Editorial ARPAS
Este 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Ayer y ahora organizaciones feministas han realizado varias actividades en San Salvador, siendo una de las demandas principales el cese de la violencia machista y la misoginia que tiene en los feminicidios su consecuencia más dantesca.
Por eso es oportuno señalar la complicidad gubernamental con este tipo de expresiones y acciones. Ejemplo ilustrativo es el silencio de instancias como el ISDEMU y del propio presidente Nayib Bukele ante los mensajes de violencia contra la mujer proferidas por un fanático bukelista durante el escrutinio de las elecciones del pasado 28 de febrero.
El “youtuber” Roberto Silva se hizo pasar como periodista de Radio Nacional para acceder a las instalaciones del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en un hotel capitalino. Ahí se dedicó a perseguir, acosar e insultar a mujeres de partidos políticos de oposición, entre ellas la diputada Karina Sosa y la excandidata a diputada Daniela Genovez.
A pesar de las denuncias formales presentadas por las víctimas, la Fiscalía no ha ordenado la detención del agresor, ni la Policía Nacional Civil (PNC) lo capturó en flagrancia. Esto es condenable y, en este espacio editorial, nos sumamos a los reclamos generalizados por la inacción fiscal y policial.
Sin embargo, insistimos también en el silencio y la indiferencia gubernamental, que representan una gravísima omisión: que Bukele no condene el hecho, no se distancie de estas conductas de seguidores suyos, no se solidarice con las víctimas y no pida a las autoridades correspondientes que actúen, constituye un aval presidencial tácito.
Así como le gusta dar órdenes, el mandatario debió ordenar a la PNC la detención inmediata de Silva y pedir explicaciones al director de la radio nacional, al encargado de los medios estatales y a la secretaria de comunicaciones por acreditar como periodista a un delincuente machista y misógino. Pero en vez de esto, Bukele guarda silencio y, con eso, aprueba y legitima los desmanes de sus fanáticos.
Por tanto, es un “silencio violento”, porque tolera un acto de violencia contra la mujer. Bukele es violento cuando habla y cuando calla: cuando expresa discursos de odio y cuando no dice nada frente a actos violentos como los de Silva.
Bukele es un presidente, al menos, cómplice de violencia contra las mujeres, pues este mismo “silencio violento” ha tenido frente a actuaciones de otros activistas suyos como Walter Araujo o miembros de su gobierno como Ernesto Sanabria. Por eso, el presidente debe ser el principal denunciado este 8 de marzo.