Editorial ARPAS
Es un hecho confirmado que Nayib Bukele estuvo en Estados Unidos, en los primeros días de febrero, intentando sin éxito reunirse con funcionarios del gobierno de Joseph Biden. Aunque el presidente salvadoreño, acostumbrado a mentir, lo ha negado, su fallida gira por Washington fue confirmada por el exasesor de Barak Obama, Daniel Restrepo, en una entrevista a Canal 33.
¿Y por qué el nuevo gobierno estadounidense no quiere reunirse con Bukele? El presidente salvadoreño paga las consecuencias de tres errores cometidos. El primero es no haber cultivado relaciones bipartidistas y apostar únicamente a la cercanía con Donald Trump, confiando en que éste sería reelegido en las elecciones de noviembre pasado.
Bukele se sometió a los designios de Trump, incluidas sus obscenas políticas anti-inmigrantes, y decidió imitarlo en su forma de gobernar: tuitero, confrontativo, megalómano, populista, mentiroso, manipulador, negacionista, etc. En octubre de 2019 dijo que Donald Trump era “very nice and cool”. Este parecido a Trump es una de las razones por las cuales la nueva administración estadounidense desconfía, rechaza y desprecia al mandatario salvadoreño.
El segundo error es haber desoído, ninguneado y desacatado los llamados de atención de políticos y congresistas demócratas (incluso algunos republicanos) que cuestionaban su estilo autoritario y lo exhortaban a respetar las reglas democráticas: independencia de poderes, los derechos humanos y el periodismo crítico.
Altanero, burlesco, prepotente e irrespetuoso, Bukele decía que eran “apenas dos de cien senadores” o “solo diez de más de cuatrocientos congresistas”, que “firman cartas sin haberlas leído” o que “no tenían ninguna incidencia en las decisiones de la Casa Blanca”. Los hechos ahora confirman lo grave de este error, tanto como el anterior.
Y el tercer error es no tomar en serio las relaciones exteriores, en especial frente a Estados Unidos. Ignorando cómo funciona la política norteamericana, Bukele acudió a carísimos lobbistas y, en vez de colocar a un diplomático con experiencia, puso a una expresentadora de televisión y exdiputada cuya primera acción en el cargo ha sido igual o todavía más vergonzosa que el desplante sufrido por el presidente.
Esta semana Milena Mayorga tergiversó el contenido de una conversación telefónica que sostuvo con congresista Albio Sires, al grado que el legislador demócrata la corrigió públicamente en sendos comunicados, en español y en inglés. Para Sires, lo actuado por la embajadora salvadoreña, es “el peor incidente durante sus quince años en el Congreso norteamericano”.
Los funcionarios de Biden, además, no recibieron a Bukele porque previeron la manipulación política-electoral que haría de cualquier reunión que sostuviera en Estados Unidos, dada la cercanía de las elecciones del 28 de febrero.
Ojalá que, por primera vez, el presidente Bukele fuera responsable y, en vez de negar lo innegable, asumiera una actitud humilde y de corrección de sus errores. De lo contrario, seguirá haciendo el ridículo y el país quedará cada vez en mayor vergüenza.