Para alguien que se ve a sí mismo como un emperador digital, que una inteligencia artificial lo destrone en segundos es una terrible humillación difícil de digerir. Y lo peor para él es que, a diferencia de sus críticos en El Salvador, a la IA no puede encarcelarla ni silenciarla.
Por David Alfaro
Nayib Bukele ha construido su imagen política sobre la premisa de que es el líder más popular del mundo mundial y de la galaxia. Su maquinaria propagandística lo ha posicionado como un «rockstar» de la política, un hombre cuya aprobación es supuestamente indiscutible. Sus fanáticos lo consideran un Mesías enviado por no se sabe qué dios pagano. Sin embargo, en un giro irónico del destino, la misma tecnología que él tanto dice dominar le ha propinado un golpe letal a su ego.
En un arrebato de autocomplacencia, Bukele preguntó a Grok, la inteligencia artificial de X (antes Twitter), “¿Quién es el presidente más popular del mundo?” esperando, por supuesto, que su nombre apareciera en letras doradas. Pero la respuesta de la IA fue otra: Claudia Sheinbaum, la presidenta de México.
El narcisismo herido
Para un líder con rasgos narcisistas tan evidentes como Bukele, este incidente es más que una simple equivocación de un algoritmo. Es un golpe a su autoimagen, cuidadosamente construida sobre la base de encuestas favorables, datos manipulados y una estrategia de comunicación que evita cualquier crítica. En su mundo, donde todo está diseñado para alimentar su culto a la personalidad, la idea de que una inteligencia artificial —imparcial por diseño— no lo considere el más popular, es totalmente inadmisible.
Los narcisistas necesitan validación constante
Cuando no la obtienen, su reacción suele ser la negación, la ira o la ridiculización del factor que los puso en jaque. No es descabellado imaginar que Bukele y su equipo ya estén o buscando formas de desacreditar a Grok o a X, alegando que están controlados por «enemigos» de su gobierno, o tratando de convencer a Musk que la modifique.
La burla mundial
El hecho no pasó desapercibido. Medios de comunicación de todo el mundo retomaron la noticia con una mezcla de asombro y burla. La imagen de un Bukele abochornado y derrotado por una IA circuló ampliamente, y las redes sociales se llenaron de memes, ridiculizando la situación. En el ámbito político, la respuesta de Claudia Sheinbaum fue simple y exquisitamente elegante: “Se responde solo. La respuesta está simpática.”
Mientras tanto, los seguidores más fanáticos de Bukele, en un esfuerzo por salvar la narrativa, han intentado justificar el episodio con argumentos débiles, pero la realidad es que su imagen ha sido golpeada donde más le duele: en su credibilidad.
¿El principio del fin de su infalibilidad?
Bukele ha controlado a la opinión pública salvadoreña a través de una combinación de propaganda y represión. A nivel internacional a despilfarro millones de dólares en pagos a influencers, youtubers, tiktokers y periodistas mercenarios. Sin embargo, este episodio demuestra que su control tiene límites, especialmente en un mundo donde la información ya no es monopolizable. Por primera vez en mucho tiempo, ha quedado en evidencia que su popularidad no es tan universal como él pretende hacer creer.
Para alguien que se ve a sí mismo como un emperador digital, que una inteligencia artificial lo destrone en segundos es una terrible humillación difícil de digerir. Y lo peor para él es que, a diferencia de sus críticos en El Salvador, a la IA no puede encarcelarla ni silenciarla.