JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO
Para el canadiense Harrison Koehli, reconocido por sus contribuciones al estudio de la ponerología, uno de los mayores obstáculos para comprender la naturaleza del mal es pensar que todos somos iguales1. Y un segundo obstáculo, la ceguera ante ciertas formas de psicopatología.
Las personas son diferentes, pero, el ingenuo utopismo de los filósofos socialistas de siglos pasados, simplificaron excesivamente la naturaleza humana. Los socialistas utópicos veían a todos como esencialmente iguales. Pero las personas varían en todo tipo de características, sobre todo, en talento.
El culto a la igualdad y la denigración de toda desigualdad, convierte a la utopía socialista en una ilusión que nunca será. Una pequeña minoría es radicalmente diferente. Las caricaturas de humanidad presentados por las utopías socialista no existen. No todos los humanos son iguales.
Cuando se trata de la maldad humana, hay una gran variedad de singularidades y cada vez que se vuelve la mirada hacía el mal político, el problema es similar. Las formas de psicopatología más fáciles de ver, son aquellas cuya naturaleza es más similar a la normalidad psicológica. Algunas formas de psicopatología generadoras del mal, son más identificables que otras. Su prevalencia política tiende a progresar, desde las formas más identificables a las menos identificables.
El grado uno es el narcisismo desenfrenado, todo el mundo tiene un poco y algunos tienen mucho. El narcisismo y toda la debilidad moral que conlleva, es el terreno en el que crecen todas las demás psicopatologías.
El grado dos son las convulsiones de histeria. La mayoría hemos experimentado esto en pequeñas dosis. En un estado generalizado de histeria reina el pensamiento emocional, decae el sentido común y se propaga el contagio social.
El grado tres son las conmociones de voces paranoicas. La emoción intensificada por la histeria alcanza pensamientos proyectivos y delirios. En un entorno histerizado, el movimiento de masas paranoide alcanza su éxito. En las masas paranoicas prevalecen temores exagerados de conspiración y pérdida de autonomía. En manos de un líder verdaderamente paranoico, el pensamiento conspirativo se sale de control.
El grado cuatro es la frontera de los sucesos violentos, ya que la desregulación emocional y el deterioro cognitivo-perceptivo, hacen que la impulsividad esté fuera de orden y, al emocionarse y reaccionar exageradamente, aparece la ira acometida de ataque reactivos.
El grado cinco es el hombre fatuo del esquizoide. Los esquizoides son difíciles de tratar y pueden ser extraños. Padecen de una languidez emocional, su causa parece ser biológica. El esquizoide político, tiende a esconderse detrás de la palabra escrita.
Y el grado seis es la mixtura sombría de la psicopatía. Los psicópatas no sienten remordimientos, son incapaces de amar y ven el mundo de los no psicópatas, como diseñado para oprimirlos e impedir que sean ellos mismos.
GUERRA COGNITIVA
Benjamín Norton es un periodista norteamericano quien afirma que el cartel militar de la Organización del tratado del Atlántico Norte (OTAN) ve cada vez más a su propia población, como células durmientes chinas o rusas2. Ante este temor, han desarrollado tácticas de “guerra cognitiva”.
La guerra cognitiva es un ejemplo de la naturaleza del mal político, ya que la armamentización de las ciencias del cerebro, implica piratear al individuo mediante la explotación de las vulnerabilidades del cerebro humano, para efectuar una ingeniería social más sofisticada. La guerra cognitiva busca cambiar lo que piensa la gente y como actúa: esparciendo discrepancias, instigando narrativas contradictorias, polarizando opiniones y radicalizando grupos. Para ello usa capacidades cibernéticas, desinformación, información, psicología e ingeniería social.
La guerra cognitiva comienza en la esfera informativa, con la hiperconectividad, ya que casi todo el mundo tiene un teléfono celular. Se trata de aprovechar los grandes datos de las corporaciones de la big tech y vigilancia masiva, para conocer mejor al individuo y usar ese conocimiento para cambiarle la forma de pensar.
La guerra cognitiva es el arte de usar tecnologías para alterar la cognición de objetivos humanos, dirá Francois Du Chazel, ex militar francés. La guerra cognitiva es una lucha contra la forma en que pensamos. Su campo de acción es global y no tiene límite de tiempo. Es un campo de batalla través de la internet, puntuada por notificaciones a nuestros teléfonos inteligentes. El objetivo es influir en la toma de decisiones de los individuos y torcer su comportamiento. En la guerra cognitiva, terminan concurriendo técnicas del gaslighting político.
