Por David Alfaro
𝗡𝗶𝗻𝗴ú𝗻 𝗵𝗲𝗹𝗶𝗰ó𝗽𝘁𝗲𝗿𝗼, 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝘂𝗷𝗼𝘀𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗮, 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝗲𝗹𝗲𝘃𝗮𝗿 𝗮 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗻𝗰𝗶𝗺𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗰𝗼𝗻𝘀𝗲𝗰𝘂𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝘀𝘂𝘀 𝗮𝗰𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀. 𝗕𝘂𝗸𝗲𝗹𝗲 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝘃𝗼𝗹𝗮𝗿 𝘁𝗼𝗱𝗼 𝗹𝗼 𝗮𝗹𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗲𝗹 𝗽𝗲𝘀𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝘂 𝗰𝗼𝗿𝗿𝘂𝗽𝗰𝗶ó𝗻 𝘆 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝗽𝘂𝗲𝗯𝗹𝗼 𝗹𝗼 𝗮𝗿𝗿𝗮𝘀𝘁𝗿𝗮𝗿á 𝗱𝗲 𝘃𝘂𝗲𝗹𝘁𝗮 𝗮 𝗹𝗮 𝘁𝗶𝗲𝗿𝗿𝗮…
Mientras Bukele se eleva majestuosamente en su flamante helicóptero Leonardo AWS109SP Grand New, valorado en 5 millones de dólares, las escuelas y hospitales de El Salvador continúan derrumbándose, en el más literal y doloroso sentido. Es irónico pensar que mientras él surca los cielos, una gran parte de la población salvadoreña se queda atrapada en una tierra árida, sin acceso a medicamentos, educación digna ni atención médica básica. Este nuevo juguete del dictador nos recuerda que, para él, el bienestar de su pueblo siempre ha sido una cuestión de espectáculo y no de sustancia.
El flamante Leonardo AWS109SP Grand New que ahora engalana la flota aérea de Bukele es un símbolo del despilfarro y la desconexión de su régimen con la realidad de los salvadoreños. Mientras él vuela sobre las cabezas de los ciudadanos, quizá les lanza una sonrisa desde lo alto, o tal vez ni siquiera se digna a mirar hacia abajo, donde las escuelas de techo roto permiten que la lluvia inunde las aulas, y los hospitales operan en condiciones tan precarias que parecen más campos de batalla que centros de salud.
¿Es este helicóptero una herramienta para el progreso del país? ¿O es más bien otro capricho de un dictador con complejo de estrella de cine? Bukele podría argumentar que necesita el helicóptero para «supervisar» su país desde las alturas. Pero todos sabemos que el helicóptero no será más que una extensión de su vanidad, un juguete más para un hombre que parece vivir obsesionado con su imagen, dispuesto a gastar millones del erario público mientras su pueblo sufre.
Este derroche resulta particularmente ofensivo cuando recordamos la constante falta de medicamentos esenciales en los hospitales públicos, o el estado de abandono en que se encuentran muchas escuelas rurales. Con 5 millones de dólares se podrían haber equipado decenas de hospitales con insumos vitales, se podrían haber construido nuevas aulas o al menos haber reparado los techos de las viejas. Pero, claro, para un hombre que cree que el país es un escenario para su show personal, las necesidades reales de la gente son apenas un ruido molesto de fondo.
Reflexión moral:
La historia ha demostrado una y otra vez que aquellos que se elevan demasiado alto suelen caer con la misma fuerza. El helicóptero de Bukele es solo un símbolo más de la desconexión entre el gobernante y los gobernados, una metáfora voladora de la inevitable caída que le espera. Ningún gobernante que se encierra en su burbuja de lujos y privilegios puede escapar del juicio de la historia. Y mientras él siga volando sobre las ruinas de un país que sufre, su destino final será inevitablemente el mismo: una dura y dolorosa caída.
Porque, al final del día, ningún helicóptero, por lujoso que sea, puede elevar a alguien por encima de las consecuencias de sus acciones. Bukele puede volar todo lo alto que quiera, pero el peso de su corrupción y desprecio por el pueblo lo arrastrará de vuelta a la tierra, donde tendrá que enfrentar la realidad que él mismo ha creado.