo, como el aumento de la desigualdad se requerirá un apoyo sostenido”, explicó Mari Pangestu, directora gerente de políticas de desarrollo y alianzas del Banco Mundial.
En el segundo análisis, se abordaron las consecuencias de los ciclos de auge y caída de los precios de los productos básicos en las economías emergentes, señalando que la mayoría de estas dependen de las exportaciones de dichos mercancías y en el marco del COVID-19, los precios al principio colapsaron, luego registraron un “aumento abrupto” que alcanzó máximos históricos en la macroeconomía mundial. Y prevén que estos ciclos continúen y puedan ser amplificados por el Cambio Climático y la transición energética que busca eliminar el cambio de combustibles fósiles.
En el tercer análisis se abordó el impacto del COVID-19en la desigualdad del mundo, señalando que la pandemia aumentó la “desigualdad de ingresos a nivel mundial”, y provocó un retroceso en los pocos avances que se habían logrado en los últimos 20 años.
“Se ha intensificado la desigualdad en acceso a la educación y la atención de la salud, y en la escala de pérdidas de empleo y de ingresos, que ha sido mayor entre las mujeres y los trabajadores poco calificados e informales. Esta tendencia puede dejar cicatrices duraderas: pérdidas de capital humano causadas por las interrupciones en la educación y pueden transmitirse de una generación a otra”, detalla el informe.
Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, indicó: “A la luz de la desaceleración prevista en el crecimiento de la producción y la inversión, el escaso espacio normativo y los riesgos considerables que opacan las perspectivas, las economías emergentes y en desarrollo deberán calibrar cuidadosamente sus políticas fiscales y monetarias”, puntualizó.