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Beato de los Pobres

Lic. Juan Antonio Méndez Munguía

Ciudad Barrios, cialis salve un pueblecito de San Miguel, es ahora punto importante dentro del mapa de El Salvador, no por su ubicación territorial, sino, porque su seno vio nacer al Profeta, Mártir y ahora Beato de la Iglesia Católica Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, un 15 de agosto de 1917.

Oscar Arnulfo, un hombre que desde muy joven quiso entregarse a las manos de Dios estudiando en el seminario menor de San Miguel a sus 13 años de edad; se ordenó sacerdote el 4 de abril de 1942 y muy pronto fue párroco de Anamorós en La Unión en 1943.

De sacerdote, Oscar Arnulfo ostentó varios cargos dentro de la Iglesia hasta que el 3 de febrero de 1977 fue nombrado Arzobispo de San Salvador por el Papa Pablo VI para suceder al Arzobispo Luis Chávez y González.

El 22 de febrero Oscar Arnulfo toma posesión del máximo cargo de la Iglesia católica en El Salvador en medios de una crisis de poder generada por el régimen del Coronel Arturo Armando Molina, llena de arrestos y expulsiones de sacerdotes y religiosos extranjeros que estaban trabajando con la Arquidiócesis de San Salvador.

El 5 de marzo, durante una asamblea especial de los obispos, se eligió a Mons. Romero como vicepresidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador y se preparó un comunicado para denunciar la persecución de la Iglesia en el país.

El 12 de marzo de 1977, el Padre Rutilio Grande, Sacerdote Jesuita, amigo íntimo de Mons. Romero, fue asesinado en la zona rural entre Aguilares y El Paisnal, junto a dos campesinos. Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades cristianas de base y la organización de los campesinos de la zona. El arzobispo reaccionó a este asesinato convocando a una misa única, para mostrar la unidad de su clero, el 20 de marzo en la Plaza Barrios de San Salvador, a pesar de la oposición del nuncio apostólico y de otros obispos.

El asesinato del Padre Rutilio Grande marcó un momento importante en la vida de Mons. Romero que lo llevó a seguir un proceso de denuncia de la violación a los derechos humanos que cada vez se acrecentaba en el país, producto de la opresión del régimen militar. Acompañar a las familias de los desaparecidos y asesinados, en su mayoría campesinos, estudiantes y obreros se volvió parte de su apostolado que rápidamente fue señalado por el régimen militar como de corte comunista.

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