Por Walter Balmorantes
Al Pastor Bautista Miguel Ángel Portillo
Se despertó a las cuatro de la mañana como de costumbre. Nunca en su vida fue derrotado por la alarma de su teléfono móvil. El Padre Ángel siempre fue un devoto de los rituales “todos creamos ritos para todo” decía siempre. Se levantó y fue a bañarse. No quería perder tiempo. Este día era muy especial, él se sentía distinto desde que despertó. Hizo sus oraciones después del baño. Curiosamente ahora no hizo sus 40 minutos de ejercicios porque necesitaba salir de su casa a las 6:30. Bajó a la cocina a prepararse su primera taza de café. El café era su bebida favorita y más en época lluviosa o de frío. Mientras esperaba que el café estuviese veía su cadena de programas de entrevistas a través de YouTube. Se preparó un desayuno liviano y subió a su habitación a vestirse para salir. Zapatos cafés conocidos popularmente como “burros” la gente les llamaba así porque eran resistente a todo tipo de suelo. Pantalón de lona azul algo desteñidos y su camisa de cuello clerical negra. Hoy el Padre Ángel seleccionó la negra, aunque le gustaba más la gris, sus colores favoritos.
Ya listo para salir y justo antes de cerrar la puerta para emprender su jornada un pensamiento le detuvo unos instantes. Pero no era un pensamiento sino más bien una sensación. Experimentó algo que no pudo identificar con certeza. Vio a todos lados y contemplo los árboles como se movían por el ligero viento. Había un cielo despejado y los rayos del sol se veían reflejados en las nubes. El día pintaba bonito: un día así, pensó, es propicio para morir. Cerró sus ojos y experimentó todo lo de su alrededor como tratando de grabar cada aroma, ya que su olfato era el más desarrollado de sus sentidos. Experimentó como muy pocas veces la brisa fresca de una mañana de septiembre. Pese a estos inusuales detalles el Padre Angel no pudo percatarse que ese día sería el último de su vida.
Conducía su vehículo porque a pesar que en la Iglesia le habían designado un conductor él no lo aceptó por motivos de seguridad, no quería que su conductor muriera sin causa. El Padre Ángel había recibido amenazas a muerte de diferente índole y procedencia.
-Buen día Padre Ángel. -le llamó por teléfono su asistente. Solamente quiero recordarle que la agenda para hoy está sumamente llena, hay varias personas que quieren hablar con Ud. Su asistente le fue enlistando las diferentes actividades que tenía. La mayoría eran invitaciones a entrevistas en programas de radio, televisión, programas en YouTube, entre otros.
-Indalecio hágame el favor de decirles a las personas de los programas de entrevistas que agradezco la oportunidad pero que este día no puedo, no tengo tiempo para eso. Es más, Indalecio cancela todo lo de la agenda porque estaré en el centro de retiro de la playa. Me comprometí a llevar el tema “Espiritualidad en un contexto de crisis social”. Una última cosa Indalecio quiero agradecerle su compromiso y entrega en el ministerio que ud tan eficientemente realiza. Saludos a su familia. Esas últimas palabras del Padre Angel quedaron resonando en Indalecio décadas después de su muerte.
El Padre Angel siguió conduciendo su carrito negro hacia la playa. El recorrido le tomo 1 hora y 37 minutos y durante este tiempo no pudo pensar más que en todos sus hermanos y hermanas que habían sido asesinados durante la represión del “estado de excepción”. “No sé qué hacer, no sé qué hacer” se repetía constantemente. Hurgaba en su mente tratando de encontrar la palabra precisa y la actitud constante que brindara consuelo a los familiares de tantos muertos. Llegó por fin al centro de retiro y sin contratiempo ni protocolos se dispuso a iniciar el taller de espiritualidad.
-Muy buenos días a todos y todas. Quiero iniciar el taller con un análisis de coyuntura. -esta práctica le quedó al Padre desde los años 80s. No hay nada mejor que un análisis de la realidad nacional para ubicar nuestra pastoral y así enriquecerla. El Padre Ángel siguió desarrollando su jornada hasta las 11:45 y salió casi corriendo no sin antes despedirse de todas las personas participante con un mensaje de esperanza. Era su costumbre, aunque en ocasiones él se decía a si mismo que no tenía mucha.
– ¿y por qué no voy a ver por última vez el mar? -se dijo justo antes de abrir la puerta del carro. Sí…iré un momento a ver el mar. Se me antoja. Efectivamente el Padre Ángel así lo hizo solamente que le tomó más tiempo de lo pensado. Mientras veía extasiado el movimiento de las olas, la vibración de su teléfono lo hizo volver al presente. Era Indalecio recordándole que no podía eludir la entrevista del canal de tv y YouTube. Este programa le gustaba porque era uno de los 3 que mantenían la independencia periodística con el propósito de informar adecuadamente a la población. También estos programas se encontraban en constante vigilancia y acoso por parte del gobierno central.
-Indalecio ¿a qué horas es la entrevista? -le preguntó el Padre a su asistente.
-A las 7:30 pm. Sin embargo, Ud. deberá de estar a las 7:15 Padre. -le recordó Indalecio.
