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Bukele tendrá su batalla de Waterloo

El pasado 1 de junio, Nayib Bukele inauguró su dictadura. Ya en su periodo constitucional, 2019-2024, había dado los primeros pasos con su estilo de gobierno autoritario. Recordemos el 9 de febrero de 2020, Bukele, acompañado de un fuerte dispositivo de seguridad compuesto por unidades élites de la Fuerza Armada y de la Policía Nacional Civil, irrumpe en el Salón Azul de la Asamblea Legislativa, mientras a un costado del Palacio Legislativo, una turba coreaba “Insurrección”, “insurrección”, a la espera de una orden para ingresar también al Parlamento y linchar a los diputados que en ese entonces lo controlaba la oposición, tal como lo coreaban y que también fue difundido por las redes sociales.

Por primera vez, Bukele utilizó políticamente la religión al hacer un performance de oración en el Salón Azul, y luego salir ante la turba para decirle que “había hablado con Dios”, y éste le pidió paciencia. La turba no lo aceptó, pero igual obedeció y abandonaron el lugar con la frustración de no haber incendiado el recinto legislativo.

Aquel acto de autoritarismo, que fue calificado por los expertos como “un golpe de estado a la Asamblea Legislativa”, fue motivado para presionar para que los diputados le aprobaran un préstamo de $109 millones para financiar el plan de seguridad.

El segundo acto de gravedad contra el Estado de Derecho y el Republicanismo, en el inicio del gobierno autoritario de Bukele, ocurrió el 1 de mayo de 2021, cuando, teniendo el control legislativo de Nuevas Ideas y sus aliados, la Asamblea destituye, violando todo las leyes, incluida la Constitución, a los legítimos magistrados de la Sala de lo Constitucional y al Fiscal General de la República. Así Bukele se hace del poder absoluto al controlar los tres órganos del Estado y a la Fiscalía General de la República.

Meses después, Bukele, en una reunión privada con el cuerpo diplomático que luego transmitió en cadena de radio y televisión, reconoció que “necesitaba tener a su propio fiscal” a la Sala de lo Constitucional.

Con el control total de los tres órganos del estado, además de la Fiscalía, el ejército y la policía, Bukele continúa en su línea autoritaria hacia la dictadura, violar al menos seis de los artículos de la Constitución que prohíben la reelección. Para dar este paso, Bukele contó primero con la Sala de lo Constitucional, que en un comunicado avaló la reelección, en tanto que es el pueblo quien al final decide la continuidad o no de un mandatario.

Todos los actos anteriores, además de su manodurismo, fueron condenados por la comunidad internacional, pero, Bukele, cual dictador en ciernes no solo lo ignoró, sino que se  mofó de ella.

El 1 de junio, vestido con una estilizada chaqueta tipo napoleónica, juramentó sobre la Constitución como presidente de la República para un segundo periodo continuo, lo cual lo prohíbe la constitución, por lo que a partir de esa fecha El Salvador tiene un presidente inconstitucional, y dado que tiene el control de todos, hasta de las masas, se convirtió en dictador.

Bukele utilizó, además de su vestimenta, otros simbolismo para demostrar que el poder absoluto, cual emperador, lo tiene él, gracias al poder de las armas, por eso es que hizo desfilar, con estricta organización y disciplina militar, a unos dos mil soldados, mientras su guardia especial la mostró ataviada con una capa parecida a la Gestapo o la guardia pretoriana.

Y, por supuesto, no faltó la masa, tanto la que estuvo presencialmente como la que frente a un aparato de televisión, cuales súbditos, le juraron obediencia.

Pero todos los dictadores, así como los emperadores tienen su batalla de Waterloo. Napoleón Bonaparte fue derrotado, en la batalla de Waterloo, el 18 de junio de 1815.

Y es que las ansias de poder de los dictadores y emperadores, como lo está demostrando Bukele, es el inicio de sus caídas, y Bukele no será la excepción.

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