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Británicos dan la espalda a la UE y abren la puerta a una crisis impredecible

Por Alfons Luna/Jordi Zamora

Londres/AFP

Los británicos votaron por abandonar la Unión Europea, un paso que podría hundir al primer ministro David Cameron y abrir una crisis impredecible en el continente, mientras que Escocia y el Úlster se apresuraban este viernes a pedir sus propios referendos de independencia.

A falta de la difusión de resultados oficiales definitivos, previstos a primera hora de la mañana en Mánchester, las cadenas de televisión BBC y Sky News dieron matemáticamente por segura la victoria de los euroescépticos.

Con la casi totalidad de las 382 circunscripciones escrutadas, el no a la UE ganaba por un 52%, y el sí se quedaba en un 48%. Irónicamente, las mismas cifras que predecía un último sondeo nacional, pero al revés.

«El día de la independencia», se congratuló el líder antieuropeísta británico Nigel Farage, uno de los grandes protagonistas de la histórica jornada.

Nunca en la historia de la UE un país había votado para abandonar ese proyecto que nació en los años 1950, de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.

Antes de la apertura de las bolsas europeas, la de Tokio se hundía un 8% y la libra cayó hasta su nivel más bajo desde 1985.

Todos los ojos están puestos ahora en el primer ministro David Cameron, cuyo fracaso podría llevarlo a la dimisión y a la convocatoria de nuevas elecciones.

Cameron apostó personalmente por la organización del referéndum para zanjar las divisiones que la UE creaba en su Partido Conservador, pese a estar a favor de seguir en el bloque.

Un grupo de 86 diputados euroescépticos, entre ellos Boris Johnson, uno de los líderes de la campaña anti-UE, pidieron en una carta pública a Cameron que no abandone el cargo.

Se abre la caja…

Escocia, donde ganó la permanencia, ve su futuro como «parte de la UE» avanzó ya Nicola Sturgeon, la jefa del gobierno regional escocés.

Por su parte, el partido republicano Sinn Fein reclamó un referéndum en Irlanda del Norte para unirse a Irlanda.

«Tenemos esta situación en que el norte está siendo arrastrado fuera (de la UE) por el resultado de Inglaterra… En el Sinn Fein presionaremos por nuestra demanda de hace tiempo, un referéndum», dijo el presidente del Sinn Fein, Declan Kearney.

Al gobierno británico se le abren así tres frentes: uno con sus socios europeos, con los que tendrá que negociar los términos de la salida del bloque, y otros dos internos con Escocia e Irlanda del Norte.

La situación en el Úlster es especialmente delicada, porque la restauración de una frontera con el vecino europeo, Irlanda, podría hacer saltar por los aires el proceso de paz.

Londres comenzará ahora complicadas negociaciones con la UE, que podrían extenderse dos años, y en las que se decidirían las condiciones de acceso al mercado único.

Un país dividido en dos

Escocia, las grandes ciudades, los pequeños territorios como Gibraltar o las islas convertidas hace décadas en paraísos fiscales dieron un rotundo apoyo a la permanencia, incluso con dígitos más elevados de lo que se esperaba.

Pero lo mismo sucedió con regiones enteras del centro y el sur de Inglaterra, que arrojaron resultados aplastantemente antieuropeístas, y sobre todo, superiores en movilización.

Gales, una región que los expertos aventuraban que podía votar a favor de la permanencia, acabó por alinearse mayoritariamente por el Brexit.

Londres votó por Europa, y lo mismo sucedió con la escocesa Glasgow, con Aberdeen o Liverpool. Pero el puerto de Dover, ciudades de raigambre obrera como Blackpool, localidades históricas como Hastings, donde los británicos expulsaron hace casi 1.000 años al último invasor continental, votaron en contra.

Frente a los territorios que se han beneficiado de décadas de apertura al mundo, localidades del interior del país y puertos pesqueros daban un rotundo ‘no’ al statu quo y apostaban por romper los vínculos de más de 40 años con la UE.

Fue también un nuevo y estrepitoso fracaso para las firmas de sondeos. Al arrancar la noche dos empresas, YouGov e Ipsos-Mori, daban una ventaja al campo europeísta, de 52%-48% y de 54%-46% respectivamente.

Silencio del lado gubernamental

Del lado gubernamental el silencio era total en las primeras horas de la mañana del viernes, que amaneció soleado.

La jornada del referéndum el jueves había sido caótica, con lluvias e inundaciones en el sur del país. Pero la participación fue del 72%, signo de una movilización sin precedentes, siete puntos por encima de las últimas elecciones generales.

«Todos los partidos estaban por la permanencia. Pero millones de sus partidarios no lo están, y eso va a tener consecuencias», advirtió un político de extrema izquierda, el veterano George Galloway.

«No tenemos nada que perder», declaró en Manchester a la AFP Luke Thompson, 22 años, partidario del Brexit.

Inmigración, economía, soberanía, independencia o interdependencia… Todos los temas salieron a debate y suscitaron pasión y agrias disputas.

Lesley Syer, una jubilada de 74 años, se quejaba amargamente de los inmigrantes -unos 3 millones de la UE- cuando iba a votar el jueves en las afueras de Londres. «No soy racista, pero esta isla es pequeña y nunca nadie lo dice. ¿Dónde vamos a meter a toda esta gente?», dijo a la AFP.

«Es una decisión desgarradora, un día terrible para el Reino Unido y para Europa, con inmensas consecuencias», vaticinó una diputada laborista, Kaith Vaz.

