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Brasil: el cinismo de los traidores

Oscar A. Fernández O.

Después de un largo, complejo y traumático proceso de nueve meses, finalmente fue consumado el golpe de Estado contra la presidenta Dilma Roussef. Ella se encuentra destituida definitivamente, pero probablemente por razones de cuidado o temor, fue rechazada la inhabilitación para ejercer cualquier cargo público por un periodo de ocho años. Los extenuantes y acalorados debates de los últimos días sólo dejan ver que independientemente de la caricatura de “debate” escenificado por la derecha, la decisión de los “honorables” ya estaba tomada.

La Presidenta legítima de Brasil, electa democráticamente por más de 50 millones de votos, fue arteramente depuesta por la derecha neoliberal y la mano oscura del imperialismo, apenas por sesenta y un antipatriotas.

Una vez más la derecha latinoamericana demostró que solo socavando la democracia, utilizando nuevas artimañas que no son otra cosa que golpes de Estado reciclados, mintiendo a través de los “grandes” medios de comunicación y  usando la violencia, es que pueden acceder al poder.

En el juicio (patíbulo)  político montado en el Senado Brasileño esta semana, la jefa de Estado de esa gran nación, no solo se defendió ante las patrañas de sus adversarios, sino que se convirtió en acusadora de los corruptos que la sentaron sin pruebas en el banquillo de los calumniados.

En este minuto trágico para esa nación, en el que la democracia ha sido herida de gravemente, solo cabe esperar que los brasileños se rebelarán ante la indolencia mostrada por el congreso para proteger las conquistas y avances democráticos conquistados y mantenidos por el pueblo, y liderados por Lula y Dilma.

No habrá por hoy democracia en Brasil como sostiene la derecha, se trata simplemente de lo que se denunciaba por toda la región: el proyecto de restauración del modelo fracasado en los años 1990 (al igual que la vuelta al menemismo de Macri en Argentina) con Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, hoy por un gobierno golpista y minoritario, contra el pueblo, contra la democracia y contra el país. No habrá democracia en Brasil sin un Congreso efectivamente elegido y sin financiamiento privado, sin que represente a los lobbies elegidos por el poder del dinero. Un Congreso democrático tiene que estar fundado en el voto condicionado, por el cual los electores controlen aquellos en quienes han votado y que se comprometan con un programa y con un partido determinado (E. Sader) Es parte indisoluble de la resistencia democrática impedir cualquiera acción en contra de Lula.

El gobierno usurpador del golpista Temer, ya anunció sus ataques, entre los cuales tienen un peso especial la contrarreforma de las pensiones y la fijación de una edad mínima de jubilación; la contrarreforma del derecho laboral, con la pérdida de derechos y las externalizaciones; la contrarreforma fiscal, que recorta aún más el gasto público en materia de educación y salud, medidas exigidas por el gran capital que sirven para castigar terriblemente a los trabajadores por una crisis que no provocaron. Además, se profundiza en la política de privatizaciones, en especial en sectores estratégicos, como es el caso de Petrobras. La represión y la criminalización de los movimientos sociales también gana fuerza con la ley de antiterrorismo y la postura autoritaria del nuevo gobierno ilegítimo.

A pesar de las contradicciones presentes, el escenario actual es más propicio para la unidad de la izquierda socialista y de las corrientes progresistas. Es cierto que continúan existiendo presiones oportunistas y sectarias, pero estamos en medio de un importante proceso de reorganización y recomposición de la izquierda socialista. Muchos sectores están sacando conclusiones de la intensa experiencia de luchas y debates desde las masivas jornadas de junio de 2013, el incremento de las huelgas y ocupaciones del movimiento popular, la primavera de las luchas de las mujeres, las ocupaciones de las escuelas por parte de la juventud, la lucha contra la derecha en las calles, pasando por el proceso de impeachment y las luchas actuales por el ¡Fuera Temer!

Es nuestro cometido fortalecer los pilares políticos y programáticos, anticapitalistas, clasistas y socialistas y las prácticas democráticas, populares, solidarias, de colaboración y unidad entre las fuerzas de la izquierda. Con carácter de Emergencia, el Foro de Sao Paulo y demás movimientos regionales, deben actuar de inmediato por un incremento en la lucha activa de la democracia. Más acción y menos expectación.

Toca a los gobiernos populares y honorables de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) condenar enérgicamente lo ocurrido en Brasil, como lo han hecho ya los de Ecuador, Venezuela, Cuba, El Salvador, Bolivia y Nicaragua, entre otros. Solo con la unidad  podrá detenerse la ofensiva que Washington y sus súbditos emprenden en la América Nuestra para hacerla otra vez su patio trasero.

Dilma decidió enfrentar a los senado-res y dar un mensaje público al pueblo brasileño en apoyo a la convocatoria a elecciones anticipadas. Propuso un pac-to por la unidad nacional, el desarrollo y la justicia social como “único camino para salir de la crisis” y sostuvo el lema “ni un derecho menos”. También habló del “agotamiento del sistema político” y planteó que es necesario “superar la frag-mentación de los partidos, transparentar el financiamiento electoral, fortalecer la fidelidad partidaria y dar más poder a los electores”. Por último, defendió con ar-gumentos claros su honestidad y señaló la ilegalidad del impeachment. Sin embargo, se ha obviado una autocrítica sobre la desmotivación y desmovilización que hace tiempo sufre el PT.

Claro está que Washington y sus embajadas en América Latina están detrás del golpe de en Brasil y los intentos desestabilización en Venezuela, Bolivia y Ecuador, a pesar de que intenta cuidarse de evitar cualquier respaldo explícito hacia el mismo, parecido a lo que hace la Embajadora de ese país en El Salvador. No obstante esta intromisión tradicional, nuestros países insisten en tener buenas relaciones con Estados Unidos,  basadas en el respeto mutuo y la no injerencia.

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