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Bukele mintió a la Revista Time

Por Leonel Herrera*

La reciente aparición de Nayib Bukele en la portada de la Revista Time ha sido presentada por el aparato de propaganda gubernamental y los repetidores del relato oficial como un logro, aun cuando el medio estadounidense lo retrata como un líder autoritario.

La revista neoyorquina presenta al gobernante salvadoreño como un “strongman”, que traducido al español significa “hombre fuerte” y en política se refiere a un líder que ejerce el poder de manera personalista, por encima de las instituciones, violentando las reglas democráticas y sin rendir cuentas a la ciudadanía.

En tal sentido, el medio estadounidense pone a Bukele en la misma categoría de Recep Erdogan, Víctor Orbán, Rodrigo Duterte, Daniel Ortega y otros autócratas que han salido en su portada, incluido el mismísimo Adolf Hitler, responsable del genocidio judío y otras atrocidades cometidas durante la segunda guerra mundial.

Los medios oficialistas y otros no oficialistas han retomado distintos elementos de la extensa entrevista realizada por la periodista Vera Bergengruen. En esta columna destaco algunos aspectos que considero importantes de las declaraciones del presidente inconstitucional.

Lo más relevante es que Bukele miente. Una de las mentiras más descaradas es decir que su gobierno no ha negociado con las maras, a pesar de que existe sobrada evidencia periodística que confirma acuerdos con estos grupos criminales sobre favores carcelarios y otros beneficios a cambio de bajar los homicidios y apoyar electoralmente el partido oficialista Nuevas Ideas.

En audios publicados por El Faro, Carlos Marroquín, director de Reconstrucción del Tejido Social del Ministerio de Gobernación, admite que él personalmente ayudó a Elmer Canales Rivera, conocido como “Crook”, a escapar del penal de máxima seguridad de Zacatecoluca. También afirma que sus acciones eran del conocimiento de “Batman”, como supuestamente llaman a Bukele en la jerga pandilleril.

El actual presidente señala que fueron sus antecesores quienes negociaron con maras. Sin embargo, el periodismo investigativo ha demostrado que él también hizo lo mismo desde que era alcalde de San Salvador (2015-2018) hasta marzo de 2022, cuando supuestamente rompió el pacto criminal y lanzó la ofensiva contra la base pandilleril con el régimen de excepción.

El autócrata salvadoreño, incluso, califica como falsa la acusación penal contra Marroquín y el director general de Centros Penales, Osiris Luna, en una corte de Nueva York. “Sólo para verificar: está diciendo que su gobierno nunca negoció con las pandillas y que lo que dice el gobierno de Estados Unidos es falso?, le preguntó la periodista; y Bukele responde: “Es totalmente falso”.

Otra gran mentira de Bukele es afirmar que no hay pruebas de torturas y asesinatos en las cárceles del país. Aquí, es su palabra contras las múltiples evidencias proporcionadas por los testimonios de víctimas inocentes del régimen de excepción difundidos por medios periodísticos y la contundencia de los datos recogidos en investigaciones de Cristosal, Socorro Jurídico Humanitario, Human Rights Watch y otras organizaciones nacionales e internacionales.

Aspecto relevante de la publicación de la Revista Time es también la admisión del propio Bukele de que el Bitcoin no funcionó como esperaba, a pesar del “branding”, las inversiones y el turismo que -según él- ha generado.

Otro es el infructuoso intento de justificar su reelección ilegal: al mejor estilo de su vicepresidente Félix Ulloa, Bukele pasa un largo tramo de la entrevista haciendo malabares con el Artículo 152 de la Constitución de la República.

Además, es interesante la razón por la cual el autócrata salvadoreño dice que prefiere no hablar con la prensa. Declara que antes (cuando aún no era presidente) sí creía en el periodismo, pero ahora ya no. Es decir: el periodismo era bueno cuando los fiscalizados eran los antecesores de Bukele; pero desde que las denuncias son sobre su propia gestión, el periodismo es basura. “Propaganda disfrazada”, dice él.

Finalmente destaco dos promesas de Bukele que podrían resultar falsas, ya que se refieren a cosas que difícilmente podría cumplir. Una es que piensa quitar el régimen de excepción y la otra es que no buscará una segunda reelección presidencial continua.

Sobre la primera, vale decir que Bukele necesita mantener el régimen de excepción, ya no para combatir a las maras, sino para mantener un estado permanente de control social, miedo y arbitrariedad. El régimen de excepción permite cometer cualquier abuso, perseguir a opositores, no rendir cuentas y viabilizar el proyecto autoritario.

El bukelato podría formalmente quitar el régimen de excepción, pero sus disposiciones serían incorporadas al marco jurídico ordinario, como -de hecho- ya hizo con algunas reformas a la legislación penal. Las lógicas del régimen de excepción determinarán la “nueva legalidad “, porque pareciera que Bukele y sus hermanos sólo pueden gobernar violentando derechos humanos, incumpliendo el debido proceso, negando la transparencia y transgrediendo la democracia.

Y con relación a que Bukele no se presentará a las elecciones de 2029, esto es todavía más difícil de creer porque contradice su intención de perpetuarse en el poder. Para concretar el proyecto económico familiar y convertirse en nuevo grupo oligárquico, el clan Bukele necesita mantener el control del Estado; por tanto, es probablemente que más bien busquen establecer la reelección indefinida.

Por otro lado, algunos creen que el narcisismo, el egocentrismo y la megalomanía de Bukele son tales que no confiaría en designar a ningún lugarteniente, ni siquiera a uno de sus hermanos. Además, antes de reelegirse Bukele prometió que no lo haría porque era inconstitucional; así que lo más probable es que también incumpla la nueva promesa.

Es posible que anunciar un eventual fin del régimen de excepción sólo busque generar expectativas falsas y disminuir las críticas; y decir que no buscará reelegirse en 2029 sea una “cascarita” o una “bomba casabobos” de Bukele para sus opositores, cuyo objetivo sería crear la ilusión de que el autócrata dejará el poder voluntariamente.

*Periodista y activista social.

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