Por David Alfaro
06/03/2025
El circo de Bukele con el Bitcoin ha alcanzado un nuevo nivel de absurdo. Después de años vendiendo la narrativa de que El Salvador sería la meca de las criptomonedas, su gobierno ha dado un giro forzado: la Asamblea Legislativa -es decir, él mismo- ha derogado la Ley Bitcoin. Esto ocurre bajo la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI), que dejó claro que no habrá préstamos mientras el país siga atado a un activo volátil que jamás cumplió su promesa de “inclusión financiera” ni de “libertad económica”.
Pero aquí viene la trampa: Bukele asegura que, a pesar de haber derogado la ley y prometido cumplir con las exigencias del FMI, seguirá comprando Bitcoin. Un sinsentido que ha dejado desconcertados hasta a los bitcoiners internacionales más fanáticos, quienes ahora no saben si su Mesías los ha traicionado o si se trata de otro de sus malabares discursivos para seguir jugando con dinero público.
El FMI no es ingenuo
El FMI, con décadas de experiencia lidiando con gobiernos tramposos, no se tragará el cuento de Bukele. No basta con derogar la Ley Bitcoin si en la práctica el régimen sigue manejando fondos públicos para comprar criptomonedas de manera opaca.
Es probable que el FMI imponga condiciones más estrictas, exigiendo auditorías reales de las finanzas del país y transparencia en la gestión de los activos del Estado?
También podría exigir que se liquiden las reservas en bitcoin antes de soltar un solo centavo. Si Bukele se niega, el FMI simplemente cerrará la llave, dejando a su gobierno con dos opciones:
1. Aceptar las condiciones y deshacerse del bitcoin de una vez por todas, lo que equivaldría a reconocer que su apuesta fue un total fracaso.
2. Rechazar el dinero del FMI y buscar alternativas desesperadas, como contraer deuda con China o la emisión de más bonos basura con los que ya nadie quiere negociar.
El juego de la doble narrativa
Bukele no puede darse el lujo de admitir que el experimento Bitcoin fracasó, porque eso destruiría su imagen de visionario. Por eso, intentará sostener dos discursos a la vez:
A. Para el FMI: “Hemos abandonado el bitcoin como moneda de curso legal, dennos el dinero.”
B. Para los bitcoiners: “Seguimos comprando bitcoin, no se preocupen.”
El problema es que este juego no puede durar mucho. Si sigue gastando dinero público en bitcoin mientras negocia con el FMI, quedará claro que está mintiendo. Y si realmente deja de comprar, sus seguidores cripto lo verán como un traidor.
El costo de la terquedad
Lo cierto es que Bukele se ha metido en un callejón sin salida. Ha destruido la confianza internacional en las finanzas de El Salvador, hipotecado el futuro del país con deudas impagables y ahora tiene que rendirse ante el FMI, aunque intente disfrazarlo de victoria.
Pero los del FMI no son tontos. Ya le han visto los trucos. Y cuando Bukele intente su próximo acto de prestidigitación financiera, el mensaje será claro: sin transparencia, no hay dinero.
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