Wilfredo Arriola,
Poeta y escritor
¡Basta, si me seguís pidiendo te seguiré dando! Dice la voz interior del que siempre está dando más de la cuenta. Resulta que en muchas etapas de nuestra vida nos hemos visto envueltos en relaciones en que estamos para los demás de manera religiosa. La reciprocidad es un elemento clave para fortalecer nuestra conexión con quienes nos rodean.
Siempre los literatos nos dan puntadas acerca de como podemos entender mejor la reciprocidad en nuestros vínculos. Gala nos dice en unos magistrales versos: “En toda relación amorosa hay, en último término, un devoto y un dios, un esclavo y un amo. Hay quien rompe a hablar y quien responde.”. Benjamín Prado escribe: “A veces es necesario volver a ver, para ver quién te sigue” o “Uno vale el espacio que deja al marcharse”. Recuerdo una pintada en Nicaragua que acusaba: “Querer es fácil, preguntar quién te quiere revelador”.
La palabra reciprocidad (cualidad de hacer igual para uno que otro) viene del sufijo —dad sobre la palabra “reciproco” y esta del latín reciprocus = “igual uno que para el otro”. En una ocasión me preguntaban, cuál podría ser una de las cosas que buscó en las relaciones de cualquier índole, a lo que siempre respondo: reciprocidad y compartir conceptos. Es necesario hacer un repaso por los valores que nuestros similares tienen, empezar por contar nuestras capacidades y aptitudes, luego comparar, cuántos de esos elementos tienen quienes nos rodean. Si nos hacen mejores personas o nos apoyan en nuestra mediocridad. Lo revelador es un grito en el silencio de la indiferencia. No es extraño enfrentarse en la postura de dar más de la cuenta a personas que no comparten nuestras maneras de ver la vida, la puntualidad, lealtad, responsabilidad, pagar la cuenta, corresponderse en querer saber el uno al otro y un largo etc. La trivial excusa del “vos sabes como soy” es la bandera del irresponsable, pero uno invita a quedarse y ver el desastre y no solo verle, también quemarse. Prado en su novela Ajuste de Cuentas ofrece un aforismo ante lo contado: “Perdonar lo imperdonable no te pone encima de ello, sino a su nivel”. Robert Trivers soluciona con elegancia este tipo de pasajes de la vida con su máxima: “Al principio trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti, pero luego trátalos como ellos te han tratado”.
Las relaciones se pueden dividir en momentos complicados donde uno por diversos motivos se descuida del sano ejercicio de la reciprocidad, presiones, falta de tiempo, aunque la madurez es siempre tener una disculpa para todo y con la palabra y el sentido común uno puede revalidar esos fuertes lazos que han dado pie a amistades, relaciones amorosas de larga trayectoria. La cercanía es una decisión de valores y compartir logros y fracasos juntos, en esos dos extremos, habría que tener en cuenta que la gente que siempre está para todo cuando deja de estarlo, lo está para siempre. No pudiera considerar a alguien tan íntimo a mí, sin poder contarle mi alegría y que no esté en mi consuelo a la hora del desastre. Considero que las relaciones de años, esas que están en ausencia y vuelven al tiempo, su base es la melancolía y el respeto por el pasado, la intimidad el día a día el hombro a hombro en la cotidianidad es lo que marcan esa explosión de la novedad. Tampoco concibo que una pareja amorosa antes que eso, no sean el uno al otro, su máximo confidente. ¿Mejores amigos? sin contacto solo serán una forma extraña de cercanía que poco a poco se perderá por el paso feroz del tiempo. Sin reciprocidad no contemplo una buena relación, sin conversación y proximidad será una futura noticia de algo que solo tuvo auge en un pasado. La vida es muy cambiante y demanda una pregunta y una respuesta (dar y recibir). Deseo preguntar y responder y viceversa…
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