Leonel H. Rivas
La tertulia sería amplia y tendida si empezamos a citar ejemplos de cómo se camuflan y visten de harapos los que alzan las banderas de la lucha popular y resultan ser una canallada vulgar.
Es cierto que no se puede descalificar a alguien por su condición de clase, pues son los hechos objetivos los que juzgan y asignan a cada cual un lugar en la historia y en la lucha del pueblo. El exalcalde efemelenista Nayib Bukele es uno de ellos.
Como alguien dijo, no niego “los atributos de Nayib”, pues como señaló Alfredo Leiva en su columna “tras la estela de Nayib”, es “una figura política prominente que para ganar elecciones prometía mucho”. Pero eso no me nubla la razón y me permito aclarar conceptos.
Bukele acusa a la dirección del FMLN de intolerante a la crítica, lo cual, según él, explica su expulsión de sus filas y lo exime de toda culpa.
¿Cuánto de razón tiene Bukele? ¿Acaso es Nayib el primer integrante del FMLN que difiere y tiene su propia crítica de lo que ocurre, se dice o se hace en el FMLN? Claro que no. No es el primero ni será el último. Con mucha más razón, mucha gente en su interior tiene sus propias críticas, que superan ampliamente los puntos de vista del alcalde y eso no ha sido motivo para que pierdan la cordura y se queden al descubierto, que su interés no es la crítica constructiva como un elemento necesario en la lucha, sino un disociador que busca sacar provecho del ataque visceral y destructivo.
Nayib actuó como un aprovechado al usar (y pretender usar aún más) al FMLN como un trampolín para sus propios fines políticos, y al no poder cumplir sus caprichos, se lava las manos como Pilato, excusándose ser una víctima del conservadurismo.
El FMLN no es la Dirección Nacional, es el conjunto de colectivos que aportan con su trabajo militante, lleno de contradicciones e intereses, pero que saben perfectamente que su enemigo no está dentro, sino fuera. Nayib no sabe ni entiende nada de eso.
Sus ataques de antes, durante y los que emplea en este momento, como estrategia política, solo buscan desalentar aquellos sectores menos ideologizados del FMLN, que busca arrastrar a sus filas como apoyo de base. Esto nos evidencia un Nayib capaz de usar cualquier artimaña para cumplir sus objetivos. Me pregunto, ¿dónde radica la diferencia con lo que dice criticar?
Que nadie se engañe, llamar al FMLN “ARENA 2.0” sin profundizar en la realidad salvadoreña y el papel de la derecha como enemigo de clase únicamente confirma sus pretensiones, hacer el mayor daño al FMLN y al pueblo, repitiendo el argumento más pueril que ha podido encontrar hasta el momento para atacarlo, aunque dice creer en su carta de principios, lo cual es una farsa total.
La cantidad de dudas que subsista el futuro político del exalcalde efemelenista es abundante y vale la pena plantear unas cuantas interrogantes.
¿Es Nayib un individuo dispuesto a abanderar los ideales de izquierda en El Salvador o solo es otro farsante con ganas de ser presidente, que dice ser lo que no es, que cree ingenuamente que con tener cierta popularidad basta para unificar las contradicciones de un país?
¿Acaso quienes aconsejan y promueven al alcalde, una camarilla de desaforados políticos de todas las corrientes ideológicas y empresarios con ganas de hacerse un puesto, son los nuevos paladines del proyecto de izquierda en el país que pretende liderar Bukele? ¿O están los norteamericanos detrás del candidato Bukele? Difícil descartar esta tesis, tras conocer abundantes ejemplos en la historia de este continente y más aún teniendo en cuenta la actual situación de América Latina, donde la conspiración es clara y abierta, desmontar el avance de gobiernos progresistas en la región. Puede que esto explique el cinismo del alcalde, cuando EE.UU. suspende el TPS para los salvadoreños, tuvo el valor de decir que “un cambio geopolítico podría persuadir a la administración Trump de brindar una alternativa de solución para un país con un nuevo gobierno amigo”, viéndose él como presidente. Pero cuando el xenofóbico Donald Trump nos llama “países de mierda” se calla, porque no tiene a nadie a quien acusar, ni al gobierno ni al FMLN.
Nayib se creó una imagen, una marca y un estilo para sus propios fines políticos, aprovechando la fuerza del FMLN que no le cuesta una pisca, ahora su crítica banal y hostil, además de deshonesta y desleal, es repulsiva.
El liderazgo debe ser “coherente” y “decente”, capaz de entender que “el poder es una relación social” que se construye y que “responde al poder” de individuos y de colectivos, que se juntan entorno a una causa común.
En ese sentido, en el supuesto, ¿qué haría un “presidente” que no ha sido capaz de concertar y llevar la fiesta en paz ni con sus propios compañeros a nivel de un concejo plural? ¿Cómo podría liderar y enfrentar las fuerzas que conspiran entre sí y se enfrentan permanentemente, incluso las que conspiran contra él mismo y su propio proyecto político?
En EE.UU. Nayib dijo que “el día que gane ARENA me voy a ir del país”. Entonces, ¿Nuevas Ideas pretende convertirse en un proyecto político serio para acompañar al pueblo en sus luchas actuales y venideras, o solo es un movimiento que busca cumplir los caprichos de un riquillo que quiere ser presidente a toda costa?
Quienes ahora lo idolatran y les bastan las palabras, tendrán que saber que un país no se gobierna con buenas intenciones y discursos caché, la realidad es convulsa y compleja y cambiarla es la obra de voluntades colectivas, no de un individuo engrandecido por su club de fans en Facebook y Twitter. Pues como dice “Residente” en “Mis Disculpas”: “Las redes sociales no determinan el calibre de una persona”.
No pretendo librar de culpas al FMLN y menos a su dirección, pero de ahí a dar la razón al alcalde Bukele es como creer en el difunto Toby. La derecha salvadoreña debe estar contenta, encontró en Nayib su mejor puñal para el FMLN en estos tiempos de elecciones.