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Bob Menéndez y el clan de Los Soprano

Tomado de CUBAAHORA

Guillermo Suárez Borges

Dos mil ciudadanos estadounidenses han servido a su país en el puesto de Senador Federal desde la fundación de esa cámara legislativa en 1789. Doce de ellos han sido acusados judicialmente en una ocasión, solo uno en dos ocasiones: Bob Menéndez.

«Una vez que falles y perderás dos dientes». La frase se recuerda como una de las más populares de Tony Soprano, el capo newjersiano magistralmente interpretado por el ya fallecido actor estadounidense James Gandolfini, en la serie televisiva “Los Soprano”, estrenada  en nuestro país allá por el año 2008.

Bob Ingle y Sandy McClure, autores de «El Estado  Soprano«, inmersivo relato sobre las arraigadas prácticas corruptas del «Estado Jardín», mote eufemístico con el que se reconoce a New Jersey, menciona el nombre de Bob Menéndez 38 veces, en sus 325 páginas.

Los investigadores hilvanan hábilmente  historias y  nombres «tan poco relacionados» públicamente como el de la familia Kushner, vinculada por Ivanka a Trump, yendo desde el justiciero Chris Christi, hasta los infames Robert Torricelli, Jon Corzine o Albio Sires, unas veces más, otras menos, todos, acólitos de Menéndez.

Por esos pasadizos secretos es que se llega medianamente a entender cómo fue posible que en 2020, en los últimos días de su administración, Donald Trump, republicano y con tantos amigos que perdonar, priorizara el indulto de Salomón Melguen, procesado y condenado en solitario como resultado de la primera acusación contra Menéndez, demócrata.

Pero el “poderoso senador” de hoy no llegó hasta ahí con pocas dificultades, no, fue a finales de los ochenta mientras el notorio fenómeno republicano Ronald Reagan consumía su segundo mandato. Eran tiempos de bombas, terrorismo y amenazas en New Jersey. Omega 7 campeaba por sus respetos y desde hacía unos años ya había demostrado de lo que era capaz, al ultimar a balazos en plena Queens Boulevard en Nueva York al diplomático cubano Félix García Rodríguez.

Menéndez, miembro entonces del Buro de Educación de Union City, ya apuntaba más alto, a la alcaldía de esa ciudad, a la que llegó de la mano de poderosos mafiosos como Arnaldo Monzón. La naciente estrella cubano americana  no dudó en mostrar su compasión por el asesino, Eduardo Arocena, que ya acumulaba méritos tan únicos como haber introducido el dengue hemorrágico en Cuba en los años 80, que cobró la vida de más de cien infantes.

El senador iría de menos a más. Desde la alcaldía de Union City escaló hasta la asamblea estadual de New Jersey,  después al senado, hasta llegar a la cámara de representantes federal, por el Distrito 13 en 1991 y finalmente al senado federal, donde “sirve” desde 2006.

Ya en ese entonces Menéndez había aparecido en algunas fotos de importancia, entre ellas, la de la firma de la Ley Helms Burton, donde el congreso de Estados Unidos codificaba en Ley los deseos escritos por Lester Mallory en su memorando y retiraba a sus presidentes futuros la prerrogativa de levantar el bloqueo, sin el consenso mayoritario del legislativo.

De forma ascendente y de maldad en maldad contra Cuba transitaría la vida política de Menéndez, un traspié aquí, una zancadilla allá, hasta ser considerado uno de los senadores más influyentes de la Unión. Esto hasta 2015, momento en que sus más fervientes seguidores vieron a su estrella vinculada a temas tan sórdidos como “el sexo con menores de edad” o “recibir caros regalos a cambio de su influencia política”.

Un tribunal de New Jersey presidido por el ya fallecido y respetado magistrado afroamericano William Walls concluyó en 2018 que no había suficientes evidencias para condenar a Menéndez y declaró el juicio nulo, lo que constituyó otra sonada victoria para el muy bien pagado Abby Lowell, entonces en la nómina de la firma de abogados estadounidenses Chadbourne and Parke.

Ganado este combate parcial y pasado el sofocón, Menéndez se concentró en su campaña electoral de 2018, donde batió cómodamente al contrincante republicano Bob Hugin por casi 400 mil votos y ocupó nuevamente el puesto de senador en Washington, como se dice en buen cubano: “limpio de polvo, y paja” o mejor, después de hacer “borrón y cuenta nueva”.

«A los federales no les gusta que los engañen, si logras salvarte de la primera acusación, irán tras de ti hasta hacerte caer», declaró Herb Klitzner al diario local Star-Ledger, un abogado del condado de Hudson, donde articuló Menéndez su vida política, al comentar sobre la segunda acusación en su contra, que llegaría a finales de 2023.  “Odian perder, los federales odian perder”.

