Licda. Norma Guevara de Ramirios
@guevara_tuiter
Hace años el mundo presenció por televisión el uso de las nuevas armas que se usaban en la invasión a Irak bajo el pretexto de que el gobierno de ese país poseía armas nucleares, troche producto de ello se consumó una enorme destrucción de la cual el pueblo iraquí no sale aún, decease y el mundo pudo darse cuenta en poco tiempo que era falso que ese país y su gobierno tenían armas nucleares. Ahora, durante meses hemos presenciado otro drama por todos los medios informativos modernos, que al instante comunican hasta los gestos y expresiones de odio y alejadas de racionalidad, de quienes sirven de instrumento para consumar planes que representan una especie de invasión a la soberanía popular y a una institucionalidad construida con empeño a lo largo del tiempo, después del golpe de Estado en 1964.
Así y no de otro modo es el dramático golpe de Estado sufrido injustamente por la Presidenta de Brasil Dilma Rousseff.
Sin que haya cometido algún delito, se inventaron pretextos y se articuló cada uno de los actos, el coro y el desenlace de una deposición de la mandataria. Los medios de comunicación corearon sin probar, que había cometido el delito de maquillar el déficit presupuestario, le acusaron de pagar con fondos de la banca pública los programas que benefician al pueblo brasileño. Nadie puede afirmar que malversó fondos, que robó un centavo, pero ya ha sido condenada sin probar delito alguno.
Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores (PT), representan un proyecto político, una visión de justicia social y transformación de realidades injustas, y lo expresan la circunstancia de haber sacado de la pobreza a decenas de millones de personas con programas que representaron en cada momento un ejemplo de creatividad, sacaron al país del estancamiento económico y lo colocaron en lo alto, lo integraron al bloque de países de economía emergentes junto a Rusia, China, India, Sudáfrica.
Crearon el concepto de presupuesto participativo desde que su incidencia en la esfera pública ganaba únicamente gobiernos municipales y escasos espacios parlamentarios; crearon junto a otros gobiernos sudamericanos formas nuevas de integración y cooperación para el desarrollo de los pueblos. 54 millones de ciudadanos decidieron reelegir al PT y a Dilma para un cuarto período presidencial del PT y un segundo de la primera mujer presidenta de ese país.
Sin que sea un régimen político parlamentario, y sin haber delito, se ha utilizado al parlamento y al sistema judicial para irrespetar la voluntad soberana del pueblo e imponer a un Presidente que esté comprometido con otro programa político que no es el que el pueblo escogió.
La Presidenta simboliza la víctima personal, ha sido pisoteado su derecho, su responsabilidad, la que el pueblo le dio conforme a sus propias reglas constitucionales y legales; pero en el trasfondo lo que los golpistas buscan erradicar es el proyecto político de beneficios sociales en soberanía y democracia. Lo que empezamos a ver con el anuncio de medidas contra el pueblo brasileño por el Vicepresidente, es, en esencia, el mismo drama de los países invadidos militarmente, intervenidos políticamente, el mismo drama de un pueblo luego de los viejos golpes de Estado que se ocasionan con fuerzas militares.
Con asombro presenciamos la negación de la democracia y ejecutarse los diseños de las nuevas formas de quitar gobiernos al margen de la voluntad mayoritariamente de los pueblos, se consolidan los formatos experimentados en Honduras y Paraguay que impulsan las fuerzas oligárquicas, las derechas recalcitrantes, con su dominio de instrumentos modernos como los medios de comunicación, con mayor poder amplificado con las nuevas tecnologías. El tiempo, la profundidad de los daños que causan a nuestros pueblos estará directamente relacionado a la capacidad de resistencia y reorganización de los proyectos progresistas, revolucionarios y transformadores.
Brasil ha sido profundamente herido, su pueblo, el que rechaza el golpe, el que luchará contra la imposición merece la más amplia solidaridad de los pueblos. La presidenta Dilma Rousseff es una mujer de enorme valor y sabiduría, es clara su expresión de luchadora de todos los tiempos cuando afirma que ha sentido el dolor de la cárcel, el dolor de la enfermedad y ahora el de la injusticia que es el que más duele. Ha invitado a la lucha y sin duda esta está ya desplegada.
Qué bueno que el Presidente Salvador Sánchez Cerén haya sido tan claro en desconocer un gobierno que no surge de la voluntad democrática del pueblo brasileño. Identifica la manipulación política para deponer a una Presidenta electa con el voto popular y sin que exista motivo alguno. Esta postura es un bálsamo en la herida que del pueblo brasileño se extiende a todos los luchadores y luchadoras de nuestra América.