Luis Armando González
Algunos hablan del “paradigma del Buen vivir”, buy cialis otros de “filosofía del Buen vivir” y otros, treatment simplemente, de un conjunto de ideales que apuntan a un proyecto humanista que niega la deshumanización neoliberal existente. Como quiera que se le llame –la denominación es lo de menos—, el Buen vivir es un marco significativo de valores, propósitos, metas y líneas de acción que tiene como finalidad la construcción efectiva de sociedades más humanas, incluyentes, solidarias, justas, en armonía con el entorno natural y cimentadas en una sólida memoria histórica. Se lo puede definir de muchas maneras, pero para El Salvador una buena visión es la que la formuló nuestro Presidente actual, Salvador Sánchez Cerén, en su libro El País que quiero:
“El Buen Vivir requiere valores de vida en comunidad, sentido de país, amor a la patria, entendimiento de las lecciones que nos aporta su historia; como la capacidad de disentir, de discutir, de concertar entre salvadoreños. Un Buen Vivir requiere aportar responsablemente a la elevación de las capacidades de la gente en la familia, en la empresa, en la comunidad, todo conducente a que seamos buenos ciudadanos y ciudadanas, buenos vecinos, padres y madres responsables. Esto nos llevará a contar con una escuela comprometida, con empresas responsables, funcionarios honestos, ciudadanos bien informados y abiertos a la crítica al debate libre y la capacidad de aportar en y desde la diversidad.
Les propongo un nuevo paradigma, el Buen Vivir, que significa una vida digna, respeto a los derechos de las personas y de la naturaleza, en el que recuperemos la interacción del Estado, el mercado, la sociedad y la naturaleza, teniendo al centro los derechos universales de todos los seres humanos. El Buen vivir constituye una apuesta de cambio con inclusión en la generación y distribución de bienes, un camino hacia la igualdad en la que se facilite la auténtica libertad; es una comprensión política de la pluralidad desde la cual construir el bien común y una nación fuerte y en progreso.
Promovamos la igualad, la cohesión social y el respeto a la diversidad.
Mejoremos la calidad de vida del pueblo.
Potenciemos y fortalezcamos el ejercicio de la ciudadanía plena, individual y colectiva.
Construyamos un país seguro y pacífico.
Respetemos los derechos de la naturaleza y promovamos un ambiente sano y sustentable.
Garanticemos la plena vigencia de los derechos humanos y la pronta y cumplida justicia.
Trabajemos por un sistema económico moderno, justo, solidario que genere trabajo estable y digno, que genere crecimiento económico.
Construyamos en definitiva un Estado Social Democrático de Derecho, que lleve a todo nuestro pueblo al Buen Vivir”.
En este sentido, y dicho sistemáticamente, el Buen vivir –llámesele paradigma, filosofía o conjunto de ideales humanistas— tiene tres momentos: en primer lugar, su formulación ideal (teórica), es decir, el Buen vivir en sus componentes conceptuales, filosóficos, históricos y éticos. Cabe decir que en este apartado lo que se tiene es un proceso de construcción en marcha (por eso es proceso), sin que haya una formulación canónica, acabada, que sirva de modelo de lo que es el Buen vivir como paradigma o filosofía para todo tiempo y lugar. Quizás haya quienes se sientan insatisfechos y ansiosos ante esta situación inacabada; quizás haya quienes vean positivamente esta situación, por considerar que justamente en eso estriba la riqueza del Buen vivir como horizonte de ideales. Incluso entre estos últimos es posible que haya quienes teman la puesta a punto de una elaboración canónica, de manual, que vaya en contra de la diversidad de formulaciones y aportes que hoy por hoy marcan el debate sobre el Buen vivir. A lo mejor la solución se encontrará en un sano equilibrio entre formulaciones bien logradas, pero sin pretensiones de ser definitivas (tipo manual), y un debate permanente pero no fuera de los controles teóricos mínimos, que orienten y hagan provechosa la discusión. En todo caso, el terreno del debate conceptual y teórico (filosófico, histórico, ético) se revela como muy prometedor para animar a nuestras academias y comunidades intelectuales a salir del anquilosamiento repetitivo de filosofías y paradigmas trillados en exceso.
