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Bukoswki el antiheroe: senda de un perdedor para ser un gran escritor

Por Mario Avalos

 

Casi en toda mi formación académica básica y media, la materia de literatura siempre se vio marcada a seguir los “cánones literarios” ya establecidos por el programa de educativo. Llegas a leer varias obras que motivan a un niño a interesarse con la literatura como Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe o El principito de Antoine Saint–Exupéry, historias que dejan fluir a la imaginación. Al llegar al bachillerato, ya con mi pasión por la lectura ya muy desarrollada, disfrutaba esa línea de tiempo trazada en la que se comenzaba leyendo las epopeyas del clasicismo griego y seguir avanzando hasta llegar a la literatura de vanguardia. Fue en este período en el que la literatura costumbrista del país tomaría importancia, era lo más “crudo” y “real” que podías llegar a leer, pero sentía que faltaba algo que iba más allá de una buena trama o un reflejo de la sociedad. En nuestra formación lectora, se nos impone leer varias obras y poesía del romanticismo europeo y el modernismo. Yo me daba cuenta de algo que no me terminaba de gustar en muchas de las creaciones literarias de esas corrientes: eran sus protagonistas “perfectos” o idealizados como “héroes”. Los protagonistas de estas obras literarias siempre eran descritos en su mayoría como hombres fuertes y atractivos que darían la vida por su amada ante cualquier adversidad. Es lo que a la sociedad le gusta consumir, historias de amor que existen en la vida real, pero no son la mayoría de los casos. Al llegar al realismo mágico, ya fui viendo alguna característica distinta en la concepción del protagonista, pero no encontraba a uno con el cual se podía identificar.

Como todo joven aficionado a la literatura, me gustaba escribir poesía, pensamientos y cuentos cortos. Además, agobiado por las “típicas” situaciones que se presentan en la vida de un adolescente. Fuera de lo académico, no destacaba en lo deportivo o en lo social, era el menos popular de mis amigos y mucho menos entre las muchachas quien idealizaban al muchacho perfecto como alguien rubio y de ojos claros. Caí en cuenta que en todo lo que había leído hasta el momento, no había encontrado a un protagonista de novela que se apegara a mi realidad y a la de muchos de los muchachos en una situación parecida. Fue en esa ansias de querer seguir explorando la literatura que por esa época final de bachillerato, me encontré con un poema titulado A la puta que se llevó mis poemas, de Charles Bukowski, en ese entonces, un desconocido total para mí.

Llegué a explorar más sobre la poesía de Bukowski y muchos de sus poemas eran unas “odas al fracaso”, un golpe de realidad que se me había negado en otros escritos. Supe que su forma de escribir no sería para cualquiera que esté acostumbrado a leer poemas románticos o novelas con protagonista heroicos. Fue en el no muy lejano año del 2015 cuando tomé un descanso académico, en el que pude investigar más y encontré su obra literaria, entre ellas, una novela que con solo leer el título me impactó y me animó a darle una ojeada: La senda del perdedor, escrita en 1982. Ingresé al mundo bukowskiano y su concepto sobre el mundo tan crudo, en donde no criticaba al mundo o a la sociedad sino a las personas que la conforman, retomando ese concepto de Nietzsche en el que expone que el mundo es maravilloso pero tiene un problema llamado “hombre”.

Las novelas escritas por Bukowski destacan por ser casi unas autobiografías, pues muchas de sus experiencias de vida están plasmadas en ellas, narradas por un personaje que él inventa llamado “Henry Chinaski” (o Hank como le llaman sus amigos), basado en él mismo, puede considerarse su “alter ego”, ya que el primer nombre de Charles Bukowski es Henry, pero detestaba ese nombre por su padre quien se llamaba igual. En La senda del perdedor, Bukowski narra las desventuras de Chinaski en una infancia marcada por el maltrato infantil por parte de sus padres, su crecimiento en la pobreza y, el rechazo de las personas por su personalidad y aspecto físico, además de su desarrollo académico hasta que lo abandona para dedicarse a una carrera literaria que no despegaba.