Alentados por la victoria del Brexit, los líderes ultraderechistas de Francia y Holanda, Marine Le Pen y Geert Wilders, pidieron un referéndum sobre la UE en sus respectivos países.

Brexit barre a Cameron y hunde a los mercados

La decisión de los británicos de salir de la Unión Europea provocó un terremoto que le costó el cargo al primer ministro David Cameron, hundió a los mercados y amenaza con desintegrar al Reino Unido.

Los socios europeos lamentaron la decisión de los británicos, e instaron a Londres a empezar cuanto antes las negociaciones de ruptura, para las que hay un plazo de dos años prorrogable.

El Brexit es un «golpe a Europa», declaró la canciller alemana Angela Merkel, que invitó al presidente francés François Hollande, al primer ministro italiano Matteo Renzi y al presidente del Consejo Europeo Donald Tusk a reunirse en Berlín el lunes.

Hollande, por su parte, consideró que la salida «pone a prueba a Europa», pero Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea negó que fuera el fin de la Unión Europea.

Sí que fue el fin de Cameron, que presentó su dimisión al poco de conocerse la victoria del Brexit en el referéndum del jueves por 52% frente a 48%.

La renuncia del primer ministro se hará efectiva antes del congreso del Partido Conservador, en octubre.

«No sería correcto que yo fuera el capitán que dirigiera al país», dijo ante su residencia de Downing Street.

Lágrimas en las calles de Londres

Los ganadores estaban exultantes. Con apenas un diputado en el Parlamento, el líder antieuropeísta Nigel Farage se convirtió en el gran ganador al haber conseguido centrar la campaña en el tema de la inmigración, donde más le interesaba.

Farage pidió que el 23 de junio sea declarado feriado y «Día de la Independencia».

«Ahora tenemos una oportunidad gloriosa para aprobar nuestras leyes y fijar nuestros impuestos», dijo el conservador Boris Johnson, exalcalde de Londres.

La euforia de los «Brexiters» contrastaba con las lágrimas de Francesca Crimp, una empleada bancaria que iba camino al trabajo: «Estoy asustada, voté por el futuro de mi hijo y ahora me siento muy insegura».

«Esta ciudad multicultural en la que vivo cambiará drásticamente, y el mundo ya no es el mismo».

Efecto dominó

«Hay momentos en que lo correcto es consultar a la gente», aseguró Cameron, defendiendo su decisión de convocar el referéndum, aunque sus consecuencias podrían sentirse durante mucho tiempo.

Así, España pidió inmediatamente una «soberanía compartida» sobre Gibraltar, los independentistas escoceses anunciaron el inicio de los preparativos legales para un segundo referéndum de independencia; el Sinn Fein irlandés quiere también que el Úlster pueda votar unirse a Irlanda, y los ultraderechistas de Francia y Holanda reclamaron poder pronunciarse sobre la UE.

Para el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, que se encontraba en Escocia este viernes, el Brexit es «fantástico» y es un fenómeno parecido al suyo.

«Veo un paralelismo real» entre mi campaña y la del Brexit, dijo Trump en su campo de golf del sudoeste de Escocia, añadiendo: «La gente quiere recuperar su país, quieren la independencia».

Viernes negro en los mercados

«Un jodido desastre»: así resumió el Brexit, a preguntas de la AFP, un operador de la bolsa de Londres.

Las bolsas cayeron en picado, la libra esterlina marcaba sus peores registros de los últimos 30 años y los inversores compraban alocadamente deuda alemana, amenazando con una nueva crisis financiera a la maltrecha zona euro.

El Banco de Inglaterra se mostró dispuesto a inyectar inmediatamente 250.000 millones de libras esterlinas en liquidez.

«Los británicos votaron [por el Brexit] pese a las advertencias de la enorme mayoría de los expertos económicos. No hay que sorprenderse entonces de que esta mañana los resultados del referéndum provoquen oleajes en los mercados financieros globales», dijo Daniel Vernazza, economista de Unicredit Research.

Además, la salida forzará un traslado de miles de ejecutivos de la City de Londres a Fráncfort, París o Dublín.

Sin precedentes en la UE

Nunca en la historia de la UE un país había votado para abandonar ese proyecto que nació en los años 1950, de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.

Los ministros de Relaciones Exteriores alemán, francés, holandés, italiano, belga y luxemburgués anunciaron una reunión de urgencia en Berlín.

«Soy totalmente consciente de cuán serio, dramático es este momento. (…) Es un momento histórico, pero ciertamente no es un momento para reacciones histéricas», declaró el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

No habrá vacío jurídico mientras el Reino Unido negocia cómo abandonar el bloque, insistió.

La negociación, según los tratados europeos, puede llevar dos años como máximo, a partir del momento en que un miembro los denuncia.

Transcurridos esos dos años, el divorcio debe consumarse, sean cuales sean los desacuerdos aún existentes.

En juego está el estatuto legal de millones de trabajadores europeos en el Reino Unido, de centenares de miles de jubilados británicos en países como España, Francia o Portugal.

«Estoy conmocionada, no me puedo creer que el sentimiento patriótico haya llevado a este caos», explicó a la AFP Carmen Martínez, de 43 años, los tres últimos en Londres.

Martínez, funcionaria en excedencia, estudió para profesora en el Reino Unido y no considera irse, de momento. «Si me ponen trabas, tendré que irme. A Malta, que es europea y hablan inglés. O a Escocia, si siguen en la UE».

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