Por Leonel Herrera*
A diferencia de verdaderos estadistas y líderes mundiales (como el brasileño Lula da Silva) que hablaron sobre las urgencias globales y plantearon soluciones a los problemas que afectan a la humanidad, el presidente salvadoreño Nayib Bukele compareció en la reciente Asamblea General de la ONU con un discurso propagandístico, con medias verdades y graves omisiones, que dibujó una realidad nacional falseada.
Cómo bien señala la organización ciudadana SUMAR por El Salvador, la alocución del mandatario (transmitida en cadena de medios y diseminada en las plataformas digitales) “fue más para el electorado salvadoreño que para el concierto de naciones”. Bukele ignoró a los gobernantes del mundo y prefirió hablarle a sus seguidores, pensando en los comicios de 2024 en los que participará ilegalmente contrariando varios artículos de la Constitución de la República.
Por eso el mandatario repitió su acostumbrada narrativa que consiste en destacar el combate contra las pandillas, sin mencionar el altísimo costo en materia institucional y sin admitir las condenables violaciones de derechos humanos contra miles de personas inocentes o que no tienen ninguna relación con maras (detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos en las cárceles).
Este relato presidencial evita hablar de más pobreza, desempleo, falta de oportunidades para jóvenes, alto costo de la vida, crisis alimentaria y amenaza de hambruna, falta de agua potable, destrucción de los ecosistemas, violencia contra la mujer y población LGTBIQ+, migración forzada, falta de transparencia en el manejo de fondos públicos y demás problemas que el gobierno no ha resuelto a pesar de tener la correlación política y social más que suficiente para hacerlo.
La situación nacional que el presidente Bukele llegó a mostrar en la ONU es muy parecida a una fotografía de la Revista Atalaya: un país tan seguro como Canadá, sin problemas y con un pueblo que sonríe tan feliz con su playas de surf, lagos, montañas y volcanes.
Como dice SUMAR, Bukele también “mintió sobre las verdaderas causas de la guerra civil salvadoreña, descalificó los Acuerdos de Paz propiciados por la ONU, justificó el desmantelamiento institucional y hasta reclamó a la comunidad internacional por criticar las violaciones a derechos humanos”.
Nayib Bukele quiere ser visto como ejemplo mundial, pero sólo exhibe prepotencia, arrogancia, megalomanía y falta de respeto por las reglas democráticas básicas instituidas por Naciones Unidas y aceptadas por la mayoría de sus países miembros. Los gobernantes democráticos del mundo ven desconfianza y rechazo sus delirios autoritarios y sus ansias de perpetuarse en el poder.
Es probable que cuando le pide a la comunidad e institucionalidad internacional que no le exijan seguir sus recetas y lo dejen implementar sus “propios métodos”, Bukele en realidad quiere decirles: “no me exijan que respete los derechos humanos y la democracia, déjenme hacerlo a mi estilo autoritario y violando el estado de derecho”.
Con esa postura y actitud, El Salvador le da la espalda al mundo y se aisla políticamente con un presidente antidemocrático que parece mirar a las autocracias, las monarquías y las dictaduras como mejores formas de gobierno. El país camina hacia un abismo, aunque la mayoría de la gente crea que va para el cielo.
Post data: Lula pidió liberar a Julián Assange, Bukele está lejos de hacer eso.
*Periodista y activista social.