De principio a fin, la novela va narrando una serie de acontecimientos que moldearon la personalidad desmotivadora y ebria del escritor estadounidense de raíces alemanas. Solo en sus primeros meses de edad, se ve obligado a educar su mano derecha porque aparentemente sería zurdo (algo no muy bien visto a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX). En su niñez, se ve diariamente acosado por bravucones y comienza a sufrir maltratos por parte de su padre, debido a su personalidad conflictiva. En su adolescencia, se ve marcada por un acné tan fuerte en todo su rostro y cuerpo que según la narración “era un caso sin precedentes” en los hospitales donde se atendía, llevando a nuestro protagonista a un estado de marginación social y repudio hacia los que lo juzgaban por su aspecto. En su pubertad, tiene el valor de hacerle cara a su padre en varias discusiones a grado de atestarle golpes, esto mientras había abandonado sus ansias sexuales juveniles tras no sentir que pudiera ser atractivo para alguna muchacha y por una “experiencia asquerosa” mientras seducía a la madre de un amigo estando ebrios. En su temprana adultez, descubre la vida universitaria y los excesos del alcohol, su compañero de historias, mientras trata de dedicarse a su nueva pasión de ser escritor de cuentos en una máquina de escribir antigua para intentar publicarlos. La trama termina con un Chinaski (Bukowski) de 22 años quien se había fugado de su casa para instalarse en un departamento de hotel de mala muerte, abandonando sus estudios por falta de dinero, aún virgen por el rechazo hacia las mujeres, frustrado porque su carrera literaria no despegaba y escapando de ser reclutado para combatir en la Segunda Guerra Mundial.

Era difícil no identificarse con muchas cosas de la trama, pero en especial, al fin había encontrado ese “antihéroe” como protagonista con el cual te identificabas. Alguien que tenía que vivir de todo y estar ante la adversidad para llegar a tener un poco de paz con las personas que le rodeaban. Una de las frases más icónicas de la novela y con las que puede definir el pensamiento de muchas personas las dice el propio Chinaski en un párrafo: “creo que la gente solo piensa en las injusticias cuando le suceden a ellos”, exponiendo así, el egoísmo de las personas.

En sus otras novelas como Fáctotum, El cartero y Mujeres, Bukowski (a través de Chinaski) ya va narrando su tormentosa vida y su carrera literaria que parecía nunca despegaría, un golpe bajo debido a que luego de varios años ejerciendo trabajos mal pagados (el más famoso e inspiración para su primer novela fue ser cartero), había puesto su esperanza a vivir gracias a la literatura (lo cual lo lograría en su novela Mujeres de 1978), sus problemas con el alcoholismo y sus relaciones con múltiples parejas, encuentros casuales con otras mujeres y hasta con prostitutas. Esto lo refleja en el poema ya mencionado de A la puta que se llevó mis poemas en donde con la frase: “Dijo Dios, cruzándose de piernas: veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía”. Haciendo alusión que no todos triunfan en una carrera literaria, que se necesita talento y suerte para hacerlo.

Para muchos, solo fue un viejo borracho que escribía para mantener su vicio y no morir de hambre, para otros (incluyéndome), un genio que ha sido de los pocos en exponer la realidad de las personas, sus verdades actitudes en la sociedad y cómo alguien con su concepto del mundo puede sobrevivir en el mismo, tal como lo refleja en su poema Asidero en la oscuridad. Siendo una inspiración de superación y que tarde o temprano, el esfuerzo tiene sus frutos, en especial, cuando eres has vivido por muchos fracasos en la vida. Con una obra literaria bastante amplia, más de mil poemas escritos, considerado el máximo exponente del “realismo sucio”. Como se plasma en una de sus frases más icónicas y recordadas: “si eres un fracasado, es probable que seas un gran escritor”, nuestro viejo indecente de Bukowski lo logró.

 

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