-Sí Indalecio, gracias. Solamente voy a pasar viendo a la familia Fuentes y Carranza y ahí estaré. Sabe, Indalecio no tengo muchas ganas de andar en la calle. El estado de excepción que ya tiene casi dos años ha recrudecido la persecución con las personas y sectores que no están de acuerdo con la injusticia. Pero bien, no me haga caso Indalecio y salga temprano hoy de la oficina pastoral y me saluda a su familia.
El Padre Angel continuó manejando hasta llegar a la casa de la familia Fuentes ahí estaban reunidas ambas familias. Le habían citado porque querían compartir algo de lo mucho que le encantaba: café con pan dulce, especialmente si son santanecas.
-¡Padre Ángel, bienvenido!. -le dijo Evelia al abrirle la puerta. Luego de los saludos pasaron a la mesa del comedor sin entretenerse. Los minutos fueron pasando velozmente y la hora había llegado a su fin.
-Bueno mis hermanas y hermanos agradezco mucho esta invitación, pero tengo que irme. -les comunicó el Padre al momento de ponerse en pie. Siguieron conversando mientras le acompañaban a la puerta.
-Padre Ángel, y Ud. ¿cómo se siente? -le preguntó Julita quien era la mayor del grupo.
-Ay hermanos, me siento…me siento en paz. Aunque debo de confesarles que ahora amanecí un poco inquieto o mejor intranquilo. ¡Pero ahora luego de verles, saber que están bien y saborear ese café delicioso que nos trae el hermano Manuel ha quedado mi espíritu en paz…ahora sí que puedo morir en paz! Todos estallaron en risas y abrazos repetidamente como no queriendo despedirse y así retener al Padre en un abrazo fundido en amor.
El Padre Ángel subió a su carro y luego de despedirse por última vez continuó manejando de manera rápida ya que iba con el tiempo justo para llegar a la entrevista. Llegó a las oficinas del canal que transmitía en redes sociales. Solamente estaban dos técnicos, el entrevistador y él. Luego de las presentaciones y saludos de rigor sin preámbulos dio inicio a la entrevista.
-Perdón Padre Ángel por qué Ud. y otros Pastores evangélicos tienen esa actitud de estar en contra del Gobierno central? -preguntó de manera seca el entrevistador.
-El Padre fijo sus ojos en el entrevistador, sacó un pañuelo de su bolsillo, limpio sus lentes y respondió con una leve sonrisa. -No estoy, ni estamos en contra del Gobierno. Estamos a favor de la justicia y estamos del lado de las víctimas. Nuestros aportes son a partir de nuestra fe la cual esta sustentada en el Evangelio. Imagínese que fuese de nosotros los Sacerdotes y Pastores de iglesias cristianas si mantuviéramos una actitud de silencio frente a la realidad que vivimos como pueblo. Miles de personas inocentes detenidas, decenas de personas asesinadas en las prisiones, la comida cada vez más cara y un enorme miedo a trabajar por los derechos humanos.
-Padre Ángel y Ud. ¿no tiene miedo que le pueda pasar algo malo?
-Sí tengo miedo a quedarme en silencio. Sí tengo miedo a no hacer nada, pero a otra cosa, no. -respondió el Padre de manera resuelta y en calma.
La entrevista fue transcurriendo sin ningún exabrupto, pero lo curioso fue que no hubo comentarios adversos a la postura del Padre Ángel. Ningún insulto, amenaza, ni nada negativo. El Padre se despidió de todo el personal y se dispuso ir al parqueo. Justo antes de abrir la puerta de salida experimento “algo” como un ligero estremecimiento, pero no le dio importancia sino cuando lo volvió a experimentar al momento que introdujo la llave en la puerta del carro. Vio para todos lados y extrañamente no vio a nadie. Las calles estaban solas y le llamó la atención la densidad del silencio. El Padre se susurró algo y subió a su carro.
Introdujo la llave para encender su vehículo. Miró los vidrios laterales, estaba despejado. Encendió el motor y miró el espejo retrovisor, el de adentro para ver nuevamente si estaba libre el paso. Puso la velocidad para ir en reversa y levantó la cabeza, cuando el silencio del lugar se interrumpió con la lluvia de disparos que impactaron en el cuerpo del Padre Ángel.
El parte oficial informaba que a través de las cámaras de vigilancia del canal de YouTube se logró detectar que los ejecutores del crimen fueron tres personas presumiblemente hombres vestidos con ropas oscuras y gorros pasa montañas. Los que viajaban en tres camionetas tipo todo terreno color negro. Las estacionaron atrás del carro del occiso con el propósito de cumplir con su cometido. Así mismo, el informe especificaba que se encontraron en la escena del crimen 166 casquillos de dos armas presumiblemente M16 y G3. Los disparos impactaron en su mayoría en el cuerpo del Padre Ángel y en el vehículo de su propiedad. Los fiscales del caso encontraron una nota escrita con el tipo de letra Comic Sans MS, tamaño 16 y en tinta color rojo. La nota estaba pegada con cinta adhesiva en el retrovisor del carro que decía:
Por órdenes del Supremo CAÍN…
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