Gabriel Otero
RECUENTO DE EGOS
El ego es la ilusión de seguridad en sí mismo, el espejo de apariencias que engaña hasta el observador más aguzado. El ego es la proyección del yo exacerbado por la imaginación, lo que para bien o para mal, nos distingue del otro.
Para elaborar una breve taxonomía se debe adjetivar con calificativos el tipo de ego, hay tantos egos como personas, unos más grandes que otros, algunos del tamaño del mundo, otros son tan extensos como galaxias, pocos son universales o pretenden serlo.
De los egos en las redes se aprenden grandes lecciones, algunos se perciben disfrazados de modestia y humildad, como al que le encantan los elogios y lisonjas y no sabe qué hacer con ellos, este es el ego afligido que afirma que le han escrito tantos versos que está listo para publicarlos en una antología.
O está el ego aprovechado, el que vende, sin escrúpulos, el trabajo y las invenciones de otros para su beneficio. Viaja, financiado por incautos, a lugares pletóricos de nostalgia y habla y habla, de haber formado parte de revoluciones y de haber inventado publicaciones y así disimular la medianía de su palabra, todos sus libros son autoeditados, y es imposible para la literatura nacional el prescindir de su talento.
Y no puede faltar el ego virtuoso, el defecador de redondillas y endecasílabos, colecciona premios y flores departamentales, ha ganado cada uno de los juegos nacionales y ya no puede participar en ellos, pero no se atreve a cruzar el río, le da miedo ahogarse entre nombres desconocidos y acabar en la espantosa fosa común del anonimato.
Está de moda el ego alfabetizador, el que ha visitado todas las bibliotecas del mundo, por lo menos las importantes, en su afán desinteresado demuestra su sapiencia y se ofrece a los visitantes de la nueva biblioteca de El Salvador a presentarles un libro, porque afirma que ahí no los hay.
Y qué decir del ego regionalista y del ego aldeano, tienen en común el chovinismo en sus territorios, el que no está no existe, y el que no existe no opina, porque no hay nadie mejor que el nacido en sus parcelas, aunque solo ahí se conozca.
Imposible de olvidar es el ego académico, a quien el sol sale a saludar todas las mañanas, este se inventa marcos teóricos y ajusta los resultados de todas sus hipótesis, la realidad seguirá torcida y todo lo demás será lirismo incomprobable.
Y hay tantos egos como personas en un río finito que fluirá mientras dure la historia.
Egos nacen y egos vendrán.
MÁS EGOS
Sigamos hablando de egos, su análisis entretiene, lo sustancial es despojarse de los rasgos del ego propio e intentar minimizarlo. El ego es aterrador y bello, es un monstruo oculto en la máscara de la autoestima, que apenas muestra su rostro maravilloso de lo que queremos ser y engrandece las imágenes de cómo quisiéramos que nos vieran.
Así es cierto tipo de ego feminista, superficial y exhibicionista, que se esconde en el anonimato en redes, y para el que ninguna mujer fue heroína antes de la marea morada, ni las mujeres sufragistas, ni las adelantadas para sus épocas, ni las que carecieron de conciencia del machismo opresor, ni las sobrevivientes marginadas que siguieron silenciosas su camino, esas se reducen, según este ego, a antecedentes y casualidades previas al me too.
Este ego es excesivo y excluyente, como el ego milenial, ninguna generación se preparó tanto académicamente como la mencionada, posee tantos títulos de maestrías y doctorados solo para representar a los seres más frágiles e inútiles de la historia.
Y de esta tipología surge el ego redentor, que es la antítesis del ego revolucionario, son dos caras de la misma moneda, el primero cree en salvar a la humanidad del fantasma del comunismo y otras doctrinas totalitarias, el segundo es un ego añejo que devoró las obras completas de Gramsci y Althusser y cualquier fundamento del materialismo histórico.
Uno de los egos más antiguos es el ego religioso, el que sacrifica todo por reinos que no son de este mundo, el que justifica el comportamiento de la congregación en la que cree porque sus integrantes son seres humanos y sus pecados serán absueltos por la magnanimidad de Dios.
Enseguida viene el ego ateo obedeciendo al axioma de que a toda acción corresponde una reacción, es la dialéctica de la naturaleza, y si Dios existe, pues habrá que negarlo, si no no tendría razón de ser.
Y al ego internacional corresponde el ego nacional, el primero considera a las fronteras un corsé sin sentido, el segundo es partidario de pasaportes, muros y forzosas legalidades.
Y para salvaguardar el bienestar del ego refugiado, el que vive de la caridad de otros egos, existe el ego altruista, gracias a sus buenos oficios hay algo de humanidad en este mundo.
Egos mutan, egos continúan, egos quedan.
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*Gabriel Otero. Fundador del Suplemento Tres mil. Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, con amplia experiencia en administración cultural.
Ilustración del autor de Jonathan Juárez.
Fotografía de Gabriel Cruz Zamudio
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