Luis Alvarenga
A finales de los 70, el cantor brasileño Chico Buarque publicaba una obra musical llamada A opera do Malandro, la ópera del truhán, inspirada en la pieza teatral La ópera de tres centavos, de Bertolt Brecht. Brecht, que retrabajó la trama de La ópera del mendigo de John Gay, presentaba el mundo del hampa como la verdadera cara del capitalismo. El respetable empresario no era mejor que el hampón Mackie Navaja (Mack The Knife o Pedro Navaja), con lo cual se hace válida la pregunta: “¿Qué es el delito de asaltar un banco comparado con el de fundar un banco?”. Chico Buarque tomó esta obra y la adaptó a la realidad brasileña. Sus protagonistas son Duran, el respetable empresario que se inició como proxeneta y Max Overseas, el contrabandista al servicio del capital transnacional. Ellos componen el fundamento del respetable crimen organizado desde el poder.
Aparecían en ella personajes y escenas cercanas a la realidad brasileña y latinoamericana, como el “Himno de Durán”, descripción poética de la represión estatal: “Si tramas asaltos o revoluciones/ la ley te busca temprano en la mañana/ con sus faros de dóberman”. El sueño dorado de la restauración capitalista en el siglo XXI.
El “malandro” de la obra de Chico Buarque describe la realidad del capitalismo salvaje durante la dictadura militar, pero también sus reencarnaciones durante la democracia burguesa. El 31 de agosto asistimos al retorno del Malandro a la casa de gobierno.
Se habla de “golpe suave” para aludir a esta modalidad de golpe de estado legalizado. Habría que poner en duda si es tan “suave” ese golpe, si puede un golpe ser suave, si puede golpear suavemente el Malandro que busca recuperar cualquier ápice de poder o de privilegio que se ha perdido. Ni la retórica de los golpistas brasileños, pero tampoco sus planes de acción son suaves, como tampoco lo ha sido suave el retorno de la derecha neoliberal argentina. No lo es, como tampoco es suave el discurso de la derecha venezolana, que amenazó el primero de septiembre con tomarse Venezuela, y que, día tras día, noche tras noche, maquina darle golpe de estado a Maduro.
Durán, el Malandro, no ha olvidado las artes del puñal, aunque use corbata y anillo de oro, y sabe cómo y cuando usarlas. El capitalismo salvaje ha adoptado la respetabilidad de las constituciones y la institucionalidad, pero no olvida el arte de la guerra sucia. Quizás lo distintivo de eso que se llama “golpe suave”, tautología insoportable, es el que la guerra sucia contra los pueblos se presenta con pretextos respetables, que nadie debería de cuestionar: lucha contra la corrupción. Durán y Max Overseas son ahora profesores de moral pública y de amor incondicional a la Constitución.
El golpe jurídico-mediático, que no golpe suave, es también ideológico. En la Opera do Malandro hay una canción llamada “Tango do covil”, el tango del cubil, el tango con que los intelectuales al servicio del poder endulzan el oído de Teresinha, la hija de Durán de la que está enamorado Max Overseas. Así, como en el poema homérico, las sirenas ideológicas entonan los cantos con los que los pueblos creen elegir libremente navegar hacia su propia destrucción. “Si piensas que piensas estás rotundamente engañado”, dice Durán. Pero el ser biempensante ahora es ser apolítico, imparcial, crítico de izquierdas y derechas. El que proclama que no se deja engañar está bien engañado, y completamente inerme a la hora de la ofensiva del Malandro.