En segundo lugar, y en el lado opuesto a los ideales y la discusión teórica, la realidad en la que se pretende incidir para hacerla avanzar hacia un Buen vivir concreto. Esquemáticamente, se pueden visualizar estos polos así: Ideales del Buen vivir——Realidad socio-natural e histórica. Muchas veces, sin mala intención e inconscientemente, se confunden los ideales con la realidad efectiva, y se trata de dos órdenes de realidad distintos. La realidad efectiva tiene sus propias dinámicas y complejidad, que suelen desbordar los ideales presentes en nuestras mentes o en los libros. No entender eso lleva a confundir una cosa con la otra. O a pretender imponer a la realidad real construcciones ideales (y las exigencias que se derivan de ellas), sin tomar en cuenta lo que la realidad real puede dar de sí. Este el peor idealismo –tal como el que Marx critica en la Ideología alemana—, pues cae en artificios y juegos mentales en los que se critica y cambia las cosas pero sólo en el plano conceptual. En el plano real, todo sigue igual, pues para cambiar la realidad hay que incidir en ella, siguiendo sus ritmos y potencialidades propias. Entonces, de lo que se trata es de conocer bien la realidad natural, histórica, social, económica y cultural en la que se pretende concretar los ideales del Buen vivir. Tiempos y circunstancias históricas y sociales, así como entornos naturales, tradiciones culturales, condiciones institucionales y dinámicas políticas, deben ser tomadas en cuenta para dar un impulso posible y viable al Buen vivir, tensionando lo existente, pero sin ir a contracorriente o al margen de la realidad concreta en la que se pretende incidir. Nunca mejor dicho aquello de que “todo tiene su tiempo”, lo cual quiere decir que, en el tema del Buen vivir, su construcción debe ir paso a paso, sin pretender “quemar etapas” y evitando caer en inmediatismos agotadores que no dejan cimiento firme alguno.
Lo anterior nos lleva a un tercer momento: el momento de las mediaciones entre los ideales del Buen vivir y la realidad concreta. Esquemáticamente: ideales del Buen vivir —Realidad socio-natural e histórica. O sea, a los procesos, intervenciones, decisiones, mecanismos e instrumentos que permiten traducir los ideales del Buen vivir en realidades efectivas: prácticas sociales, dinámicas productivas, culturales, educativas y políticas, formas de convivencia, marcos institucionales y relaciones internacionales.
Desde la sociología se sabe, ante todo, que es imposible traducir completamente un conjunto de ideales a realidades efectivas; siempre hay algo que se pierde, aunque sólo sea porque los ideales son de naturaleza distinta de las realidades. También se sabe, en segundo lugar, que para avanzar realistamente en esa traducción se requiere de mediaciones adecuadas (técnicas y políticas). O sea, se requiere diseñar procedimientos eficaces (prácticos) que hagan operativos los ideales en forma de políticas, planes y medidas de intervención e incidencia en los distintos ámbitos de la realidad socio-natural e histórica. Pero, en tercer lugar, se deben identificar las oportunidades, ámbitos y espacios en los cuales esa incidencia es posible. En el caso de la traducción en la realidad salvadoreña de los ideales del Buen vivir es una tarea urgente convertir el tercer paso, que se ha anotado, en el primero: se tienen que identificar las oportunidades, ámbitos y espacios que, en las circunstancias actuales, pueden permitir comenzar a caminar hacia el Buen vivir; hecho eso, se deben diseñar las mediaciones oportunas, viables (política, cultural y socialmente) y más eficaces que permitan aprovechar las oportunidades, espacios y ámbitos antes señalados.
He aquí una agenda mínima para trabajar por el Buen vivir en El Salvador, durante el presente quinquenio. Para darle vida a esta agenda, conviene citar de nuevo la parte final del texto de Salvador Sánchez Cerén al que ya se hizo referencia. Dice así:
“Construyamos en definitiva un Estado Social Democrático de Derecho, que lleve a todo nuestro pueblo al Buen Vivir”.
Ese “Estado Social Democrático de Derecho” tiene su fundamento en la Constitución de la República, que debe convertirse en el gran marco legitimador del Buen vivir en El Salvador.