Isaac Bigio*
El domingo 10 de noviembre Bolivia se convirtió en el único país americano sin un gobernante. En la tarde de ese día renunció a su cargo el presidente constitucional Evo Morales, pero también lo hicieron todas las otras tres personas que -según la carta magna- pueden sucederle en el cargo: el vicepresidente Álvaro García Linera, la presidenta de la cámara de los senadores Adriana Salvatierra y el presidente de los diputados Rolando Borda. Tampoco Rubén Medinaceli primer vicepresidente del Senado, quien al igual que todos los anteriores es militante del Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido que ha estado en el poder en los últimos años, quiere asumir la presidencia del Estado.
Evo Morales tomó tal decisión a pocas horas que en la mañana había concedido llamar a nuevas elecciones nacionales y renovando a todos los cargos del Tribunal Supremo Electoral. No obstante, esas medidas no calmaban a la oposición de derecha quien dominaba las calles de La Paz y Santa Cruz, las dos mayores urbes bolivianas ni rompían la negativa de los principales candidatos perdedores en las elecciones generales del 20 de octubre al diálogo. A Morales la policía seguía desobedeciendo y el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Williams Kaliman le pidió que deje su puesto. Por ello es que Morales decidió comunicar al país su renuncia para luego desplazarse en un avión al Chapare, la zona rural cocalera del centro de Bolivia donde él debutó en política como dirigente sindical y desde la cual él piensa promover un movimiento social para poder volver al poder.
VACÍO
De acuerdo a la Constitución boliviana la Asamblea Legislativa plurinacional debe aceptar la renuncia del mandatario, pero en esta el MAS tiene a 25 de sus 36 senadores y a 88 de sus 130 diputados, esto es a más de dos tercios de sus parlamentarios. El hecho que ningún oficialista ha querido reemplazar a Morales podría dar paso a que el legislativo boliviano le pida a Morales a que reconsidere su posición. Si Evo anunció que dejaba la presidencia para evitar derramamiento de sangre, el Congreso pudiese pedirle que reasuma su posición a fin de evitar el caos.
Carlos Mesa ha pedido que se solucione rápidamente el vacío legal del poder a fin de evitar dar pretextos a Morales para decir que a él se le ha sacado mediante un golpe. Mesa en 2002-2003 fue vicepresidente de Bolivia, en 2003-2005 fue presidente y el 20 de octubre fue el segundo candidato más votado en las elecciones por lo que él reclamaba su pase a una eventual segunda vuelta.
Mientras Bolivia ha estado sin presidente, la policía ha detenido al presidente del Tribunal Supremo Electoral y a varios directivos y vocales de dicho organismo, en tanto que han sido asaltadas, quemadas o saqueadas la residencia de Morales y de su hermana, así como de personas que llegaron a ser gobernadores y ministros del MAS. Se ha denunciado una supuesta orden de captura contra Morales, mientras que en la embajada mexicana hay al menos dos decenas de exfuncionarios asilados y la venezolana ha sido vandalizada por encapuchados.
El movimiento para deponer a Morales no ha estado timoneado por el centroderechista Carlos Mesa, el pastor coreano ultraderechista Chi Hyun Chung o el derechista Óscar Ortiz, los candidatos que en las elecciones presidenciales del 20 de Octubre obtuvieron –según cifras oficiales– el 36.5 %, 8.8 % y 4.2 % de los votos, respectivamente.
Más bien, las protestas han sido lideradas por los Comités Cívicos que son entidades regionales comandadas por las cámaras de comercio o empresariales locales. La más importante de todas es la de Santa Cruz encabezada por Fernando Camacho, el cual varias veces ha viajado a La Paz para entregarle una carta de renuncia a Morales.
Camacho insiste en mantener el paro indefinido con bloqueos centrado en Santa Cruz hasta que en Bolivia se instaure un nuevo presidente que fije las condiciones y las fechas para nuevas elecciones. Además, él sostiene que se deben arrestar y enjuiciar a Morales y a sus ministros.
Camacho proviene de Santa Cruz, el único departamento boliviano que está unido mediante ferrocarril al Brasil, y también su metodología política se inspira en la del presidente brasileño Jair Bolsonaro. Camacho va por doquier con la Biblia en la mano y no para de utilizar el nombre de Dios en cada discurso.
REEMPLAZO
Mientras Camacho plantea que el poder pase a una junta de notables y se especula que se podría estructurar una junta militar-policial provisional (algo que, sin embargo, rechazan muchos opositores para evitar dar argumentos a Morales en sentido que fue depuesto por un cuartelazo), hay una senadora de la derecha que reclama que es ella quien debe asumir la presidencia.
Ella es Jeanine Añez, la segunda vicepresidenta del Senado, quien sostiene que tras esa cadena de renuncias ella es la siguiente en la línea de sucesión, aunque la constitución no es muy clara al respecto y ella debería ser avalada por el Congreso.