Y ciertamente, todo indica que la victoria legal de 2018 no hizo más que dar confianza a Menéndez para seguir utilizando su cargo público en propio beneficio. El y su esposa Nadine serían acusados esta vez de un número creciente de cargos hasta acumular dieciocho, que van desde haber intercedido a favor de gobiernos extranjeros, hasta aceptar presentes tales como un Mercedes Benz convertible de 66 mil dólares, a cambio de favores, según The New York Times (USA vs Menendez 2.0).

Al intentar defenderse, una vez más a lo Soprano, Menéndez declaró que los dineros encontrados en registros de los federales en sus propiedades, procedían de préstamos y no de regalos, lo cuál genero nuevas acusaciones por mentir y obstruir la justicia.

Ante una situación legal tan comprometida y teniendo en cuenta que su puesto de senador debe someterse a elección este 2024, Menéndez aún timonea y trata de salvarse políticamente. No respondió a una invitación para unirse al debate del 18 de febrero con los candidatos demócratas al Senado Andy Kim y Tammy Murphy. Debió presentar al menos mil firmas necesarias que lo incluyeran en la boleta de su partido en las primarias demócratas de New Jersey previstas para el  4 de junio, pero no lo hizo.

Para completar, la paciencia del electorado fiel de Menéndez en New Jersey parece haber llegado a su fin. Una encuesta de la Universidad Farleigh Dickinson entre los demócratas del estado, realizada en febrero, situó al senador con sólo el 9 por ciento de apoyo, con Kim en el 32 por ciento y Murphy, esposa del gobernador y activista política que hasta 2014 se registraba como republicana, en el 2 por ciento.

«No se va a presentar en las próximas elecciones, no tiene cabeza para eso, tiene demasiados problemas», así describió anónimamente la situación un amigo de Menéndez al sitio digital de análisis político local New Jersey Globe, pero días más tarde, en video grabado a la prensa,  dejó entrever la posibilidad de presentarse como independiente, al tiempo que sigue resistiendo las presiones de su partido para que renuncie. “No voy a ningún lado!”, ha dicho en repetidas ocasiones, mientras que asegura que saldrá victorioso en el juicio que comenzó este lunes 13 de mayo.

Para su tranquilidad, le acompaña un silencio bipartidista inusual. Los demócratas, por un lado, evitan criticarle independientemente de que se apilen las denuncias en su contra. Ha sido Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el senado, el empujado más recientemente a decir lo mínimo: «Estoy decepcionado de Menéndez», evitando una vez más un llamado a su renuncia.

Y es perfectamente comprensible desde los estándares de la política legislativa estadounidense. Demócratas y republicanos luchan encarnizadamente por ambas cámaras en 2024 y la pérdida de un senador, entre comillas seguro, como Menéndez, representa un duro golpe para el partido, aunque corriera como independiente.

Y claro, los rojos tampoco pueden decir mucho, pues si Menéndez tiene 18 cargos, el casi seguro candidato a las próximas elecciones para convertirse nuevamente en presidente de Estados Unidos, casi quituplica esa cuenta en materia de cargos y tendrá un calendario legal mucho más entretenido que el de Menéndez. Así que por el momento, están todos en paz.

Los manejadores políticos del condado de Hudson a orillas del río homónimo, responsables directos de la reincidencia política de  Bob Menéndez, aún con toda esa carga legal y los grises pronósticos, se mantienen a la la espera de una solución milagrosa del acertijo. No les temblaría el pulso para forzar al sistema una vez más, e incluso hacerle ganar.

Claro que tendrán esta vez que hacer un control de daños mucho mayor. Una reciente encuesta de la Universidad Monmouth halló que un 75%  de adultos consultados en New Jersey consideran a Menéndez probablemente culpable, un 63% considera que debe renunciar, de ellos un 59 %, demócratas y para completar, sus índices de aprobación muestran cambios drásticos en el sondeo.

En el Estado Soprano de Ingle y McClure todo es posible. Ya Menéndez había establecido su línea de sucesión y su primogénito masculino había tomado el batón de la mano del gris Albio Sires y buscaba seguir dando glorias a la familia. Ganó, claramente, casi sin oposición sus primeros comicios hace año y medio.

A Rob Menéndez, nombre con el que corrió políticamente su hijo de manera exitosa en 2022, le favoreció en aquel momento compartir casi el mismo nombre que Bob. Testigos afirman que mucha gente que le votó no sabía muy claramente si lo hacía por el o por su papá, todavía popular en aquel momento. “Coincidencia” que esta vez pudiera funcionar otra vez,  pero justo en el sentido contrario.

Por el momento el senador Menéndez ignora el consejo de Tony Soprano. Después, no de uno, sino de decenas de «fallos» cometidos, aún conserva sus dos dientes. Expectantes todos de lo que pudiera conseguir, un fallo final.

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