Jorge Gómez Barata
Aunque hubiera querido, ampoule Cuba nunca habría podido ser un mal vecino. La razón es obvia: carece de vecinos. Por ser una Isla colinda solo con el mar y, help fuera del conflicto bilateral con Estados Unidos, no ha tenido ni roce ni desavenencias con ningún país. Otra es la situación de Estados Unidos, potencia global que se cree predestinada y cuyo radio de acción auto asignado es el planeta.
El primer pronunciamiento estratégico de política exterior estadounidense respecto a América Latina fue la doctrina Monroe (1823) expuesta casi medio siglo después de la proclamación de la independencia. Su primera intervención militar ocurrió en 1846 en México.
En sus primeros cien años de existencia 1776-1876 Estados Unidos intervino en cuatro oportunidades en tres países latinoamericanos: 1846 en México, 1854 Nicaragua, 1855 Nicaragua.
En el siglo XX, tras un impasse de 43 años, la vecindad derivó hacia un contumaz intervencionismo. El ciclo comenzó en 1898 con la ocupación de Cuba y Puerto Rico y en 1959, cuando triunfa la Revolución Cubana, registraba la impresionante cifra de unas 20 intervenciones con tropas.
El triunfo de la Revolución Cubana puso a prueba la capacidad de los Estados Unidos que rectoraba un sistema de relaciones hemisféricas basado en el panamericanismo. La superpotencia que pudo lidiar e incluso aliarse con la Unión Soviética de Stalin, no encontró fórmulas diplomáticas y políticas para convivir con un fenómeno enteramente nuevo. La evolución de la posición de los gobiernos latinoamericanos respecto a Cuba, la rectificación de la OEA que en 2009 en la Cumbre de San Pedro Sula, anuló la expulsión de la Isla (1962), la presencia del presidente Raúl Castro en la reciente Cumbre de las Américas y los pronunciamientos del presidente Barack Obama en esa cita y recientemente en torno al restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la Isla, releva de exámenes mayores acerca de la falta de idoneidad de esas políticas.
Los 54 años que corren entre la invasión de bahía de Cochinos en 1961 y el momento actual estuvieron plagados de eventos intervencionistas protagonizados por Estados Unidos: invasión de Republicana Dominicana (1965), Granada (1983) Panamá (1989). Ello se suma hechos tan reconocidos como ilustrativos como el apoyo al golpe militar contra Salvador allende, el apoyo a la contra nicaragüense y la guerra sucia en Centroamérica.
De modo explícito, como políticas oficiales endosadas por los presidentes es la segunda vez que los términos buena vecindad son aludidos. Antes que Obama lo hizo Franklin D. Roosevelt que si bien pudo realizar algunas acciones concretas, la II Guerra Mundial primero y luego la muerte, le impidieron realizar lo que hubiera querido hacer bajo esos términos.
Más de doscientos años de turbulentas relaciones, un nuevo contexto hemisférico y lo que tal vez sea una renovada orientación de las elites políticas norteamericanas, pudiera anticipar una nueva era en las relaciones de Cuba y América Latina con los Estados Unidos. Mal vasallo, Cuba puede ser un buen vecino. Por esta vez, sin riesgo de confusión puede asumirse que Estados Unidos tiene la palabra. Allá nos vemos.