Añez proviene del Beni, uno de los tres departamentos del Oriente, donde ella ha sido una feroz partidaria de los movimientos por la autonomía regional, a los cuales la izquierda caracterizó de buscar querer desmembrar a Bolivia siguiendo el ejemplo yugoslavo. Ella representa a los “Demócratas”, la sección boliviana de la Unión Democrática Internacional en la cual está el Partido Republicano de Donald Trump en EE. UU., los partidos conservadores del Reino Unido de Boris Johnson, del Canadá, Dinamarca, Nicaragua, Noruega y Colombia, el LIKUD del primer ministro israelí Bibi Netanyahu, los social cristianos como los de Ángela Merkel en Alemania o los de Ecuador y Perú, la Unión de Fuerzas de Derecha de Rusia, los dos partidos que apuntalan al presidente chileno Sebastián Piñera (La UDI y Renovación Nacional), el PRO de Mauricio Macri en Argentina, los colorados paraguayos y los demócratas del Brasil.
Estos últimos son los sucesores de la Alianza Renovadora Nacional (ARENA) que luego devino en el Partido Democrático Social (PDS), el cual fue el principal del régimen implantado por la dictadura militar brasileña (1964-85).
Los “Demócratas” de Bolivia también conocidos como “Movimiento Demócrata Social” (nótese el paralelo con el partido brasileño del que originariamente proviene Jair Bolsonaro) se presentaron en las presidenciales del 20 de octubre comandados por su jefe Ortiz bajo el membrete “Bolivia dice No”. Su consigna era que en el referéndum del 21 de febrero del 2016 Bolivia por un 51 % de los votos le dijo “No” al intento de Evo de poder postular a una nueva reelección.
Mientras los contrincantes de este partido se burlan de ellos diciéndoles que a quién Bolivia dijo “No” fue a ellos que no llegaron ni a la veinteava parte de los votos, Añez aduce que a ella se le debe dar el cargo. Ya antes hubo otra mujer que llegó a la presidencia boliviana por votación del congreso, pese a que su partido era minoritario. Ella fue Lidia Gueiler quien en 1979-80 duró ocho meses en el cargo antes de ser depuesta por el golpe militar del general García Meza.
INCERTIDUMBRE
La situación boliviana se torna altamente inestable e impredecible pues no se puede saber quién va a ser el nuevo gobernante, por cuánto tiempo ha de durar y qué características van a tener las elecciones, incluyendo si en éstas se permitiría que Morales y García Linera pudiesen volver a postular.
La oposición boliviana aduce que en el referéndum de hace unos cuarenta y cinco meses el pueblo boliviano por una diferencia de dos puntos rechazó la propuesta de Morales de modificar la constitución para poder volver a candidatear. De allí que esta estaba dispuesta a cuestionar cualquiera sea el resultado de las presidenciales desde antes que se anuncien éstos aduciendo que un cuarto mandato consecutivo es ilegal.
También aduce que hubo un fraude en los últimos comicios pues cuando no faltaban muchas actas por ser contabilizadas, se agrandó la diferencia entre Morales y Mesa haciendo que el primero pueda aventajar por diez puntos y medio, un margen que le permitió declarar la victoria sin ir a una segunda vuelta.
Si esta vez la derecha insiste en evitar que Morales pueda candidatear, se corre el riesgo que haya un amplio sector que equivale a casi la mitad del electorado que cuestione a estos comicios como fraudulentos y parcializados. Un argumento en favor de permitir que Morales postule es la de derrotarlo y anularlo en las urnas para lo cual habrá que valerse del hecho de que él, al aceptar nuevas elecciones y nuevo tribunal electoral, estaría aceptando que sus adeptos cometieron fraude.
Ir a unos nuevos comicios aceptando la candidatura de Morales-García debiera conducir a que la derecha de paso a una fórmula de unidad. A fin de cabo una razón por la cual Mesa bien pudo no haber llegado al balotaje es porque a su derecha compitieron Chung y Ortiz. Sin embargo, Mesa ha candidateado tratando de ubicarse en el centro y con fraseología izquierdista para poder disputarle bastiones a Morales. Su movimiento se ha estructurado en torno al Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), un partido de derecha “moderada” que originalmente se fundó en 1978 como el brazo legal del Partido Comunista Marxista Leninista que 8 años antes había hecho el primer ejemplo de “guerra popular maoísta” en los Andes, inspirando al que en 1980 inició el Partido Comunista del Perú–Sendero Luminoso.
En cambio, Ortiz y Chung (al igual que Camacho) son más proclives a una orientación más afín a la de Bolsonaro. Ortiz es el presidente de la Internacional Demócrata para Latinoamérica y por ende tiene lazos muy estrechos con Trump. El pastor Chung tiene una prédica homofóbica y socialmente muy conservadora que empalma con la de varios sectores del entorno de Bolsonaro.
De otro lado, Morales y García Linera se retiraron de sus cargos levantando la consigna de Túpac Katari, el líder de la rebelión aymara de 1870-81 quien antes de ser descuartizó anunció que “volverá siendo millones”. Tal postulado puede implicar que él podría retornar a palacio tras un interludio de algunos años como el que tuvieron los socialistas chilenos o el sandinismo nicaragüense tras perder la presidencia contra la derecha, pero también de buscar regresar muy pronto en caso de que continúe la impasse en el poder o mediante manifestaciones multitudinarias o nuevas elecciones.
*Analista internacional