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Bukele, su traje napoleónico, su medicina amarga y su legión de “Villanos galácticos”

El pasado sábado 1 de junio, Nayib Bukele fue juramentado por el presidente de la Asamblea Legislativa, Ernesto Castro, como nuevo presidente de la República, por lo que a partir de esa fecha, El Salvador tiene un gobernante inconstitucional. Los salvadoreños no deben temer en darle ese título, el de presidente inconstitucional, pues así es por haber violentado la Constitución en al menos 6 artículos que lo prohíben, sobre todo en la alternabilidad.

En otros editoriales, desde finales del año pasado, nos hemos referido a esos artículos, por lo que ya no es necesario repetirlos, lo más importante es que el uno de junio, con la juramentación,se consuma la inconstitucionalidad.

Y no sabemos si fue una burla jurar con la mano izquierda sobre la Constitución, sostenida por la Primera Dama, y la derecha levantada, mientras Castro lo juramentaba, pues, en 2019 hizo el mismo juramento sobre la Constitución, pero ha violentado esa misma Constitución una y otra vez,  lo último fue ser candidato presidencial y ganar las elecciones a pesar de que le era prohibido.

Es decir, jurar cumplir la Constitución es una burla para los salvadoreños pensantes, sobre todo los que creen que la Constitución es la ley máxima y que todos debemos cumplir. Además de la burla del juramento constitucional, también es importante referirnos a los hechos simbólicos en el marco de la juramentación inconstitucional, y por supuesto el discurso.

En cuanto a lo primero, es decir, a los elementos simbólicos, se hace referencia a la vestimenta de Bukele, quien llegó ataviado en una chaqueta de corte napoleónica, en la que resaltan los acabados dorados en un cuello alto y al final de las mangas, por lo que bien podría pensarse que, quienes lo califican de autoritario, les está diciendo que viste como emperador o un sultán.

Otro elemento llamativo fue la capa que portaban los cadetes de la escuela militar, sobre su uniforme de gala, que a algunos les hizo recordar el temple de los de la Gestapo hitleriana y a otros, quizá, los más ingenuos, creyeron que Bukele les estaba recordando a los “Villanos galácticos” de la Guerra de las Galaxias.

Y en tercer lugar, el desfile de las legiones imperiales. Y fue la primera actividad que autorizó Bukele una vez fue juramentado, el desfile de cerca de dos mil soldados nítidamente uniformados y armados, divididos en pelotones, que hacían recordar las legiones romanas saludando al emperador.

Hubo otros simbolismos, pero estos son los más importantes porque reflejan la naturaleza de los gobierno de Bukele, tanto del primer periodo que terminó el 31 de mayo, como el que comienza este 1 de junio.

Bukele envió un mensaje a todos los salvadoreños, sobre todo a la oposición, que él tiene el poder porque tiene al ejército, y que en tanto es su comandante en jefe, es su verdadera fuerza de poder. Por eso incluso, invisibiliza a la Policía Nacional Civil (PNC), que tiene un pecado de origen, haber nacido del Acuerdo de Paz, un hecho que Bukele quiere borrar de la historia.

O sea, pues, Bukele utilizó el simbolismo para comunicar que tiene todo el poder y la obediencia de la casta militar, de ahí que del autoritarismo a la dictadura apenas la separan las fracciones de segundos que dividen los dos quinquenios.

En cuanto al discurso, lo que debemos destacar es que volvió a recetar a los salvadoreños “más medicina amarga”, como la que recetó en 2019, y todos se quedaron a la espera del tiempo para conocer de qué se trataba.

Hoy, cinco años después, sabemos que la medicina amarga era destruir la institucionalidad democrática, gobernar con autoritarismo, violentar la constitución y otras leyes y anular el republicanismo, es decir, la independencia de poder. Y es que hoy, el gobierno no son los tres poderes del Estado, como lo dictan las Ciencias Políticas, el gobierno es Bukele, y nada más.

En la nueva medicina amarga, que aún no se sabe de qué trata, pero que pidió a sus seguidores en la plaza “aceptarla y sin quejarse” y, al resto, sin decirlo verbalmente, pero sí con los símbolos de poder, aceptarla porque si no está la fuerza militar, y en última instancia el régimen de excepción.

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