Para la escritora hindú Rohitha Naraharisetty, la manipulación política es una característica definitoria del predominio del mal en nuestro tiempo3. El gaslighting político usa el engaño y la manipulación de la información, con la motivación de desestabilizar y desorientar a la opinión pública sobre temas políticos. Para lograr esto, crean narrativas alternativas que no se basan en la realidad. El impacto del gaslighting político, en la esfera política, se traduce en incertidumbre, confusión y paranoia masiva.
Algunas personas son manipuladas con éxito por el gaslighting político, pero otras tienen puntos de vista opuestos a la narrativa de los gaslighters, por lo que intentaran silenciarlos. El gaslighting político es una técnica utilizada por personas poderosas con tendencias narcisistas, quienes buscan manipular a otras personas para controlarlas.
El gaslighting político puede ser abierto, cuando se es consciente de la falsedad de la información. Igualmente, el gaslighting político puede ser encubierto, cuando hay declaraciones ambiguas que no pueden ser refutadas de manera concluyente. Una consecuencia del gaslighting político es la distorsión de la realidad. Esto puede conducir al colapso cognitivo público, en términos de lo que significa verdad. La distorsión de la realidad o la subversión de la realidad a escala masiva, dificulta que los ciudadanos se pongan de acuerdo sobre cuál es la verdad. Perdiendo la fe en la posibilidad de una discusión veraz o en su propio punto de vista.
LA NARRATIVA DEL GASLIGHTER POLÍTICO
El gobierno salvadoreño, como gaslighter político, sabe que su principal fortaleza es el dominio de la narrativa pública. Su método se sustenta en la repetición incesante de mensajes, a través de las abrumadoras bocinas, construidas con fondos del erario público, hasta penetrar la agenda nacional.
La periodista salvadoreña, Gabriela Villaroel, declara que la narrativa del presidente Nayib Bukele se instaura en sus cuentas personales, luego, se viraliza por medio del aparato de comunicación digital gubernamental4. Señala que, para el dos mil veintidós, Casa Presidencial dispone de más de siete millones de dólares dirigidos al aparato de comunicación digital creado por el gobierno y a estrategias de comunicación. De ahí que, apoyado en ingentes recursos del Estado y en su imagen mediática, Bukele empuja narrativas favorables a su gobierno.
El artículo de la Revista Proceso “La ciudadanía del ojo por ojo, la comunicación del diente por diente”, señala límites a la comunicación gubernamental que obstaculizan su propagación y preponderancia5: Un límite es cultural, por ejemplo, el parón del fútbol, por discrepancias entre la Federación Salvadoreña de Fútbol y el Instituto nacional de los Deportes de El Salvador, donde el gobierno no entendió que el fútbol es tradición y sueño de una nación que se inventa. Otro límite es económico, por la situación económica que atraviesa la sociedad, expresada en desempleo, alto costo de la vida y temores a la pérdida de pensiones. Y un último límite es lo criminal, por el mundo oscuro y poco transparente del crimen organizado y la represión estatal, en donde sigue prevaleciendo la violencia.
En el editorial “La realidad le arrebato la narrativa al gobierno”, la Prensa Gráfica indica que por la necedad en la cripto moneda, la inclusión de funcionarios y magistrados del oficialismo en la Lista Engel y las marchas antigubernamentales, el aparato de propaganda está en emergencia6. Ante lo cual tiene una alternativa: cambia la táctica política, reflejando algún grado de madurez o insiste en pelearle la narrativa a la realidad.
(Endnotes)
1. Koehli, Harrison. Los seis grados del mal en Kevin Bacon. En: https://ponerology.substack.
2. Norton, Ben. Detrás de la “guerra cognitiva de la OTAN: “la batalla por tu cerebro” librada por militares occidentales. En: https://www.technocracy.news/
3. Naraharisetty, Rohitha. Como el “gaslighting político” socava la verdad. En: https://thewaddle.com/how-
4. Villaroel, Gabriela. Gobierno mantiene su dominio sobre la narrativa en redes sociales. En: https://www.laprensagrafica.
5. Proceso. La ciudadanía del ojo por ojo, la comunicación del diente por diente. En: https://noticias.uca.edu.sv/
6. La Prensa Gráfica. La realidad le arrebato la narrativa al gobierno. En: https://www.laprensagrafica.