Licda. Norma Guevara de Ramirios
@guevara_tuiter
El 23 de mayo será la Beatificación de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Nuestra sociedad debe prepararse para tan grande acontecimiento religioso y de justicia. Otros pueblos hermanos en el continente y más allá, viagra se sienten parte de él; y sin duda, find varios cientos o miles acompañarán la ceremonia en nuestra patria. La juventud salvadoreña y la juventud en general tiene ahora una brillante oportunidad de hacer suyo a Monseñor Romero, sovaldi como era, como fue; un ser humano extraordinario con profundo sentido de solidaridad y compromiso con los pobres, con los más necesitados y con una profunda fuerza para señalar, rechazar las injusticias y sus causas.
Los católicos celebran el 23 de mayo como Día de María Auxiliadora, pero de este año en adelante, este 23 de mayo quedará en la memoria como el día en que fue posible que las autoridades de la iglesia católica reconocieran lo que siempre vio y sintió el pueblo humilde, la santidad de un guía espiritual de nuestro pueblo en uno de los momentos más dramáticos de su historia.
Corresponde a todos el deber de contribuir a la formación de valores y la vida de Monseñor Romero, es una rica fuente para inspirar y motivar fortaleza, para optar por la defensa de la vida, de la dignidad, de los derechos humanos de todas las personas pero principalmente de quienes más lo necesitan. Los estudios de sus homilías y de su biografía deben estar a la orden del día para todos y todas, pero principalmente de las generaciones más jóvenes que no vivieron las dramáticas circunstancias de la dictadura y su desenfreno contra el pueblo.
Monseñor, será un santo, estará en los altares, pero los seres humanos necesitamos más que esté en nuestro pensamiento, como luz que ilumina la reflexión de comunidades, de asociaciones, de toda forma de agrupamiento humano no necesariamente religioso; porque su palabra, su vida y su ejemplo constituyen pilares para edificar justicia. A Monseñor le preocupó la persecución política, la represión, las masacres, las posturas de quienes ejecutaban órdenes de matar a sus hermanos, las ayudas en armamento que Estados Unidos daba al régimen de la dictadura, la persecución que sufrían las comunidades cristianas; y por eso su palabra, era esperada, escuchada y fortalecía al pueblo a la vez que “molestaba” a los opresores.
Es contundente la razón de declararlo Mártir, porque fue asesinado por odio a la fe. Entendamos lo que eso representa para el pueblo salvadoreño. Monseñor vivió su condición de 4to. Arzobispo de San Salvador en un momento crítico, en el que el gobierno expulsaba del país a sacerdotes, reprimía comunidades cristianas organizadas, cometía fraudes electorales, ejecutó la más grande masacre frente a la iglesia El Rosario el 28 de febrero de 1977 y asesinaba sacerdotes. En aquella época intensa y breve fue nombrado Arzobispo el 3 de febrero de 1977, semanas antes de la gran masacre del gobierno del General Molina contra quienes protestaban por el fraude contra el Coronel Ernesto Claramount. Antes de este último acontecimiento y antes del asesinato del Padre Rutilio Grande, en una de sus primeras entrevistas afirmó: “El gobierno no debe tomar al sacerdote que se pronuncia por la justicia social como un político o elemento subversivo, cuando éste está cumpliendo su misión en la política del bien común”
En otro momento afirma “El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña donde debe encarnarse la iglesia para evitar la falsa universalización que termina siempre en convivencia con los poderosos”.
Las y los salvadoreños debemos sentirnos agradecidos con la vida por ser parte de un pueblo que motivó tanta sabiduría y fortaleza en Monseñor Romero, necesitamos esa raíz para edificar un cambio profundo que emerja desde el interior de nosotros y se proyecte en trabajo, en soluciones a los grandes problemas, en la edificación de una sociedad más justa, más equitativa y más humana.
Quienes se oponían a la canonización de Monseñor hablaban del peligro de la instrumentalización ideológica, ese pretexto queda al desnudo con la razón de declararle Mártir. Monseñor tenía ideas claras sobre la realidad social, tenía la fuerza que da la fe, quería para el pueblo cristiano una vida mejor y esos elementos no pueden ser opacados o minimizados, mejor descubrámoslos, inspirémonos e intentemos ser mejores seres humanos.
En nosotros está impedir que a este acontecimiento de tanta importancia se le opaque con maniobras publicistas, demostremos que otorgamos a la beatificación de Monseñor Romero el lugar privilegiado que la ocasión merece.